Desde hace varias décadas, y ahora en medio del ajetreo de la “nueva realidad” posmoderna que nos ha tocado vivir, se ha hablado del multitasking como una forma de ser más eficientes y aprovechar mejor el tiempo. Ya sabes: lavar los trastes mientras hablas por teléfono o leer y responder correos electrónicos mientras “estás en una junta” por Zoom son ejemplos claros de ello. Pero, en años recientes, ha surgido evidencia de que llevar a cabo simultáneamente dos o más tareas no es tan bueno después de todo… pero depende de para qué.
Lo que dicen los especialistas es que en realidad no estamos realizando diversas tareas a la vez, sino más bien saltando de tarea en tarea. El doctor Kevin Paul Madore, neurocientífico de la Universidad de Stanford, explica que “cuando acometemos una tarea, involucramos varias redes cerebrales que se ocupan de la atención y del control cognitivo […]; pero cuando intentamos realizar múltiples tareas al mismo tiempo, creamos interferencias entre ellas, lo que conduce a un procesamiento más lento e, incluso, a errores”.
Madore explica el concepto de los task switch costs —o “costos por cambio de tarea” en español—, que son las pérdidas en velocidad o en precisión del pensamiento que tienen lugar cuando uno salta de una tarea a otra y que, aunque son mínimas, a la larga pueden afectar negativamente a la memoria de corto y largo plazos. Si sucede en el ámbito laboral, esto tiene un impacto en la productividad, como lo explica Marc Milstein en un artículo para Fortune, pues durante el multitasking el hipocampo —una parte del cerebro— no tiene oportunidad de transferir la información crítica a la memoria de largo plazo, lo que genera esos “pequeños olvidos” tan frecuentes cuando uno anda en mil cosas y, también, que a media tarde uno sienta que la cabeza le pesa una tonelada.
Pero ese es sólo un lado de la moneda. Si bien las tareas múltiples parecen ser un impedimento para la atención, la retención de la memoria y la productividad —es decir, la cantidad de “palomitas” en nuestra lista diaria de pendientes—, estudios científicos han revelado que entre más tareas realizamos, más ideas creativas somos capaces de generar; o, al menos, eso es lo que hallaron Chaitali Kapadia y Shimul Melwani de la UNC Kenan-Flager Business School durante su estudio titulado, justamente, “More Tasks, More Ideas: The Positive Spillover Effect of Multitasking on Subsequent Creativity”.
En dicho trabajo, las investigadoras asignaron distintas tareas a un grupo de estudiantes, el cual dividieron en dos: una parte las realizó simultáneamente —es decir, hizo multitasking— y la otra, de forma secuencial; después, todos fueron sometidos a pruebas para medir la creatividad y la habilidad analítica. La conclusión: quienes hicieron multitasking generaron más soluciones creativas al problema propuesto, sin menoscabo de su capacidad de análisis.
La explicación que ofrecen Kapadia y Melwani es que el multitasking genera una mayor demanda de recursos cognitivos, tales como la atención y la memoria a corto plazo, por lo que el cerebro activa más recursos para satisfacer dicha demanda; una vez que se alcanza ese nivel de actividad cerebral, uno puede usar esa “energía extra” de distintas formas creativas debido a la flexibilidad cognitiva.
Entonces, ¿es bueno o malo realizar distintas tareas al mismo tiempo? Como sugiere el título de este artículo, tal vez todo dependa de qué queremos lograr: si se busca precisión, atención fija, concluir tareas y almacenar en la memoria lo que hacemos, lo mejor parece ser enfocarse en una tarea a la vez; si deseamos generar ideas nuevas, vincular conceptos disímbolos o entrar en un estado de inspiración creativa, quizá un poco de multitasking sea el “empujoncito” o la chispa que hace falta para echar a andar la maquinaria de la creatividad.