¿Qué hace que tu empleo o un trabajo tenga sentido? ¿Acaso es un salario alto, buenas prestaciones y bonos? ¿O es el crecimiento personal, el continuo ascenso en el organigrama y la posibilidad de poseer acciones de la compañía en un futuro? ¿Son los éxitos, los logros, los proyectos completados, el prestigio y los reconocimientos? ¿O quizá se trata de algo más personal, algo que tiene que ver con la trascendencia, con la idea de ayudar y con poner un grano de arena en la construcción de un mundo mejor?
Eso fue lo que se preguntaron los académicos británicos Catherine Bailey y Adrian Madden, quienes publicaron recientemente sus hallazgos en la revista de la Escuela Sloan de Administración del Instituto Tecnológico de Massachusetts, una de las mejores escuelas de educación superior del mundo. Antes de entrar en materia, conviene distinguir entre un buen trabajo y un trabajo significativo: el primero se distingue por una paga justa, condiciones favorables, un ambiente sano y oportunidades de crecimiento; el segundo concepto se relaciona más con el propósito y la utilidad percibida del trabajo, así como con su impacto positivo en la vida del trabajador, en su entorno y en la sociedad.
Tras encuestar a cientos de trabajadores de todas las clases, edades e industrias, éstas son las cinco cualidades de un trabajo significativo:
Trascendente
En la famosa pirámide donde categorizó y jerarquizó las necesidades humanas, el psiquiatra estadounidense Abraham Maslow colocó en la base la parte biológica —comer, beber, dormir, reproducirse— y, en la cima, la trascendencia; es decir, “los niveles más elevados de la conciencia humana relacionándose con uno mismo, con otras personas significativas, con la especie humana, con otras especies, con la naturaleza y con el cosmos”.
En palabras más simples, la trascendencia es el momento cuando un maestro ve a la generación de felices alumnos que él ayudó a graduarse, cuando un abogado recibe la carta de una buena persona a quien su oficio libró de ir injustamente a la cárcel, o cuando el barrendero entiende que, sin él, la ciudad donde vive sería un asco. Gracias a este tipo de “salario emocional” que escala por encima de la retribución material, esta cualidad es la que genera compromiso, un desempeño notable y mayor satisfacción con el empleo en los colaboradores.
Conmovedor
Aunque todos sabemos que el ámbito laboral puede ser duro, competitivo, despiadado y tóxico hasta las lágrimas, no es a esto a lo que nos referimos, sino al momento cuando una veterinaria salva la vida de un gatito moribundo y ve el agradecimiento en los ojos de su familia; es decir, aquellos instantes y hechos que no son precisamente felices o agradables, pero que al tiempo resultan en una profunda satisfacción.
Hace años, una persona que conozco y escribía cuentos para una revista que ya no existe, recibió una carta con remitente en un reclusorio. Un poco temeroso, abrió el sobre y leyó la historia de un hombre que cumplía una condena de varios años, cuya única felicidad dentro de aquella fría prisión provenía de las ficciones que esta persona inventaba como parte de sus funciones. Aunque, me dice, aquellos eran días de cierta popularidad, con misivas abundantes y obsequiosas, esa carta fue la que le otorgó a su trabajo un sentido altruista más allá de la vanidad, del halago o del éxito material.
Episódico
La vida y el trabajo, digamos, son como un buen partido de beisbol: así como en el rey de los deportes la mayor parte del tiempo no pasa nada emocionante, pero de pronto hay lanzamientos vertiginosos, home runs y jugadas espectaculares, dentro de la rutina laboral hay momentos memorables con altos niveles de emoción y relevancia personal que casi siempre son espontáneos, imprevistos, sacan lo mejor de nosotros y nos recuerdan el significado simbólico del trabajo.
Reflexivo
Es poco probable que alguien hable de lo significativo que le resulta su trabajo mientras está haciendo el balance de la nómina o en la junta de resultados del lunes por la mañana. Casi siempre, la sensación de sentido, propósito y trascendencia laboral se percibe en retrospectiva, como cuando la directora de una empresa apaga las luces después de la fiesta de fin de año y se toma un minuto para reflexionar acerca de todo lo que ella y su equipo lograron durante el ciclo: en ese momento se contempla el trabajo completado y se establecen conexiones entre los logros y un sentido más amplio del significado de la vida.
Personal
Por último, el trabajo significativo a menudo es entendido por las personas no sólo en el contexto acotado del trabajo sino también en el contexto más amplio de sus experiencias de vida personal. En otras palabras, es gente que no trabaja para vivir, sino que el trabajo forma parte integral de sus vidas y logran, con él, incidir positivamente en otros aspectos de su vida íntima y personal, como el médico que estudia para aliviar el dolor crónico de su madre.
En contraste con estas cualidades, los “siete pecados” que privan a un trabajo de propósito y sentido son: hacer que el colaborador traicione sus valores, no valorarlo y darlo por sentado, asignarle tareas inútiles, tratarlo injustamente, obligarlo a hacer mal su trabajo para abatir costos o tiempo, negarle relaciones significativas y retroalimentación, y ponerlo en riesgo su salud física o emocional. Nada extraño para un trabajador mexicano promedio, creo.
El brillante Viktor Frankl decía que el género humano siempre está en busca del sentido de sus vidas. Y cuando alguien pasa la mitad de la vida consciente en un trabajo que sólo sirve para pagar las cuentas, tarde o temprano se preguntará cuál es el sentido de todo eso. Si te ha pasado a ti últimamente, quizá sea momento de buscar otros aires donde puedas volar más alto…