
Hace poco más de un año, el 30 de noviembre de 2022, fue liberada al mercado la primera versión de ChatGPT, un chatbot que usa la inteligencia artificial generativa para redactar textos de cualquier índole a partir de la solicitud de un usuario; cuatro meses antes había hecho su aparición el software Midjourney, que produce imágenes usando la misma tecnología. Hoy, ilustraciones y artículos generados con IA alimentan tanto a internet como los miedos de artistas, escritores y otros creativos sobre un futuro donde serán “reemplazados por un robot”. Pero, ¿son fundados estos miedos? ¿Existe alguna capacidad humana que la inteligencia artificial sea incapaz de reproducir?
A continuación, te comparto una lista de tareas, aspectos y capacidades que aún son un terreno vedado para la tecnología y la inteligencia artificial, y siguen siendo exclusivas de la especie humana.
Efectuar labores manuales
Los plomeros, electricistas, albañiles, carpinteros, herreros y artesanos pueden estar tranquilos, pues hasta el momento no existe un robot con capacidades suficientes para reemplazarlos. Esto se debe a que la IA y la robótica aún son incapaces de realizar trabajos físicos complejos que requieran de destreza o de una coordinación precisa entre la mano y el ojo, amén de que la experiencia y el oficio adquirido durante años de trabajo es simplemente insustituible.
Tener sentido común
Alguna vez el escritor Oscar Wilde acotó que el sentido común era “el menos común de los sentidos”, refiriéndose a lo insensatas que pueden ser algunas de nuestras conductas y decisiones; siendo así, ¿qué podemos esperar de una máquina que hace cálculos para tratar de imitar nuestro comportamiento?

Los humanos desarrollamos un “sentido común” porque a partir de experiencias formamos imágenes mentales duraderas de cómo son, cómo se comportan, qué pueden y qué no pueden hacer las cosas y las personas en nuestro mundo; las redes neuronales carecen de experiencias, no tienen tales modelos y usan información estadística sin procesar para hacer predicciones con base en la probabilidad y representaciones específicas de objetos.
Ser empática
Durante una reclamación, un chatbot puede decirle a un cliente enojado: “Lamento el problema y entiendo su frustración”, pero lo cierto es que la IA no se lamenta realmente y no tiene idea de cómo se siente la frustración o cualquier otra emoción porque es un robot. Esta limitación impide que sea capaz, por ejemplo, de brindar empatía o apoyo genuinos a clientes o a pacientes médicos.
Entender el contexto
Aspectos como la ironía, el sarcasmo, ciertos tipos de humor, las referencias culturales —no sólo la “alta cultura”, sino también la popular que absorbemos de los medios, los memes y el habla cotidiana— y los giros del lenguaje son sofisticaciones que rebasan la comprensión de una IA, pues ésta carece del contexto que brindan las interacciones diarias y la cotidianidad humana. Así, aún falta tiempo para que ChatGPT pueda contestarte una pregunta usando el ingenio, el ”doble filo” del sarcasmo o la improvisación.
Hacer juicios morales
A partir de nuestros valores éticos, todos los seres humanos tenemos una idea más o menos clara del bien y del mal, de lo que es correcto y lo que no lo es; pero la inteligencia artificial aún es incapaz de comprender tales sutilezas. En los vehículos autónomos conducidos con AI, por ejemplo, se está “educando” al robot para que tome decisiones basadas en lo que la mayoría de los seres humanos tomarían como “una decisión moralmente aceptable” en una situación dada, pero esto aún rebasa las capacidades de la IA.

Explicar sus decisiones
En general, las aplicaciones de la IA brindan respuestas y predicciones basadas en los algoritmos y modelos de datos que usa para aprender, pero los usuarios de productos impulsados por una IA no saben exactamente qué información utiliza ésta para tomar decisiones. Así, puede ser que las respuestas sean parciales, sesgadas o sencillamente incorrectas, y será muy difícil filtrar o detectar tales inconsistencias.
Ser creativa
A pesar de lo que se diga, la IA aún no puede reemplazar la creatividad humana, pues hasta hoy simplemente combina —según instrucciones de un usuario— datos y elementos de objetos ya existente para producir algo nuevo. Pero el impulso creativo o la inspiración —es decir, ese estado mental y emocional que nos permite “unir los puntos” de forma original y que exprese una experiencia humana única pero compartida por muchos— todavía no se pueden traducir a código binario ni a los famosos prompts. Entonces, por ahora, podemos estar un poco más tranquilos…
