No dejamos de jugar porque envejecemos;
envejecemos porque dejamos de jugar.
George Bernard Shaw
La vida es más divertida si la juegas. Por supuesto, la diversión cambia según el juego, pero el elemento constante es la emoción. Existe un universo de juegos que no requieren pantallas ni botones, sólo tu mente y tu habilidad, y muchos de ellos se pueden disfrutar en la calidez de tu hogar: el juego perfecto es el que no necesita muchas piezas ni muchas reglas para que lo juegues.
La mente ama pasear por escenarios alternos y brincar entre posibilidades, y al jugar ambas cosas suceden. Un juego es un simulador de realidades dentro de la cápsula creativa de la mente. Cuando juegas, se te revelan pequeñas verdades que se proyectan en el tablero como un campo de entrenamiento de la vida.
De entrada, un juego nos enseña a perder, un aprendizaje importante; nos enseña también a planear, a poner más atención, a evaluar alternativas y a tomar decisiones. Cuando estás jugando, tu mente cocina un caldo de creatividad, ingenio y habilidad, espolvoreado con un poco de azar. El factor de lo impredecible —rasgo distintivo de la vida— no es lo primordial, sino cómo respondes a él.
Más que competir o vencer a los demás, al jugar una persona creativa está motivada por el deseo de conquistar una meta. Y la sabiduría detrás del juego nos enseña que la vida no sólo significa aplicar las mismas estrategias en el mismo tablero con las mismas piezas: a veces implica retroceder, dar un paso a un lado para avanzar, reaccionar, improvisar o, de plano, cambiar de tablero.
Todos los juegos, especialmente los de mesa, revelan algo de nuestra humanidad. Nos confrontan con decisiones, nos preparan para el siguiente nivel, aprendemos de ellos. Adentrarnos en un juego nos permite tomar un respiro de la vida real, nos aligera y nos sumerge en una situación en la que, aun cuando pierdes, no pasa nada —siempre y cuando no apuestes, por supuesto.
Así, un juego de mesa mantiene alerta tu mente de una forma divertida, es un espacio abierto donde algo interesante está a punto de suceder y se crean pequeños mundos regidos por sus propias leyes. Cada juego es un pedazo de historia salpicada con anécdotas, movimientos ingeniosos, buenas jugadas y malas decisiones: como nuestras vidas.
Estos son algunos juegos de mesa que vale la pena desempolvar en estos días de encierro y aburrimiento. Algunos son más sencillos que otros, unos más jóvenes y otros más viejos; cada uno tiene su propia personalidad y carácter, cada uno es un mundo diferente donde eres bienvenido si respetas las reglas.
Pente. La belleza de su sencillez hace de este juego uno de los más disfrutables. Un tablero con una retícula de cuadros y dos conjuntos de gemas de dos colores diferentes. El objetivo: hacer una línea recta de cinco gemas.
Go. El juego ancestral por excelencia. La estrategia y el dominio por el territorio de la vida. El juego favorito no sólo de los antiguos líderes, sino también de los genios.
Memorama. Ningún ejercicio supera a este juego para entrenar la retención visual. ¿Puedes recordar dónde está la gemela de la carta que tienes en la mano?
Damas. Si es la versión española, son fichas que brincan entre sí para alcanzar la línea de meta y coronarse con un nuevo poder; si son chinas, son canicas que cruzan el tablero para ser las primeras en alcanzar el extremo opuesto. Ambas hermosas.
Ajedrez. Dos jugadores y dieciséis piezas móviles para cada uno. La táctica, la estrategia, la estructura y los patrones convierten a éste en el juego favorito de las mentes analíticas y estratégicas.
Cartas. Ya sea una baraja española o para jugar póker, la mejor combinación para una gran tarde es una buena bebida, una buena charla y este pequeño universo que contiene múltiples juegos diferentes en un solo mazo de naipes.
Scrabble. La construcción de las palabras es, sin duda, uno de los mejores temas para un juego. Con un diccionario al lado y buena música de fondo, no notarás el paso del tiempo al jugar.
Rompecabezas. Cada cosa en su lugar correcto. El orden, la paciencia, el detalle y la imagen completándose en tu cabeza. La mejor parte es saber que incluso el rompecabezas más complicado tiene solución… y que la vida misma es el más grande rompecabezas.
Dicen que la vida es un juego en la mesa del mundo, y que el tiempo es tu rival. Hay que mover tus piezas, pero no arbitrariamente: la idea es elegir la mejor tirada. Siempre hay opciones, aunque no parezca. Y no importa que un día el juego termine: al final todos terminan. Lo que importa es que hayas movido tus piezas a tu modo y que hayas jugado un gran juego. El juego de hoy aún no ha terminado y es tu turno: los dados están en el aire, ¿sientes la emoción?…