¿Cuántas veces has despertado con una sensación de alivio o liberación, reconociendo un estado de gozo y convencido de que eso lo motivó un sueño… pero no lo recuerdas? O bien, al despertar, ¿has experimentado angustia, culpa o tristeza, y no sabes si fue un sueño lo que los provocó?
Hasta donde sabemos, el Homo sapiens —llamado así por su capacidad para las operaciones conceptuales y simbólicas complejas, así como por su razonamiento abstracto, su introspección y la conciencia de sí mismo— es el único animal que sabe que sueña. Escritores y filósofos de todos los tiempos han hablado de ese territorio desconocido e infinito que alivia miserias —pero también las multiplica—, donde se confunden la vida y la muerte entre cientos de símbolos e imágenes.
Jung y los sueños
Es probable que la interpretación científica de los sueños haya nacido con la publicación del libro Die Traumdeutung —La interpretación de los sueños— (1899) del eminente neurólogo Sigmund Freud, padre del psicoanálisis. Otro de los precursores del estudio del universo onírico fue Carl Gustav Jung —a quien Freud llamaba “su hijo mayor adoptivo, su príncipe heredero y sucesor”—, nacido en Suiza en 1875 y que fundó la escuela de psicología analítica, también llamada psicología de los complejos y psicología profunda.
Desde muy pequeño, Jung se preguntaba por la procedencia de los sueños, y años después éstos se convirtieron en material fundamental para tratar a sus pacientes. Descubrió que lo sucedido en los sueños le permitía acceder a un lugar único y secreto para encontrar sus propias respuestas; en una de sus biografías, Jung cuenta que el hallazgo del concepto del inconsciente colectivo le fue revelado en un sueño en el que veía una casa de tres pisos; al despertar, le embargó una sensación de júbilo, así que procedió a escribir de inmediato su sueño con detalle y, al hacerlo, la pieza que faltaba apareció con una tremenda claridad.
Jung afirma que los sueños conforman un proceso de individuación: se ha comprobado científicamente que lo que se sueña provoca reacciones cerebrales particulares en cada individuo; es decir, la reacción del cerebro no está en el objeto sino en la interpretación que la mente del sujeto da al objeto y, durante el sueño, la persona responde a su propio universo inconsciente y de símbolos, que son únicos e irrepetibles como la huella digital.
¿Es posible hacer un viaje a este territorio individual de significados que es nuestro propio mundo onírico? ¿Y es posible, por lo tanto, conocer mejor nuestro inconsciente? Pensémoslo así: si tú llegas a vivir setenta años, pasarás dormido aproximadamente diecisiete de ellos —es decir, unas 153 mil horas—, y si concibes a tu propio inconsciente como una base de conocimientos profundos acerca de quién eres, de tus miedos, deseos, traumas y complejos, y de lo que te complace o da felicidad, entonces esta entidad psíquica se convierte en una especie de compañera fiel e insustituible para el autoconocimiento.
¿Y cómo puede uno aproximarse al inconsciente? Una de las alternativas es un diario de sueños, que no tiene costo y sólo necesita de tiempo y constancia. A continuación, te sugiero una guía sencilla de consejos y prácticas para visitar y descubrir tu propio “País de los sueños”.
Cómo llevar un diario de sueños
- Elije un cuaderno que te parezca agradable y con el que te sientas cómodo, y planea por cuánto tiempo llevarás tu diario de sueños: tres meses, seis meses, un año, etcétera.
- Guarda tu diario, junto con un instrumento de escritura, en un lugar fijo cerca de tu cama donde dispongas de un espacio físico adecuadamente iluminado para escribir en cualquier momento —incluso si despiertas a mitad de la noche y necesitas transcribir lo que acabas de soñar.
- El mejor momento para escribir es recién despierto. Recuerda anotar la fecha y describir el sueño fielmente, sin tratar de interpretarlo. Si no tienes tiempo de detallar todo el sueño, escribe los puntos más relevantes para desarrollarlos más tarde —pero no dejes pasar mucho tiempo.
- La escritura y posterior interpretación de los sueños debe realizarse con constancia para que se convierta en hábito. Anota todo lo que recuerdes del modo más simple, y a medida que pasa el tiempo descubrirás que te resulta más sencillo hacer descripciones amplias y detalladas.
- Es recomendable expresar las emociones que se perciben al describir un objeto, una persona o una situación. Por ejemplo: si soñaste que te despedían del trabajo, determina si sentiste ira, miedo, frustración, tristeza o impotencia, y escríbelo. Más tarde, esta carga emocional facilitará la interpretación.
- Al principio, es aconsejable que escribas todos y cada uno de los sueños que recuerdes; a medida que ejercites el consciente sobre lo inconsciente, podrás elegir lo que te parezca más relevante por resonancia y significado.
- Aunque interpretar los sueños no es tarea fácil, usa tu intuición como guía y tenle confianza. También puedes someterte a una terapia psicoanalítica, para la cual el diario será de gran valor, y hacerte de un buen diccionario de símbolos.
- Cuando viajes, no olvides tu diario. Estar en un sitio distinto al habitual estimula con mayor fuerza al inconsciente, así que permítete escribir tus sueños durante el viaje.
- Una alternativa al diario escrito es tener a la mano una grabadora —puede ser incluso la del teléfono inteligente— para relatar oralmente los sueños de cada mañana. Consérvalos ordenadamente y con fechas.
- Tu diario de sueños es estrictamente personal; guárdalo celosamente y no lo compartas con nadie —excepto con tu analista, claro está.