A menudo se piensa en la creatividad como si fuera un don divino exclusivo de unas pocas almas afortunadas que, en arranques de genialidad, escuchan los susurros de las musas y son capaces de generar imágenes, frases o ideas novedosas que deleitan a muchos y revolucionan al mundo. Pero esta capacidad creativa, ¿tiene utilidad en el mundo empresarial y de los negocios?
Aunque, por influencia del mundo artístico y de la publicidad, el estereotipo del profesional creativo remite a hombres y mujeres extravagantes, desaliñados, hipersensibles y un tanto románticos, es un hecho que el pensamiento creativo y la capacidad de aportar aproximaciones innovadoras para solucionar problemas y superar desafíos se han convertido en habilidades cada día más apreciadas por empresas en distintas industrias, reclutadores y cazadores de talento.
Así es: el pensamiento creativo no sólo resulta en un pegajoso eslogan publicitario, en portadas cautivadoras, en una narración con un estilo único, en videos alucinantes o en prendas con diseños llamativos, sino también en planes de negocio aventurados, en líneas y procesos de producción innovadores, y en diferenciadores y productos que potencian la expansión de un negocio.
Un documento de la Escuela de Negocios de Harvard afirma que el pensamiento creativo conecta los “dos mundos” en que funciona la operación de una empresa: el operacional, que es rutinario, estructurado, basado en procesos, con objetivos definidos y métricas precisas para evaluar resultados; y el mundo de la innovación, que requiere especulación, curiosidad y experimentación; aunque es arriesgado, incierto y un terreno fértil para errores y fracasos, este mundo es indispensable para el crecimiento de una empresa.
Ambos mundos son igualmente importantes para el éxito de un negocio, pero están separados. Por eso, según Harvard, resulta necesario que los creativos actuales sean capaces de navegar en los dos ámbitos, fomentando la innovación y el pensamiento lateral, pero nunca a costa de la viabilidad financiera de un proyecto o de una empresa.
Entre las ventajas que aporta la creatividad a la operación de una empresa, la Harvard Business School enlista que: conduce a la innovación, pues para que algo sea útil y novedoso es esencial el personal creativo y sus ideas; incrementa la productividad, ya que da el espacio para buscar formas de trabajar, no más duras, sino más eficientes; permite la adaptabilidad al brindar soluciones para un mundo cambiante, y es necesaria para el crecimiento, pues sin ideas nuevas la operación se estancaría y podría ser superada por la competencia.
Para que esto se cumpla, no se trata sólo de generar ideas creativas que quizá no estén muy conectadas con la realidad; en cambio, es necesario cumplir con un proceso que incluya la clarificación del problema, un periodo de generación de ideas y probables soluciones a éste, una fase de desarrollo en que se experimenta a base de ensayo y error, y por último la implementación y evaluación de la solución desarrollada. Ese es el modo de aplicar la creatividad en los negocios.
La reciente pandemia, los confinamientos que derivaron de ella y las formas en que las empresas y los negocios reaccionaron a ella —muchas veces, incluso, reinventándose— son una muestra reciente de cómo la creatividad puede aplicarse en las empresas, los negocios y la generación de riqueza, pues aunque es cierto que “no sólo de pan vive el hombre”, nunca caen mal los beneficios monetarios que uno puede obtener como fruto de la creatividad.