
La creatividad es una añeja habilidad, asociada primordialmente a las sociedades humanas. A menudo surge como producto de la inspiración artística, aunque también es una invaluable colaboradora en la búsqueda de soluciones ante situaciones específicas de la vida cotidiana, y se ha dicho que puede entenderse a partir de tres enfoques: como producción, como pensamiento y como rasgo de la personalidad. Así, aunque de complicada definición, la creatividad es la capacidad de usar la información y los conocimientos de una forma nueva, y de encontrar soluciones divergentes a problemas varios; en otras palabras, es la habilidad de generar nuevas ideas y difiere de la innovación —aunque en ocasiones se toman como sinónimos— en que esta última consiste en cambiar la forma en que se hace algo.
Para algunos, la creatividad es exclusiva de los humanos porque en nosotros radica la facultad de la inteligencia. Esto llevó a personajes como el filósofo, médico y humanista español Gómez Pereira (1500-¿1567?) a sostener que los animales difieren de los humanos porque sus sentidos no conducen al conocimiento y porque sólo son capaces de reacciones automáticas; es decir, que son como máquinas que realizan sus actividades gracias a un mecanismo interno —el llamado instinto o los patrones fijos de conducta—, por lo que no piensan ni sienten.
Pero lo cierto es que los humanos estamos estrechamente vinculados con los animales —o, mejor dicho, con los animales no humanos—, tanto en sus capacidades innatas como en las que son adquiridas a partir de la experiencia. Así, en lo que respecta a la facultad de la inteligencia, ésta no es algo que se tiene o no se tiene, sino que resulta de un proceso evolutivo que se expresa en grados y habilidades con gran variabilidad.

Lo anterior lo ejemplifica claramente el divulgador científico cubano Alfonso Silva Lee, al comentar que algunos seres vivos solucionan sus “problemas” básicos de no dejarse comer, alimentarse y reproducirse con un cerebro de tamaño respetable, mientras que otros logran lo mismo con uno pequeño. Esto quiere decir que a cada uno le basta su propia “sabiduría” para salir adelante.
Diversos estudios han documentado la inteligencia y la capacidad de resolver problemas que tienen pulpos, orcas, elefantes, cuervos, simios y hasta las arañas. En el caso de los perros, entrañables mascotas descendientes de los lobos que comparten nuestra comida, casa y afecto desde hace más de 30 mil años, hay pruebas de que son capaces de resolver problemas complejos, de interpretar señales sociales tanto de humanos como de sus congéneres, de imitar conductas humanas como trasladar objetos de un lugar a otro, y de usar su memoria espacial para orientarse en laberintos y encrucijadas.
Lo anterior me recuerda la historia relatada por Silva Lee, a su vez retomada del libro The Descent of Man (1871) —El origen del hombre, en español— de Charles Darwin, donde se habla de un perro de caza que llegó hasta el lugar donde estaban dos perdices derribadas por disparos, una de ellas muerta y la otra, apenas herida. Estos perros, cuando están bien entrenados, jamás estropean ni mucho menos matan a las aves caídas por los perdigones.Según la crónica, el perro tuvo el suficiente “seso” para primero asegurar entre sus dientes a la que aún era capaz de correr, y sólo entonces ir a recoger a la segunda. Pero lo más interesante fue que, cuando llegó ante ésta, se detuvo un momento, como si considerara sus acciones: si abría el hocico para agarrar la segunda ave, la que tenía sometida y estaba viva podría escapar; ante el dilema, se decidió por lo que nunca había hecho, pero que era la alternativa óptima: apretó las fauces, mató a la perdiz herida, entonces recogió a la otra y llevó ambas al cazador. Esto es una muestra de cómo los perros manifiestan funciones cognitivas.

Reforzando esta idea, un estudio científico de 2022 publicado en el International Journal of Comparative Psychology[1] puso en relieve el desarrollo de conductas creativas por parte de los canes. Sus autoras, académicas del Eckerd College de Florida, recibieron el apoyo de siete ciudadanos —tres de ellos eran entrenadores profesionales y uno, de mamíferos marinos— que, junto a sus mascotas adiestradas, brindaron datos relevantes para el trabajo.
Primero, los entrenadores entregaron una lista de los comportamientos aprendidos que sus perros eran capaces de hacer, para distinguirlos de los nuevos; después, fueron entrenados con un estímulo verbal —de la misma forma que se hace con los delfines— para condicionarlos a realizar algo diferente con cada estímulo, y se reforzó cualquier comportamiento novedoso o creativo hasta que el can comprendía el estímulo verbal de “¡Crea!”, con el que se le solicitaba una reacción novedosa. El único criterio para calificar un comportamiento como creativo fue que no se hubiera adquirido durante su entrenamiento, por lo que la única respuesta incorrecta era un comportamiento repetido. Aquí podemos ver la sesión de entrenamiento de comportamiento creativo de Frankie, un Pointer Pitbull:
Los siete perros que participaron en el estudio —de cuatro años de edad promedio y razas Border Collie, Spaniel bretón, Beagle Bull, Bullboxer Pit, Kelpie Lab, American Staffordshire Terrier mezclado y Pointer Pitbull mezclado—, realizaron comportamientos creativos no repetidos durante el transcurso de sus pruebas, lo que respaldó la hipótesis de las investigadoras de que los perros poseen la capacidad de ser creativos, de recordar comportamientos ya realizados y de producir series de ideas únicas.
Este tipo de estudios de la cognición canina tienen implicaciones directas para los perros de trabajo, desde perros guía hasta perros detectores y perros de terapia, pues se cree que la cognición es el secreto del éxito en sus labores en favor de los seres humanos. Finalmente, estimado lector, ¿estás listo para estimular y desarrollar la creatividad escondida de tu fiel compañero de cuatro patas?

[1] Willgohs, Kaitlyn Rose; Williams, Jenna; Franklin, Elaina; Highfill, Lauren. 2022. “The Creative Canine: Investigating the concept of creativity in dogs (Canis lupus familiaris) using citizen science”. International Journal of Comparative Psychology, núm. 35. Consultado en: https://escholarship.org/uc/item/91c829qx