Dice un adagio bíblico que “no hay nada nuevo bajo el sol”; pero muchas veces las perlas de sabiduría ancestrales tienen que transformarse para volver a llamar nuestra atención. Por ejemplo, una inscripción en el templo de Delfos de la antigua Grecia decía “Conócete a ti mismo”, y a pesar de que es un conocido consejo milenario, ¿cuántos realmente hemos hecho algo para aplicarlo?
Esto mismo aplica al concepto que actualmente se conoce como mindfulness. Si mind signfica ‘mente’ y mindful es un adjetivo aplicado a un ser consciente que está prestando atención, mindfulness es ese estado en que prestamos total atención. ¿A qué? Al aquí y ahora, a lo que pasa frente a nuestros ojos e inunda nuestros sentidos, así como al mundo interior, a los pensamientos y emociones, temores y esperanzas provocados por acontecimientos del presente, recuerdos del pasado o deseos para el futuro.
Vista así, parecería una tarea sencilla; pero cualquiera que lo haya intentado sabrá que no lo es. Desde siempre, los humanos hemos tenido dificultades para concentrarnos en lo que ocurre frente a nuestros sentidos porque la mente es una herramienta evolutiva que nos permite escrutar la realidad inmediata, pero también abrirnos a todo un mundo paralelo de posibilidades pasadas, presentes y futuras.
Esta habilidad única es también nuestra maldición. El diálogo interno, “la loca de la azotea”, puede convertirse en un velo que se coloca frente a nuestros ojos y sentidos, y condiciona nuestra percepción de la realidad; así, en lugar de simplemente observar, hacemos juicios de valor o inventamos historias sobre cómo debería ser la realidad. De ahí la necesidad de esforzarnos en desarrollar la consciencia del momento actual.
Pero decía que el mindfulness no es algo nuevo pues, por ejemplo, forma parte del plan de acción recomendado por el Buda histórico, Siddartha Gautama, para remediar el malestar vital que desde hace más de dos mil años afecta a la humanidad. El Óctuple Noble Sendero consiste en ocho provechosas acciones con las que se busca alcanzar el Nirvana, y una de ellas es la correcta atención. También en otras tradiciones se pueden hallar ejercicios espirituales o prácticas que buscan acrecentar la atención y la concentración como un primer paso para otro tipo de ejercicios espirituales.
Ahora bien, ¿resulta necesaria la mindfulness en nuestros días? La respuesta es: sí, totalmente. Si en los tiempos cuando la gente era capaz de concentrarse durante un tiempo considerable ya existía la recomendación de tomarse un tiempo para estar consigo mismo y meditar, ¿qué podemos decir de esta segunda década del siglo XXI, en que la mayoría de nosotros traemos en el bolsillo un dispositivo diseñado para hacernos adictos a la información, a la novedad, a la gratificación instantánea y a la distracción?
Los smartphones pueden ser maravillas tecnológicas en muchos sentidos, pero las redes sociales que consultamos en ellos están programadas para hacernos buscar la aprobación y satisfacción inmediatas, así como sentirnos populares, ocurrentes e influyentes. Eso es todo lo opuesto a la mindfulness, que podría considerarse un antídoto para la distracción crónica que padecemos y que hace que todo el tiempo, incluso durante las horas productivas, estemos curioseando por las redes.
¿Cómo puedes empezar a aplicar la mindfulness? Existen diversas técnicas, pero aquí te compartiré tres que son muy sencillas de realizar:
La forma más simple es atender a los sentidos: dejar lo que estés haciendo y describir para ti mismo —puede ser por escrito— qué ves, qué escuchas, qué aroma percibes, qué sabor hay en tu boca, qué percibes con tu piel —como la temperatura, la textura o la holgura de tu ropa— o si sientes algún malestar. Puedes aplicar esta técnica en momentos específicos, como al iniciar o terminar la jornada, o programar un temporizador para que suene cada cierto periodo irregular: por ejemplo, cada 222 minutos, que equivalen a tres horas y cuarenta y dos minutos. La ventaja de estos periodos irregulares es que impiden que te anticipes al momento es que sonará la siguiente alarma y así tu momento de interrupción e introspección será más espontáneo.
Otra técnica es la que los sabios chinos conocían como “mente de aprendiz”, que consiste en tratar de ver al mundo como si fuera la primera vez que lo ves. Para este efecto, me he inventado un guión: imagino que estoy en el inicio una película de arte sin diálogos, difícil de entender, yo soy el personaje principal y alguien está mirando la cinta; desde esa perspectiva, ¿cómo se vería cada una de mis acciones y cada elemento de mi entorno?
La última técnica es una adaptación de algo que sugiere Alejandro Jodorowsky en su libro Psicomagia. Toma una fruta y dedica toda tu atención y todo el tiempo que sea necesario a experimentarla como si fuera la última de su especie y se te hubiera concedido el placer de comerla; hazlo con sumo cuidado, con la misma atención de los japoneses en su ceremonia del té. Al final, examina cómo te sientes con esa experiencia.