Mente elástica: la capacidad de reinventarnos

Mente elástica: la capacidad de reinventarnos
Franz De Paula

Franz De Paula

Creatividad

Si sueñas con ser capaz de aprender nuevos idiomas, transformarte físicamente de forma drástica, deducir con precisión sólo a partir de la observación, resolver problemas matemáticos complejos, potenciar tu capacidad de concentración, soportar condiciones extremas, desarrollar memoria fotográfica o leer más rápido, es hora de que lo sepas: ya lo eres. Tu mente puede crear estos increíbles cambios y muchos más, de forma duradera, gracias a la neuroplasticidad.

Tu mente y tú se funden en un sitio muy pequeño y, al mismo tiempo, infinitamente grande. Todo lo que te hace ser tú está ahí. Lo que sabes, lo que recuerdas y lo que deseas se esculpe en esa telaraña palpitante, en la que una civilización de cien billones de neuronas conversan entre sí. A su modo de platicar le llamamos sinapsis: impulsos eléctricos se vuelven intrépidos mensajes que, de una neurona a otra, saltan entre sus vacíos infinitesimales, justo donde sus dedos casi se tocan. Esto sucede a la velocidad más rápida posible, en secuencias armónicas, a lo largo de una de las redes de comunicación más complejas que conocemos.

Plasticidad o la capacidad para transformarse a sí mismo: así se le conoce a esta característica primordial de nuestro cerebro. Tu red neuronal está siendo modelada continuamente con cada experiencia que vives; enciende un camino si la disfrutas y otro diferente si la padeces. Cada aspecto de la vivencia determina la composición del camino. A medida que repites esa pista, se alumbra cada vez más; engendra vías, circuitos y rutas, y alrededor se construye una estructura cada vez más firme. Así es como se genera el aprendizaje. Los cambios pequeños pero constantes son los que transforman el pensamiento y luego el mundo.

Neuronas

El universo físico que nos rodea es deconstruido y luego reconstruido por el universo interno que es el cerebro, una red dinámica, única y autorenovable. Su filtro se convierte en nuestra realidad. La mente y la conciencia emergen del constante burbujeo neuronal. Si en ese diminuto y enorme lugar vivimos nosotros, ahí también habitan nuestras posibilidades. La neuroplasticidad es nuestra posibilidad de reordenar ese cableado cerebral para adaptarnos: ésa es la premisa de la evolución. Piensa en los cambios neurológicos que realiza alguien que se recupera de un accidente, tan sólo para restablecer sus funciones corporales. Visualiza ahora cómo un atleta olímpico o un concertista profesional perfeccionan su habilidad; ni tú ni yo imaginamos cuántos cambios están sucediendo en sus cerebros con cada soplo.

Pero si lo tuyo es hacer cosas y no platicarlas, entonces intenta transformar tu propia red neuronal. Aprende algo nuevo. Para eso hay que ser constante, como una gotera. Baila, toma fotos, canta, resuelve ecuaciones, pinta acuarelas, súbete a una bici, toca la guitarra, aprende francés. Mientras más practiques algo y te enfoques para hacerlo, mejores resultados tendrás al desarrollar esa habilidad o, en su caso, para superar ese obstáculo. Cuando haces esto, las sinapsis que antes no se prendían empiezan a conectarse y crean nuevas pistas neuronales. Esta es la mejor forma para perfeccionar tu habilidad; sólo tienes que encontrar lo que quieres hacer y seguirlo. Puedes escoger lo que quieras.

Hasta hace no mucho se creía que todo cambio en la estructura cerebral podía suceder únicamente durante la niñez, y que uno nacía con un cierto número de neuronas y que ya no podía ganar más, sólo ir perdiéndolas irremediablemente. Pero investigaciones más recientes sostienen que el cerebro genera conexiones neuronales nuevas y altera las que ya existen: aprende del entorno, la conducta y la nueva información para crear recuerdos nuevos. A eso se le conoce como neurogénesis, y se han descubierto varias formas para estimularla:

  1. El ejercicio físico regular fomenta la generación de estructura neuronal.
  2. Con la restricción calórica en la alimentación, el cuerpo compensa el requerimiento energético; esto estimula el cerebro y también la producción de neuronas.
  3. El sexo dispara una enorme cantidad de químicos en el cerebro, sobre todo en el hipocampo, donde regularmente se produce neurogénesis adulta.
  4. Ingerir alimentos con propiedades neuroestimulantes, como el té verde —que contiene EGCG, una sustancia vinculada a la generación neuronal—,  la cúrcuma —una especia de la comida india—, los arándanos —actúan como antioxidantes— y el pescado —por su alto contenido en Omega-3.
  5. Finalmente, y aunque su uso es objeto de debates legales y médicos, sustancias como la psilocibina, presente en los hongos alucinógenos, y el THC de la marihuana, parecen vincularse con el nacimiento de nuevas células neuronales y actuar como ansiolíticos y antidepresivos naturales.

Como todo en la vida: si hay ganancia, también puede haber pérdida. Así como hay conexiones que se fortalecen cuando experimentamos cosas nuevas, hay otras que no se usan y son eliminadas. Es el cerebro despuntándose, haciéndose una poda sinápticalas neuronas que usamos con mayor frecuencia desarrollan conexiones más sólidas, mientras que las que se usan rara vez o nunca eventualmente desaparecen. Crecer y convertirse en un adulto cobra su cuota neuronal, pues paulatinamente olvidas cosas que de niño hacías. Y con nuestra adicción a estar ocupados[1], quizá nos haga perder más que eso. Pienso en lo que pasa cuando dejas de vivir cosas, de pensar, de sentir o de aprender: te pierdes, porque dejas de ser tú por dentro. Lo veo en todos y lo veo en mí cuando me olvido de hacer lo que más me gusta.

No son las grandes cosas súbitas las que transforman, sino el paciente y gradual proceso de algo impasible como el tiempo. Quizá la pérdida de un ser querido no me pueda llevar a la locura, pero sí la agujeta que constantemente se me desata. Somos todas esas pequeñas cosas que, aunque las desdeñemos, nos siguen moviendo por dentro. Somos fragmentos de ignorancia y genialidad, y entenderlo es una ventaja. Estamos en tiempos de aprender y desaprender. Podemos transformarnos en todo, ser lo que queramos y reinventarnos en lo que más amamos.

Nuestra mente es elástica. Contamos con un cerebro talentoso que sabe adaptarse y cambiar por nuestra conducta y por nuestra experiencia. Tenemos la habilidad natural de reinventarnos. No imagino una mejor ventaja: la capacidad innata de transformarnos después de ser impregnados por nuevas experiencias y generar cambios que, quizá hasta el momento, se consideraban impensables. Todo es relativo, incluso lo imposible. Somos nuestros imposibles vencidos y nuestros miedos conquistados. Para mí, lo anterior es la definición del placer. Esta es una exhortación a todos nosotros, los humanos, para continuar maravillándonos.

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[1] v. Del mismo autor: Bicaalú 76, septiembre 2016, “La adicción a estar ocupado“; pp. 8-11.

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