
Un pequeño campeón de ajedrez o una pequeña científica son las imágenes que vienen a nuestra mente cuando evocamos el término “niño prodigio”. Se trata de casos aislados de talento singular que se manifiestan a edad temprana, antes de los diez años de vida, y se caracterizan por el dominio de uno o más campos artísticos o científicos con un nivel equiparable, o incluso superior, al de los adultos.
Así, por ejemplo,está el caso de Mozart, el niño prodigio por excelencia, quien compuso sus primeras piezas en el clavicémbalo a los cinco años y sorprendió al mundo con su memoria extraordinaria —capaz de albergar partituras completas—, al tocar el Miserere de Gregorio Allegri tras escucharlo tan sólo un par de veces. Como en Mozart, existe algo fascinante, casi ominoso, en estos pequeños de habilidades excepcionales que, sin embargo, no dejan de sentir una gran obsesión por los caramelos, como cualquier otro niño.
Aunado a los factores genéticos que favorecen una alta capacidad cognitiva, el entorno también tiene mucho que ver en el surgimiento de estos pequeños depositarios de un inconmensurable potencial: el apoyo y la motivación de sus padres y la constante estimulación de su curiosidad serán de gran importancia para que su talento sobreviva al paso del tiempo.
Muchos niños prodigio sufren de soledad e incomprensión debido a que los temas de su interés o su exacerbada sensibilidad resultan extraños para otros chicos de su edad. Además, las altas expectativas de sus padres y maestros pueden traducirse en ansiedad y perfeccionismo paralizante, lo cual contribuye a que los pequeños se sientan exiliados del mundo infantil, pero también del adulto pues, aunque su capacidad de razonamiento es notable, su fuero interno sigue siendo el de un niño.
A continuación, les presentaré a ocho niños prodigio que los sorprenderán. La mayoría de ellos se convirtieron en adultos excepcionales, aunque hubo uno que no pudo mantener el brillo dorado de su infancia y alcanzó la adultez sin muchos aspavientos.
Sor Juana Inés de la Cruz

Cortesía de www.jorgesanchezhernandez.com
Juana Inés de Asbaje Ramírez de Santillana, una de las estrellas más luminosas del firmamento literario, aprendió a leer y a escribir cuando tenía tres años de edad. Compuso su primera loa eucarística a los ocho, y veinte lecciones fueron suficientes para que dominara el latín. Tal era su genialidad y la fascinación que causaba en quienes la conocían que fue examinada por cuarenta profesores universitarios en la corte del Virrey Mancera, quien dictaminó que “parecía un galeón real defendiéndose de pocas chalupas”.[1] Para escapar de la celda que para ella significaba la vida matrimonial y poder seguir estudiando, ingresó al Convento de San Jerónimo, donde escribió muchos de sus poemas más famosos, a pesar de las intrigas y de la misoginia de quienes se propusieron cortar sus alas.
Stevie Wonder

Cortesía de www.steviewonder.org.uk
A pesar de la discapacidad visual que desarrolló poco después de su nacimiento, Stevie aprendió a escribir música y a cantar, así como a tocar el piano, el órgano, la armónica y los tambores cuando era un niño pequeño. Conocido como Little Stevie Wonder en los Estados Unidos, comenzó su carrera musical con apenas doce años al presentarse en espectáculos y grabar sus materiales profesionalmente. Su habilidad como compositor se manifestó en una miríada de estilos musicales, como el rock, el soul, el blues, el funk y el jazz. Para su cumpleaños número veintiuno, ya había escrito —o coescrito— más de doce éxitos.
Michael Kearney

Cortesía de Sky News
Michael tenía cuatro meses de edad cuando pronunció su primera palabra y, antes de aprender a caminar, ya dominaba el inglés, su lengua nativa. Lo anterior, que parece sacado de la novela Matilda, de Roald Dahl, auguraba un futuro dorado para el pequeño Kearney. Ingresó a la universidad en 1991, con apenas ocho años de edad, y en 1993 obtuvo un título en Antropología, lo cual lo convirtió en el graduado universitario más joven de la historia, según en libro Guinness World Records. Antes de su cumpleaños número veinte, Michael ya había obtenido dos maestrías y un doctorado; sin mencionar que, en 2006, ganó un millón de dólares en el programa de televisión Gold Rush. Tristemente, desde entonces no se ha sabido casi nada sobre él. Quizá se sintió incapaz de mantener el vertiginoso y acelerado ascenso de sus primeras dos décadas de vida.
Judit Polgár

Cortesía de www.ajedrez12.com
El ajedrecista húngaro László Polgár estaba convencido de que los niños prodigio no nacen, sino que “se hacen”. Decía que, bajo su tutela, cualquier infante podía convertirse en un genio, e incluso escribió un manual al respecto. Muchos pusieron en tela de juicio esta afirmación, aunque quizá tuvieron que tragarse sus palabras al enterarse de que las tres hijas de Polgár eran portentos del ajedrez. Susan, la hija mayor, fue la primera mujer en obtener el título de gran maestra de ajedrez en categoría absoluta y Judit, la menor de la tríada, obtuvo el mismo título en 1991, a los quince años de edad, por lo que desbancó a Bobby Fischer como el gran maestro de ajedrez más joven de la historia —aunque, desde entonces, este récord ha sido roto en numerosas ocasiones.
Edmund Thomas Clint

A lo largo de su vida —que fue un suspiro, pues murió antes de cumplir los siete años de edad a causa de un fallo renal—, Edmund creó más de veinticinco mil pinturas. Estaba fascinado por los festivales religiosos y las tradiciones de su natal Kochi, una ciudad ubicada en la Costa de Malabar, en India, así que sus obras son coloridos homenajes al folklor de esta localidad, aunque también pintó escenas cotidianas y paisajes. De forma autodidacta, Edmund alcanzó una calidad artística que los adultos generalmente logran tras años de estudio y práctica. Para muestra, estas pinturas de su autoría:[2]


Blaise Pascal

Cortesía de www.history.com
Otro niño genio autodidacta fue Blaise Pascal, el matemático y filósofo francés. Su padre, Étienne, creía que era mejor que los pequeños primero se enfocaran en el estudio del griego y el latín, para después enfrascarse en las matemáticas y otras ciencias; por ello, ocultó todos los libros de matemáticas de su biblioteca. Sin embargo, según el relato de la hermana de Blaise, “éste dominó las matemáticas sin ningún tipo de instrucción.”[3] Al darse cuenta del talento excepcional de Blaise, Étienne decidió adelantar la educación en matemáticas de su hijo y, poco tiempo después, con diecisiete años de edad, éste publicó su primer trabajo académico. Blaise Pascal no tardaría en inventar su famosa calculadora mecánica y, más adelante, su curiosidad voraz lo llevaría a adentrarse en los terrenos de la filosofía y la teología, en los que también hizo aportaciones importantes.
John von Neumann

Cortesía de www.timetoast.com
El célebre matemático, físico, ingeniero y científico computacional húngaro-estadounidense fue un niño prodigio. A los seis años de edad, era capaz de hacer divisiones con dos números de ocho dígitos —mentalmente, por supuesto— y, antes de su cumpleaños número nueve, ya dominaba cuatro idiomas además de su lengua natal: el inglés, el francés, el alemán y el italiano. Mientras sus congéneres aprendían a hacer multiplicaciones sencillas, él estudiaba cálculo integral y diferencial, y pasaba sus ratos “de ocio” leyendo alguno de los cuarenta y seis volúmenes de historia universal de Wilhelm Oncken. A los diecinueve años, publicó sus primeros trabajos académicos, uno de los cuales contenía la definición de números ordinales que seguimos utilizando hasta la fecha. Durante el resto de su vida no dejó de sorprender al mundo con su genialidad: para enumerar las contribuciones que Neumann hizo a distintos campos de estudio, se necesitaría una enciclopedia.
Avicena

Cierro este recorrido con Avicena, un niño prodigio de la Antigüedad que nació en el año 980 a. C., en la actual Uzbekistán. En lugar de jugar con los chicos de su edad, Avicena prefería pasar su tiempo rodeado por libros de medicina y ciencias naturales, que devoraba con un apetito insaciable. Antes de alcanzar la pubertad, su abanico de conocimientos incluía el cálculo, la física, las matemáticas, la filosofía y la lógica y, con apenas diecisiete años, ya era un célebre cirujano. Dedicó el resto de su vida al estudio de todas las ciencias conocidas de su época y a la escritura de cerca de trescientos libros, gracias a lo cual obtuvo los títulos de “consejero científico” y “príncipe de los médicos”. En la actualidad, Avicena es considerado uno de los padres de la medicina moderna.
Estas historias causan asombro y curiosidad, pero también podrían inspirar a algunos padres a creer en el potencial de sus hijos, como lo hizo László Polgár, sin olvidar que el exceso de presión puede inhibir el nacimiento de cualquier diamante.
Referencias:
- Filgueira, Belén (10 de julio de 2021). “¿Qué convierte a un niño en prodigio?”
- Vila, María (2018). “Sor Juana Inés de la Cruz, la monja literata que defendió que las mujeres pudieran estudiar”.
- “7 Famous Child Prodigies”.
- Nevett, Joshua (23 de diciembre de 2019). “¿Qué ocurre con los niños prodigio cuando crecen?”
- Chandnani, Mona (23 de enero de 2021). “Edmund Thomas Clint: Who Made Over 25000 Paintings During His Short Life”.
- “John von Neumann”.
- Vidal, Alfonso (19 de diciembre de 2017). “Avicena el primero de los sabios”.

[1] Cita obtenida de: Vila, María (2018). “Sor Juana Inés de la Cruz, la monja literata que defendió que las mujeres pudieran estudiar”.
[2] Imágenes cortesía de https://www.keralatourism.org/
[3] Cita obtenida de “7 Famous Child Prodigies”.