Más nos vale no quedarnos sin coral

Más nos vale no quedarnos sin coral
Fernando N. Acevedo

Fernando N. Acevedo [1]

Inspiración

Viven bajo el mar en enormes colonias constituidas por miles de individuos que se visten con una inmensidad de formas y colores, por lo que parecen árboles sumergidos que se mecen abandonados al caprichoso ritmo de las corrientes. Son conocidos, genéricamente, bajo el nombre de corales, y todos los hemos visto alguna vez; los más afortunados los han admirado al bucear; los menos han podido maravillarse con algunas escenas de películas o documentales de televisión en los que otros habitantes subacuáticos, como peces, crustáceos o moluscos, pasan la existencia inmersos en estos bosques submarinos.

A una colonia extensa de corales se le denomina arrecife. Propiamente hablando, los arrecifes de coral forman un ecosistema que se inserta en un ecosistema mayor. Ciertos arrecifes, como la Gran Barrera Coralina de Australia, pueden llegar a tener una extensión de hasta dos mil kilómetros de longitud. Todos los arrecifes coralinos comenzaron a formarse hace miles de años con un pólipo, un animal pequeño y suave parecido a una anémona que se “pega” a una superficie dura.

Acercamiento a un arrecife de coral

Algunos corales de forma rocosa expiden carbonato de calcio a lo largo de su vida y forman, de esta manera, un exoesqueleto que los protege. Conforme los pólipos crecen y mueren, van creando los arrecifes que conocemos. Otros corales que no producen carbonato de calcio son suaves y tienen tentáculos en forma de aguja que usan para capturar su comida durante la noche, ya que de día se ocultan para evitar que los peces y otros depredadores se alimenten de ellos. Las estructuras increíbles que podemos apreciar hoy en playas mexicanas —principalmente en Yucatán y Quintana Roo— se han formado a través de largo tiempo, y constituyen uno de los sistemas vivientes más grandes y antiguos de la Tierra.

Peces payaso en su hábitat

Clases de coral

El coral tropical se encuentra entre los 30º de latitud al norte y sur del ecuador, en zonas donde la temperatura del agua en la superficie no desciende los 16º C. El área total de arrecifes de coral tropical en el mundo es de 284,300 km2, y en promedio crecen de uno hasta cien centímetros al año. Las algas que viven dentro de estos corales obtienen sus nutrientes del plancton capturado por el pólipo; a su vez, las algas dotan al pólipo de algunos nutrientes mediante la fotosíntesis. Es por ello que este tipo de coral vive en zonas poco profundas y con agua cristalina, pues así las algas pueden captar los rayos solares. Además, las algas brindan color al coral: si éstas se estresan, debido a que el agua se calienta demasiado, abandonan al coral, que se tiñe de blanco debido al carbonato de calcio de sus esqueletos. A este fenómeno se le conoce como “blanqueamiento del coral”.

Blanqueamiento del coral

Por otro lado, se encuentra el coral de agua fría, que vive en aguas cuya profundidad va desde los cuarenta hasta los dos mil metros. Este tipo de coral no convive simbióticamente con algas, por lo que no necesita luz solar para sobrevivir y se alimenta únicamente de partículas alimenticias dispersas en el agua. Sus pólipos suelen ser más grandes que los del coral tropical, y los arrecifes que forman se encuentran en la plataforma continental, en lugares con corrientes veloces y topografías accidentadas, con montañas, crestas y picos submarinos.

Corales de aguas profundas

Aunque su tasa de crecimiento es de entre cinco y veinticinco mm. anuales, los corales de agua fría logran formar arrecifes de gran tamaño. En Noruega, el arrecife de la Isla Røst tiene una extensión de cuarenta kilómetros de largo y entre dos y tres de ancho, y otro arrecife noruego tiene ciento sesenta y cinco metros de altura.

El número de especies de coral de agua fría es menor que el de coral tropical, pero son el hogar preferido de animales como abanicos marinos, esponjas, gusanos, estrellas de mar, erizos, crustáceos y peces. Aunque la cantidad de especies de peces que los arrecifes coralinos de agua fría atraen es pequeña —apenas treinta o cuarenta contra las 3 mil de algunos arrecifes tropicales— el número de individuos es muy alto, pues los arrecifes son excelentes lugares para el desove y la crianza.

El WWF —acrónimo de World Wildlife Fund, o Fondo Mundial para la Naturaleza, en español— ha establecido como una de sus prioridades la protección de los arrecifes de coral, pues además de ser ecosistemas importantísimos para la vida marina, también tienen un gran valor para la humanidad: la pesca y el turismo se ven enormemente beneficiados por la existencia de estos arrecifes, que también sirven como protección costera contra tormentas, tifones, huracanes y tsunamis; asimismo, son una fuente importante de investigaciones médicas para encontrar y producir medicamentos contra enfermedades como el VIH y el cáncer, además de poseer un valor intrínseco al estar íntimamente ligados a las culturas y sociedades costeras.

Las principales amenazas para el coral las constituyen el cambio climático, las prácticas destructivas de pesca, el turismo irresponsable, la contaminación de los mares, la sedimentación y la minería del coral. Las siguientes cinco acciones son fundamentales para protegerlo:

1. Luchar contra el cambio climático. El calentamiento global afecta a las algas en las que vive el coral que, a su vez, provee de alimento y refugio a una gran diversidad seres vivos. Los arrecifes de coral son el hogar del 25% del total de la vida marina.

Corales: hábitat de numerosas especies

2. No utilizar métodos de pesca masivos o destructivos. Cualquier cosa que destruya al coral afectará tarde o temprano a ese 25% de vida marina —aquí cabe mencionar que el 80% de los arrecifes superficiales está sobreexplotado debido a la pesca. El uso de explosivos, químicos y la pesca masiva, denominada “de arrastre”, o el método llamado muro-ami —en el que se golpea y fractura el coral para espantar a los peces y capturarlos cuando salen de sus escondites— debilitan el ecosistema, impidiendo al arrecife y a su fauna renovarse a un ritmo adecuado.

3. Hacer turismo responsable. Se estima que el 58% de los arrecifes de coral está amenazado por la actividad humana. Un magnífico comienzo para reducir nuestro impacto como turistas es no arrancar coral, no pisarlo, tocarlo ni dañarlo de ninguna manera. También es muy importante no afectar su hábitat con químicos, plásticos ni otros materiales contaminantes que afecten al coral o a la biodiversidad que alberga. Del mismo modo, es recomendable no comprar recuerdos hechos con este material.

4. Ayudar a evitar la sedimentación. Para evitar la sedimentación, se puede limitar o erradicar la tala de los manglares, cuyas plantas no sólo sirven de escudo para las tormentas, tifones y huracanes, pues sus raíces, además, filtran los materiales que la actividad humana arroja a los ríos que desembocan en el mar.

5. No utilizar al coral como material de construcción. Por desgracia, el coral se explota para fabricar ladrillos, rellenar carreteras o incluso para producir cemento. Es mejor buscar opciones sustentables.

Imaginemos un mundo donde estemos a merced de los meteoros acuosos y de la escasez de alimentos que provengan del mar, un mundo sin la hermosa experiencia de ver un arrecife coralino en las costas de nuestro país… No… ¡Más nos vale no quedarnos sin coral!

Cierre artículo

[1] La mayor parte de la información del presente artículo fue obtenida del sitio oficial del World Wildlife Fund.

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