En el siglo XVII, el filósofo francés René Descartes sostenía que los animales no tienen conciencia y sólo son capaces de comportamientos reflejos; sin embargo, el desarrollo científico de los últimos años poco a poco ha desmentido este postulado: estudios recientes del ADN y la genética animal han demostrado que éstos cuentan con muchas funciones ejecutivas que creíamos exclusivas del género humano, tales como el pensamiento, la memoria y las emociones.
Desde hace más de una década, neurocientíficos se han enfocado en el estudio de la conciencia entre especies animales, fundamentalmente en dos vertientes: la primera está enfocada en asumir la presencia de la conciencia en una especie particular para usarla como modelo de la conciencia humana, mientras que la segunda pretende establecer si el animal estudiado tiene experiencias conscientes para comprender la base fisiológica de de dicho fenómeno, como se constata en las investigaciones realizadas por David B. Edelman y Anil K. Seth.
Así, los primates han sido los animales mas estudiados, ya que algunos científicos creen que para hablar de conciencia debemos centrarnos en arquitecturas neuronales afines a las nuestras —por ejemplo, los cerebros de los macacos rhesus tienen una organización anatómica y funcional muy similar a la de los humanos—; sin embargo, esta cuestión se puede dejar de lado con especies como la langosta o el cangrejo, que cuando se les saca del agua generan cortisol al igual que nosotros en condiciones de estrés, o el camarón, que cuando se lastima se “soba” las heridas para buscar alivio.
Actualmente el indicador de conciencia animal no es el tamaño, que se desestimó porque los osos y los elefantes deberían ser más conscientes que los humanos, sino la organización y la función del cerebro. Los investigadores han señalado que casi todos los mamíferos y la mayoría de los demás animales —incluidos muchos peces, reptiles e insectos— alternan entre la vigilia y el sueño, y tienen marcados ritmos circadianos de actividad y capacidad de respuesta. Esto se debe a la actividad de áreas específicas del cerebro como el tronco encefálico inferior, que en los mamíferos controla dichos estados; la mala noticia es que eso aun no prueba que exista un contenido consciente en ellos.
En 2017, Pierre Le Neindre, Emilie Bernard y otros colaboradores realizaron un resumen de diversos resultados en torno a la conciencia animal, en el cual establecieron cinco dominios principales que se han analizado sobre el tema:
Emoción
Siendo las moduladoras de la capacidad cognitiva, las emociones generan cambios en la atención, el aprendizaje y la memoria. Los estudios sobre las expectativas de recompensa en ovejas y cerdos muestran claramente que los animales no sólo responden al valor intrínseco de una recompensa, sino también de acuerdo a su experiencia previa con la recompensa. En los cerdos, por ejemplo, se ha registrado que son capaces de sentir alegría, miedo y sensación de seguridad.
Metacognición
Este término se refiere a la habilidad de monitorear y controlar los propios procesos cognitivos, la cual es de suma importancia en la autoconciencia. En los estudios resumidos se evaluó el seguimiento metacognitivo; es decir, la capacidad de juzgar el propio estado cognitivo. Así, en uno de ellos el animal podría apretar uno de los tres botones con tres posibles respuestas: “afirmativo”, “negativo” o “no sé”; en otro, palomas, gallinas y primates demostraron tener la capacidad de buscar o solicitar más información cuando les faltaba un conocimiento específico.
Memoria episódica
En algunos animales, las características del procesamiento pasado y futuro son muy similares a las humanas: se ha demostrado, por decir, que cuervos, primates y roedores son capaces de recordar qué, cómo, cuando y bajo qué contexto se dio un evento en específico. Asombrosamente, estudios recientes indican que primates, córvidos y comadrejas pueden planificar acciones futuras, independientemente de su motivación actual y de su tendencia innata para ciertos comportamientos, como el migratorio.
Comportamiento social
Al igual que los humanos, que socializamos con personas afines, las especies vacunas han demostrado tener esa característica, pues se ha visto que necesitan percibirse y reconocerse mutuamente para afianzar la relación. También se ha observado que las especies que necesitan vivir en manada poseen habilidades cognitivas sociales, y que las ratas pueden utilizar la experiencia social de otras de su espacie para adaptar su comportamiento y sobrevivir. Esta capacidad requiere el dominio de sofisticados medios de percepción, integración, planificación y comunicación, los cuales quizás estén vinculados a la conciencia.
Relación con los humanos
Primates, perros, ovejas y cerdos pueden movilizar habilidades cognitivas y emocionales al interactuar con humanos y construir una representación mental del humano como compañero. En el caso de los perros, un estudio publicado el año pasado por un grupo de universidades de los Estados Unidos, China e India evaluó su dinámica cerebral cuando ven a sus humanos familiares y reveló que se activan la amígdala y el hipocampo. Por si esto fuera poco, cuando “sus humanos” muestran alegría o júbilo, la actividad de la amígdala es mayor; por tanto, a mayor interacción, mayor es la actividad neuronal del animal.
Por todas estas investigaciones es que hoy hablamos de los derechos de los animales, de la ética en su crianza y cuidado; en otras palabras, no deben verse como criaturas “inferiores”, como sugería Descartes. Aunque hay mucha investigación por realizar, hoy podemos decir que la especie humana no es la única que posee conciencia.
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