La literatura es un reflejo de los intereses sociales, políticos y culturales de cada época, y aunque podría pensarse que los libros antiguos —especialmente los de no ficción— son los más complejos y dignos de estudio, hay algunos incluso más difíciles de procesar que fueron escritos en los siglos XIX y XX.
La novela, el subgénero más popular de la narrativa en la actualidad, permite incorporar elementos y recursos literarios que ponen a prueba la memoria y la capacidad de comprensión, interpretación y asociación de los lectores. A través de figuras retóricas como la metáfora, el oxímoron o la personificación, los autores logran expresar su mensaje con mayor fuerza. En cuanto a la sintaxis, existen otros recursos que un autor o autora pueden utilizar en el desarrollo de los textos, como el hipérbaton —la alteración del orden tradicional de una oración—, la elipsis —que consiste en omitir palabras o información en las oraciones— y la aliteración —la repetición se sonidos en un verso o enunciado—.
Aunados al tema y al lenguaje empleados en el texto, el uso de estos recursos puede dotar a una obra de distintos niveles de complejidad, por lo que es válido pensar que, aunque se trate del mismo libro, ningún lector lo interpretará de la misma manera, sobre todo si se trata de un texto en el que abundan los planteamientos filosóficos que estimulan el pensamiento crítico y la reflexión.
Una de las razones por las que a veces la crítica literaria académica y la popular parecen tan dispares es que la primera se centra en la construcción y la ejecución de la obra, así como en su significado en el contexto contemporáneo, y la segunda se enfoca principalmente en el disfrute, los pensamientos y las emociones que despierta en el lector. No obstante, existen ocasiones en las que ambas críticas coinciden en que un libro es extremadamente complejo.
Un ejemplo de lo anterior es el libro Finnegans Wake (1939), del autor irlandés James Joyce (1882-1941), quien tardó diecisiete años en escribirlo. Esta obra es considerada una de las más experimentales. En ella incluyó un lenguaje inventado y contracciones de otros idiomas que hacen a este texto, además de extremadamente complejo, casi imposible de traducir. Joyce se inclinó por emplear una narración onírica no lineal y una concepción esférica que une a la perfección el inicio con el final. El autor aseguró que este libro mantendría entretenidos a los críticos por al menos doscientos años, y hasta el momento lleva razón. Abundan los críticos literarios que consideran a Finnegans Wake como la obra maestra de Joyce, aunque ésta también tiene muchos detractores. Sin embargo, todos coinciden en lo difícil que resulta comprender la temática del libro, ya que abundan las figuras retóricas y las asociaciones libres que producen confusión en el lector y provocan que abandone la lectura.
Otro de los libros más complejos de la literatura es también de James Joyce: Ulises(1922). Esta novela es considerada como la mejor del siglo XX por una gran parte de la crítica académica debido a la tremenda influencia que ha tenido en el género y en las discusiones que aún suscita tanto en los círculos académicos como en los populares. Su complejidad, además de en los recursos empleados, reside en su fuerte inspiración en La Odisea de Homero, donde se considera que están las claves para su comprensión.
Otra novela que merece estar en esta lista es Rayuela (1963), del escritor argentino Julio Cortázar, debido a lo experimental de su estructura: puede leerse de manera lineal o con un tablero guía sugerido por el autor, con distintos finales posibles. Cortázar pensaba en esta obra como una “contranovela”. Su complejidad reside, además de en su rico contenido artístico, en la agencia que brinda al lector para tomar el control de su proceso de lectura. La única constante en las distintas formas de leer Rayuela es la búsqueda de Horacio —y de nosotros como lectores— de la razón de su existencia.
No podía dejar fuera una de mis favoritas, debido a su complejidad e impacto cultural: Cien años de soledad (1967), del autor colombiano Gabriel García Márquez. La abundancia de personajes, la repetición de nombres y la narración no lineal han hecho que más de un lector la revisite para comprenderla mejor o, en el peor de los casos, que abandone el libro. Sin embargo, esta obra de García Márquez es considerada por la crítica académica como una de las novelas más importantes e influyentes de nuestra lengua.
Otros libros considerados complejos o difíciles de leer —incluidas las traducciones— son Los hermanos Karamazov y Crimen y castigo, de Fiódor Dostoyevski, varios textos de Kafka, El arcoíris de gravedad, de Thomas Pynchon, y El lobo estepario, de Herman Hesse, entre otros. Si ya intentaste leer alguno de estos y lo abandonaste, recuerda que siempre puedes darle otra oportunidad si así lo decides: releer libros en distintas etapas de nuestra vida puede hacer que los interpretemos de forma diferente y que percibamos luz en las partes que nos parecían indescifrables.