La telepatía podría ser real, según la ciencia

La telepatía podría ser real, según la ciencia
Carla María Durán Ugalde

Carla María Durán Ugalde

Mente y espíritu

Predecir el futuro, conocer el pasado de un objeto sólo con tocarlo, leer la mente de otra persona y comunicarse a través del pensamiento son supuestas habilidades mentales que remiten a la parapsicología, a la percepción extrasensorial y a las pseudociencias. Pero, ¿y si te dijera que la ciencia está explorando seriamente la telepatía y otras formas de comunicación que permitan conectarnos mente con mente? ¿Y que, de hecho, se han descubierto indicios y mecanismos que las harían posibles?

Primero, hay que aclarar qué se entiende por telepatía. Del griego tele, ‘distante’, y pathos, ‘emoción, percepción’, de ahí “percepción a distancia”, es la supuesta transmisión de información de una mente a otra —palabras, imágenes, recuerdos, etc.—, sin ninguna interacción física y sin utilizar un canal conocido de percepción sensorial humana como la vista, el sonido o el tacto; de igual forma, es la supuesta habilidad que tienen algunas personas de “leer la mente” o de “leer los pensamientos” de alguien más, que es lo que nos interesa en este texto.

Algunas personas que parecieran tener poderes telepáticos en realidad son buenas observando el lenguaje corporal y haciendo inferencias sobre nosotros: la postura, la forma en que reímos, el movimiento de las manos, hacia dónde dirigimos la mirada y el resto de las expresiones faciales son mensajes no verbales que emitimos todo el tiempo y que, si se saben interpretar, brindan información sobre los pensamientos y emociones de alguien en específico.

Hasta el momento, la ciencia no ha hallado a ninguna persona que tenga este superpoder.

Pero esto, claramente, no es telepatía. Cuando hablamos de ella, pensamos en habilidades como las de Danny Torrance, el niño que se comunicaba sin hablar en El resplandor, o como las de Jean Grey en X-Men y Edward Cullen en Crepúsculo: saber exactamente qué está pensando alguien sin que diga ni una palabra y sin intuirlo por sus expresiones faciales, o ser capaz de hacerse oír en la mente de otro sin proferir sonido alguno. Hasta el momento, la ciencia no ha hallado a ninguna persona que tenga este superpoder, pero algunos estudios indican que ciertos individuos tienen habilidades intuitivas superdesarrolladas.

En 2008, el doctor Ganesan Venkatasubramanian del Instituto Nacional de Salud Mental y Neurociencias de la India condujo un estudio que consistía en trazar una figura para que un supuesto mentalista, conectado a un escáner cerebral, intentara dibujarla adivinando su forma; al mismo tiempo, un sujeto de control sin ningún supuesto poder telepático también intentaba adivinar la imagen. Curiosamente, cuando el mentalista lograba más o menos adivinar la imagen, se activaba el giro parahipocampal derecho de su cerebro, mientras que en el sujeto de control se iluminaba la contraparte inferior izquierda de esa misma circonvolución cerebral. Estos resultados, según afirma el estudio, sugieren una base límbica para la telepatía, pero no son concluyentes y justifican una mayor investigación.

Ahora, como la ciencia y la tecnología van de la mano y la una impulsa a la otra, si la naturaleza no dotó al ser humano con la habilidad de leer mentes, ¿en un futuro próximo podrá la tecnología proveernos de herramientas para comunicarnos de mente a mente?

Telepatía: Se desarrollaron gorras forradas de electrodos que captaban señales cerebrales.

Eso se intentó en la década de 1990, al implantar chips para leer y reproducir los patrones cerebrales; sin embargo, éstos eran demasiado grandes para conectarse directamente con una neurona, por lo que leían todas las señales que pasaban por los nervios e imposibilitaban la comunicación. Después, se desarrollaron gorras forradas de electrodos —conductores eléctricos— que captaban señales cerebrales susceptibles de ser traducidas a códigos de computadora.

Fue con este método que, en 2014, un grupo de investigadores de las universidades de Harvard y Barcelona, y de algunas empresas privadas, logró comunicar dos cerebros: en la ciudad india de Thiruvananthapuram alguien pensó “Hola” y este pensamiento llegó directamente al cerebro de alguien sentado en un laboratorio de Estrasburgo, a casi 8 mil kilómetros de distancia.

Al año siguiente, un experimento similar dirigido por la psicóloga Andrea Stocco se llevó a cabo en la Universidad de Washington, donde cinco parejas de participantes fueron capaces de resolver un juego de preguntas y respuestas usando sólo neuroestímulos y neuroimágenes —miraban un foco rojo para decir “No” y uno verde para decir “Sí”— que eran enviados a través de internet a kilómetros de distancia, e interpretados correctamente 72% de las veces.

Ante esto, uno podría preguntarse: si este tipo de telepatía es posible, ¿por qué no se han inventado dispositivos para comunicarnos mentalmente unos con otros? Al parecer, el asunto radica en que los patrones cerebrales son muy complejos y sólo se han logrado aislar, codificar y transmitir los de acciones simples y concretas, como un saludo o una luz roja o verde; hacer lo mismo con toda una conversación o con el monólogo mental de una persona rebasa por mucho las capacidades de la tecnología actual.

Telepatía: su aplicación más clara sería la comunicación vía internet.

Ahora bien, algunos podrían argumentar que investigar la telepatía es ocioso y propio de charlatanes, y que esos recursos deberían destinarse a asuntos más prácticos. Sin embargo, si despojamos a la telapatía de su connotación esotérica y la vemos como un simple fenómeno de comunicación que prescinde de la imagen o el sonido, su aplicación más clara sería la comunicación vía internet, la cual podría sustituir a la mensajería instantánea y a las videollamadas. Además, la posibilidad de acceder directamente a los pensamientos abriría una ventana de comunicación para personas con discapacidades, pues se exploran zonas desconocidas del cerebro humano y se comprende mejor su funcionamiento.

La telepatía que nos presenta la ficción y la parapsicología es fascinante, pero improbable; la que nos ofrece la ciencia carece de misticismo y dista mucho de ser un superpoder, pero podría abrir nuevos canales para comunicarnos y conocer mejor nuestro cerebro. ¿Quién sabe? Quizás en un futuro cercano, al conectarte a internet y con ayuda de un dispositivo o un implante, podrás leer este artículo directamente en tu mente.

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