Dice la sabiduría popular que “Para el amor no hay edad” y, por fortuna, para gozar de una buena lectura, tampoco. A lo largo de la historia de la literatura, han aparecido libros y relatos cortos que son pensados y escritos para niños, pero que con el paso del tiempo han trascendido las barreras de la edad para brindar deleite también a los adultos.
Y es que la buena literatura, la que habla de las grandes pasiones y emociones humanas, la que cuenta historias que hacen vibrar las fibras más sensibles de los lectores, es siempre universal. Va más allá de la edad, el tiempo y los gustos personales, pues se refiere a lo fundamental de nuestra condición humana. Nos permite comprender, por ejemplo, por qué un hombre ruso asesinó a una usurera en Crimen y castigo, o por qué alguien viajó a Comala, más allá de porque le dijeran que allá vivía su padre, un tal Pedro Páramo.
Hay muchísimos ejemplos de libros para niños, púberes o adolescentes que con el tiempo se han vuelto disfrute de adultos. En la actualidad, quizás el caso más popular sea la saga de Harry Potter, pero podemos encontrar otros ejemplos si nos remontamos hacia atrás en el tiempo… muy atrás, digamos, al siglo XIX.
Los nombres de los primeros literatos que recopilaron cuentos para niños son tan famosos gracias a sus adaptaciones cinematográficas que resuenan hasta el día de hoy; me refiero a los Hermanos Grimm, Charles Perrault y Hans Christian Andersen. Aunque los hermanos Jakob y WilhelmGrimm, más que cuentistas, fueron filólogos que recopilaron relatos de la tradición oral, dándoles forma y estructura literaria; a ellos les debemos historias como La cenicienta, Blancanieves, Rapunzel, El gato con botas o Rumpelstiltskin.
Originalmente, los cuentos de hadas recopilados por los Grimm, y también los reescritos por Perrault y Andersen, eran historias satíricas o picarescas medievales que con el tiempo se convirtieron en claras alegorías morales para los niños que crecieron durante el siglo XIX. Se trataba de contarles un cuento, sí, pero en la historia se escondía una lección sobre la astucia, la valentía o la importancia de cumplir una promesa. Tiempo después, estos cuentos, convertidos en libros, fueron disfrutadas por los pequeños, pero también por los mayores, pues sus tramas eran indudablemente universales.
Ahora veamos algunos ejemplos más contemporáneos de libros infantiles disfrutados por adultos:
“Dibújame un corderito”
En abril de 1943 las librerías francesas recibieron un hermoso libro para niños que, ya desde la dedicatoria, era un canto a la amistad y la comprensión. Su autor, un piloto llamado Antoine de Saint-Exupéry, pedía perdón a los pequeños por dedicar el libro a una persona adulta, llamada Leon Werth, y aclaraba: “Esta persona mayor es capaz de comprenderlo todo, incluso los libros para niños”. Todos conocemos el libro, incluso quienes no lo han leído: hablo de El principito. Como otros clásicos de la literatura, esta obra ha permeado la cultura popular a tal punto que hoy en día incluso encontramos a sus personajes en memes publicados en las redes sociales.
Este clásico infantil y uno de los textos cumbres de la literatura francesa tiene, en apariencia, una trama sencilla, pero en realidad oculta una profundidad filosófica que debe no sólo ser leída, sino releída y reinterpretada. Sus simbolismos, como la rosa, la boa, el zorro o los baobabs, son disfrutados por los niños y comprendidos por los adultos. Ese es probablemente el más grande acierto del autor: a los niños les cuenta un cuento, y a los adultos les enseña a comprenderse a sí mismos y a la naturaleza humana.
Bastian y Aatreyu
En 1979 otro escritor, de la misma tierra que los Grimm, publicó otra gran obra de la literatura infantil, juvenil y de fantasía. El autor es Michael Ende, y la novela, La historia interminable.
La trama es muy conocida: un niño llamado Bastian Baltazar Bux roba un libro —cuyo título es el que da nombre a la obra— de la tienda del señor Koreander. Bastian comienza a leerlo y conoce la aventura de Atreyu, quien debe salvar al reino de Fantasía de un mal que hace desaparecer a sus habitantes; el nombre de la amenaza: La Nada. Eventualmente, Bastian tendrá que viajar a Fantasía para ayudar a reconstruirla.
El propio Ende —que dedicó tres años a escribir esta novela— aclaró en varias ocasiones que su historia no era para niños y jóvenes, sino una historia universal dirigida a todo público. Aunque se ha encasillado en un público menor de edad, los temas que aborda pueden —y deben— ser apreciados y asimilados por los adultos; por ejemplo, la pérdida de la imaginación y las relaciones entre lo fantástico y lo real. En su novela, el escritor alemán ofrece algunas de las mejores alegorías de la literatura de finales del siglo XX sobre lo necesaria que es la imaginación, y sobre cómo el conocerla y apreciarla nos ayuda a convertirnos en adultos.
Para los niños y jóvenes, La historia interminable es una aventura fantástica, pero para los adultos es una búsqueda interior, una novela introspectiva —muy típica de la literatura alemana— y, por lo tanto, se disfruta desde que se es un chaval hasta que se madura… lo que sea que signifique madurar.
Roald Dahl y su obra literaria gigante
Si hay un autor que supo escribir con maestría para niños y adultos, ese fue Roald Dahl. Nacido en Llandaff, Inglaterra, en 1916, y fallecido en Oxford a finales de 1990, Dahl tuvo una vida extensa y rica, que se reflejó en sus libros para niños, entre los que se encuentran Jim y el durazno gigante, Charlie y la fábrica de chocolate, Las brujas y Matilda, por mencionar algunos de los más famosos.
Las novelas y cuentos para niños de Dahl siempre fueron polémicos porque no aleccionan a los lectores, sino que les enseñan a pensar, a tener un criterio y una personalidad propios. En muchas de sus creaciones, los adultos son unos soberanos imbéciles, y en los peores casos, seres muy crueles. Recordemos, por ejemplo, al padre de Matilda, que no pasaba de ser un mediocre trabajador de clase media sin aspiraciones, y que puede interpretarse como una proyección de Dahl, quien pasó su niñez en un internado para varones donde los golpes y el abuso psicológico eran cosa de todos los días —anécdotas que aparecen en el epílogo de sus Cuentos completos, publicados por Alfaguara.
Siendo un autor muy prolífico, Dahl no se limitó a escribir historias para niños. Una de sus más hilarantes novelas es la erótica y satírica Mi tío Oswald, cuyo personaje central se convierte en un gurú sexual tras inventar un poderoso polvo afrodisiaco a principios del siglo XX.
Libros para niños y adultos hoy
En la actualidad, los adultos pueden disfrutar de la literatura para niños sin ningún problema. El mejor ejemplo de ello es la monumental saga Harry Potter, escrita por J.K. Rowling. A finales de los años noventa y principios del nuevo milenio, el primer tomo de la serie Harry Potter y la piedra filosofal fue leído por los más pequeños, pero no tardó en llamar la atención de los adultos. Uno de los motivos del éxito que tuvo Harry Potter y la piedra filosofal fue claro: a los niños les presentó una vida escolar divertida y llena de magia, mientras que a los adultos nos permitió recordar con nostalgia nuestros años de escuela. Todos tuvimos profesores estrictos como Severus Snape, o sabios y comprensivos como Albus Dumbledore; a todos nos tocó enfrentar a un Draco Malfoy, y reírnos con las bufonadas de unos Fred y George Weasley; y, desde luego, todos conocimos a una Hermione Granger…
Leer y disfrutar la literatura para niños no es sinónimo de inmadurez, sino una oportunidad para darnos cuenta de que nuestras emociones, conductas y pasiones están presentes en todo el planeta, a lo largo de la historia y, por supuesto, a través de los años que vivimos. Eso es algo avalado por el príncipe Felipe de La Bella Durmiente, por Atreyu, y por el niño con la cicatriz en forma de rayo sobre su frente, pues como dice Saint-Exupéry, existen personas mayores capaces de comprender incluso esas historias.