Ya lo reclamaba Alicia, la del País de las Maravillas: “¿De qué sirve un libro si no tiene ilustraciones?” Y es que muchos niños abren los libros antes de saber leer para contarse la historia a partir de las imágenes. Se dice que las ilustraciones sirven para que el niño pueda ir siguiendo la narración, pero las mejores ilustraciones son las que realmente acompañan al texto y alborotan la imaginación tanto como las palabras.
¿Quién no tuvo un libro en el que la ilustración del lobo, de la bruja o del ogro era de lo más interesante, por ser tan temible como hermosa? Con ilustraciones así se sentía con más fuerza el “para comerte mejor” y el cuento se plagaba del más rico asombro. Wilhelm y Jacob Grimm son los responsables de que muchos cuentos de hadas estén hoy en el papel, para maravilla de chicos y grandes; pero, ¿a quién debemos agradecerle que las versiones para niños estén ilustradas? Al tercer y menos reconocido hermano de la familia Grimm: Ludwig Emil.
Ludwig Emil Grimm nació en Hanau, Alemania, el 14 de marzo de 1790; fue el sexto hijo de Philip Wilhelm Grimm y Dorothea Zimmer, y hermano menor de los afamados Wilhelm y Jacob. Tras la muerte de sus padres, éstos se encargaron de mantener a Ludwig, quien desde joven había mostrado ser un dibujante talentoso, por lo que en 1806 fue enviado a la Academia de Bellas Artes de Múnich. Ahí aprendió la técnica de grabado y aguafuerte de su maestro, Carl Ernst Christopher.
Retrato de Jakob y Wilhelm Grimm, 1843
Ludwig Emil fue el retratista oficial de la familia Grimm: gustaba de plasmar momentos íntimos y rutinarios como cenas, días de campo y juegos de cartas. También hizo retratos de Wilhelm y Jacob, así como grabados para conmemorar nombramientos públicos. Asimismo, le interesaban las escenas de campesinos y paisajes. En 1816, después de haber hecho un viaje por Italia, publicó su primera serie de grabados inspirados en ese país. Mientras Ludwig completaba su educación y se hacía de algo de experiencia, sus hermanos ya dedicaban sus vidas al trabajo por el que serían reconocidos mundialmente a través de los siglos.
Esposa de granjero con sus hijas, 1813
A Jacob y Wilhelm Grimm se les acredita la autoría de los más famosos cuentos de hadas; pero, más que eso, fueron asiduos recopiladores de la tradición oral. Eran afines al romanticismo; por eso buscaban rasgos de identidad nacionalistas en la lengua alemana y sus diversas expresiones: además de recopilar siete volúmenes de cuentos populares, los Grimm también escribieron una gramática alemana y un diccionario etimológico alemán.
En 1812, se publicó el primer volumen de Cuentos de la infancia y el hogar —Kinder und-Hausmärchen. En principio, el trabajo de Wilhelm y Jacob era de corte académico, buscaba recopilar el genio del pueblo alemán y preservarlo por escrito como parte de un patrimonio cultural. A pesar de ello, sus cuentos fueron muy bien recibidos por el público infantil.
Frontispicio de Cuentos de infancia y del hogar, 1819
En 1823, se publicó una edición inglesa de la recopilación con el título de Cuentos populares alemanes —German Popular Stories—, con ilustraciones de George Cruishack. Por la riqueza de las historias y su acompañamiento gráfico, esta edición fue muy popular entre los pequeños.
Antes de dicho éxito, Jacob y Wilhelm se habían negado a añadir ilustraciones a los cuentos, pues creían que éstas les restarían seriedad. Su editor, George Reimer, había insistido en una edición ilustrada, pero lo único que consiguió fue que, en 1819, los hermanos le encargaran a Ludwig Emil la ilustración de un niño y una niña para la portada de uno de los volúmenes.
Al ver el éxito de la versión ilustrada por Cruishack, Jacob, Wilhelm y Reimer prepararon una edición con cuentos selectos para niños. Mientras que en los siete volúmenes originales se incluían cuentos crueles o violentos, en ésta fueron excluidos y de otros se atenuaron algunos detalles. En este volumen aparecieron sus cuentos más emblemáticos: “Hansel y Gretel”, “Caperucita Roja”, “La Bella Durmiente” y “Cenicienta”, entre otros.
Caperucita Roja, 1825
Para la edición, Ludwig recibió el encargo de siete ilustraciones que acompañarían a los cuentos. Wilhelm no le hizo la tarea fácil a su hermano: constantemente insistía en cómo debían de verse los grabados para plasmar su visión, pidiéndole diseños intrincados que transmitieran el ambiente de un cuento de hadas. Ludwig cumplió con los encargos y, humildemente, firmó como “L. E. Grimm”.
Esta versión en alemán ilustrada se publicó en 1825 y fue un rotundo éxito; con el tiempo, sería traducida a muchas lenguas y las ilustraciones de Ludwig se reimprimirían alrededor del mundo. El libro quedó firmado “por los hermanos Grimm” y a la historia pasaron los nombres de Wilhelm y Jacob, no así el de Ludwig, quizá por desconocimiento de su papel. Además, en su tiempo se consideraba a los ilustradores como artistas menores y era común no darles crédito, de modo que muchos de ellos fueron condenados al anonimato.
Es muy probable que, sin las ilustraciones de Ludwig Emil, la edición infantil de Cuentos de la Infancia y el Hogar habría sido menos célebre, y la fama mundial de sus cuentos habría tomado más tiempo en construirse.
Ludwig Emil tuvo la fortuna de ser un Grimm y, por esa razón, pudo ilustrar algunos de los cuentos más queridos, no sólo de Alemania, sino de la humanidad entera. Fue su talento el que ha permitido que éstos sigan alimentado la imaginación de los niños… y quizá así será hasta que el bosque encantado deje de tener buenas historias para antes de dormir.
[1] La principal fuente de información de este texto fue el artículo “El tercer hermano Grimm”, de Adolfo Córdova Ortiz, publicado en la Revista de la Universidad Autónoma de México en noviembre de 2018.