Uno de los subgéneros de la ciencia ficción más populares es el de las distopías que, por definición, son lo opuesto a la utopía: historias que se desarrollan en sociedades terribles, oscuras, caóticas y, por lo general, gobernadas por una autoridad represora y totalitaria, donde un personaje que vive oprimido por su entorno intenta vivir su vida con resignación, o bien, se rebela contra el sistema.
Durante años, las distopías fueron un género enfocado al público adulto: obras como 1984 y Un mundo feliz, que abordan la deshumanización de la sociedad del futuro, se convirtieron en clásicos de la literatura. Pero a finales de la década pasada, con la publicación de Los juegos del hambre de Suzzane Collins, el género tuvo un inesperado “boom” enfocado en el público adolescente.
En este siglo XXI,las distopías para jóvenes tienen todo nuestro interés. Hagamos un viaje por el origen y evolución de este género que nos parece cercano porque personajes como el Gran Hermano o el presidente Coriolanus Snow resultan aterradoramente reales.
El origen de la distopía
Al hablar de distopías literarias, vienen a la mente los nombres de George Orwell y Aldous Huxley; pero si excavamos en la historia de la literatura, deberíamos remontarnos a 1909 con E. M. Forster y su cuento “La máquina se detiene” —“The Machine Stops”—, una historia profética en estos tiempos, pues describe una sociedad que vive confinada en el subsuelo gracias a una máquina que los provee de todo lo necesario… hasta que sucede lo que dice el título.
Fue en 1932 cuando el género se consolidó con la publicación de Un mundo feliz —Brave New World— de Aldous Huxley, el clásico que anticipó conceptos como la clonación y la idea de un Estado totalitario que controla las vidas de sus habitantes. Y en 1949 se publicó el otro gran clásico del género: 1984 de George Orwell, la más dura crítica literaria que se ha hecho al totalitarismo.
La atmósfera de la novela es aterradora, opresiva y, lo peor de todo, fatídica. No en vano el calificativo “orwelliana” se usa hasta hoy para describir a una sociedad gobernada con desinformación y vigilancia permanente. El Big Brother o Gran Hermano, antagonista por excelencia, es la viva representación del Estado totalitario que instala cámaras por doquier para espiar a los ciudadanos.
Rebeldía adolescente
A pesar del éxito de esos clásicos, que a veces se clasifican como literatura juvenil, las distopías enfocadas y protagonizadas por adolescentes aún estaban por llegar. Fue en 1985 cuando Orson Scott Card, un escritor que se ganaba un lugar en la ciencia ficción, publicó El juego de Ender —Ender’s Game—, sobre una sociedad del futuro en guerra contra una raza alienígena de insectos y que selecciona a niños para convertirlos en fríos líderes militares.
El protagonista, Ender Wiggin, pasa de ser un niño común a responsable de un asesinato masivo. La forma en que Card describe cómo los niños son utilizados por el ejército es escalofriante y, aunque la novela se convirtió en un clásico del género, la adaptación cinematográfica con Harrison Ford y Asa Butterfield no tuvo el éxito que han tenido otras cintas del género.
Por otro lado, en 1993 se definió el género de la distopía adolescente con la publicación de The Giver —El dador o también El dador de recuerdos— de Lois Lowry, la cual plantea la historia de Jonás, un joven que vive en una sociedad perfecta donde en apariencia el sufrimiento ha desaparecido, pero el precio es muy caro, pues no existe la individualidad ni la capacidad de elección y quien se opone es “liberado” —un eufemismo de darle muerte.
Que comiencen los juegos…
A finales de la primera década de los dosmiles, Suzanne Collins, una reconocida guionista de series juveniles como Clarissa lo explica todo, publicó The Hunger Games —Los Juegos del Hambre—, sobre un gobierno fascista que, tras una guerra, decide elegir a un niño y una niña de cada uno de los doce distritos de la nación Panem para que se asesinen en una arena hasta que sólo quede un sobreviviente, mientras el macabro evento es televisado.
La obra y sus secuelas, En llamas y Sinsajo, tuvieron un éxito descomunal —aunque para muchos es un plagio de Battle Royale de Koshun Takami—; su carismática protagonista, Katniss Everdeen; el siniestro presidente Snow, que nada pide a los dictadores del mundo real, y el conflicto amoroso adolescente hicieron de la saga un fenómeno de la cultura pop: muchos jóvenes usaban su prendedor del sinsajo, pájaro que representa la rebelión contra Snow.
Otra obra que se enmarca en este género es Divergente, de Veronica Roth. Del mismo modo que Collins retomó elementos de 1984 para su trama distópica, Roth introdujo en su historia conceptos de Un mundo feliz, como el de una sociedad dividida en castas: Erudición, o la clase intelectual; Abnegación, que ayudan al prójimo; Cordialidad, conformada por pacifistas; Verdad, los que desprecian la mentira, y Osadía, encargados de la seguridad.
Dentro de esta sociedad perfecta, si no encajas en ninguna de las castas formas parte de los Abandonados, que viven como vagabundos o parias. La protagonista, Beatrice Prior, resulta ser una “divergente” porque piensa de forma independiente y, por tanto, representa un peligro para la clase en el poder.
Distopías, futuro y presente
Tras el éxito de estas novelas, hubo un auténtico auge de distopías adolescentes: Maze Runner de James Dashner, Traición de Scott Westerfield, Feed de M.T. Anderson o Legend de Marie Lu. Pero, a todo esto, ¿cuál es el secreto del éxito de este género entre el público juvenil?
La respuesta puede ser muy simple: estas novelas tienen como temas centrales la rebelión y la idea de derrocar a un gobierno represor; y como en la adolescencia uno cuestiona a las figuras de autoridad, resulta obvio que muchos jóvenes se identifiquen con ellas. Pero, en un artículo publicado en el diario británico The Guardian, la escritora canadiense literaria Moira Youngnos da otra opinión.
“Voy a ofrecerles una opinión más sencilla: los adolescentes gustan de leer distopías porque son emocionantes. Todo se resume en la historia: primero viene la trama, y el entorno, por muy extraordinario que sea, pasa a un segundo plano. Y es que la distopía debe más a los mitos y a los cuentos de hadas que a la ciencia ficción”, afirma la también analista y crítica literaria.
Así las cosas, resulta que el futuro es hoy y que las distopías parecen estar en los acontecimientos que vivimos día con día. En un mundo desalentador como el nuestro, personajes como Katniss son una esperanza. Por eso, sólo queda desear lo de cada año en los juegos: ¡que la suerte esté siempre de tu lado!