
Con frecuencia escuchamos frases como: “Es una mujer muy inteligente”, “Es un hombre muy sabio” o “Ese niño es brillante”, u oraciones que empiezan diciendo “Los sabios griegos…” o “Los genios y sus cerebros increíbles…”, etcétera. Pero, ¿qué es exactamente ser sabio? ¿Es acaso disponer de muchas frases elocuentes y recitarlas en momentos clave? ¿Una habilidad para salir rápidamente de problemas? ¿Dar consejos oportunos? ¿Un superpoder para evitar toda clase de conflictos y vivir una vida ideal? ¿O una combinación de todos los anteriores?
Todo ser humano tiene un potencial sin utilizar que sólo descubre y pone en marcha cuando las cosas van mal o en situaciones de peligro mortal. Este potencial es un recurso que la evolución y la vida van perfeccionando en cada uno de nosotros —por ejemplo, a veces la inteligencia de algunos se hace evidente sólo cuando tienen que sustentarse solos luego de un divorcio inesperado.
La mayoría de los niños criados en situación de confort —esto es, en familias con recursos suficientes para tener luz, agua, casa, transporte, escuelas y actividades recreativas— tiene la vida básica resuelta y esto propicia que los pequeños vivan en un estado de deseo e insatisfacción continuos, casi sin usar su inteligencia, debido a la sobreprotección. En contraste, existen niños que, debido al abandono o la explotación, tienen que salir a las calles a vender, pedir ayuda o robar, y es sorprendente lo astutos, vivos y hasta sabios que pueden llegar a ser. Otro ejemplo es el del empleado que es despedido súbitamente; desesperado, monta varios negocios que antes jamás habría imaginado y, algunos meses después, se ve convertido en un exitoso microempresario que incluso está dando trabajo a otros y ganando más satisfacciones y utilidades que en todos sus años de empleo.
La vida es la única escuela verdadera: esto lo hemos escuchado muchas veces. Pero sus enseñanzas no se reciben cómodamente sentados en pupitres y de la mano de un catedrático bien vestido, sino a través de dos de las maestras más estrictas: la pérdida y la sorpresa. Toda lección de vida es como un maestro que nos da azotes y nos manda a la esquina con orejas de burro, con la única intención de obligarnos a estudiar las lecciones de valoración y creatividad que nos habíamos rehusado a cursar.
Y tú, ¿estás pasando por alguna de estas lecciones de vida?
- Un familiar te maltrata o no te trata como crees que debería hacerlo.
- Tu pareja decidió terminar contigo en la forma más injusta.
- Un ser querido murió sin que aún lo puedas aceptar.
- Te atacaron a través de una red social o un medio de modo sucio o injusto.
- Por ingenuidad, perdiste una gran oportunidad.
- Recibiste una noticia que ha desmoronado tu plan de vida.
- Perdiste algo que no podrás reponer y eso traerá muchas consecuencias.
- Una mezcla de dos o tres de estas opciones.
Si es así: bienvenido, estás en la escuela de la vida. La lección ya está dada, pero tal vez aún no la aceptes o la quieras digerir, y quizá no sepas qué hacer para salir de ella. Por eso te comparto siete poderosas verdades de la vida:
- El pasado no va a regresar ni puedes modificarlo.
- Este reto es justo del tamaño de tu capacidad para resolverlo.
- Lo importante es preguntarte para qué te paso, y no por qué te pasó.
- No eres el primero, y a otros les ha ocurrido algo mucho peor.
- Tus seres queridos te ayudarán, pero tal vez no como tú esperas.
- El problema no es el problema, sino tu mente atorada en su drama adictivo.
- En un tiempo, seguramente podrás reírte de todo esto.
¿Recuerdas alguna vez haber pedido a la vida ser más sabio, más inteligente, acaso genio o incluso tener superpoderes? Pues bien, he aquí la respuesta de la vida: tu curso de capacitación. Puedes estar seguro de que gracias a esta lección de vida serás más sabio y evolucionarás tu existencia más que en todos los cómodos años de escuela, libros y cursos de superación en los que sentías que ya eras una mejor persona o hasta una especie de “ser superior”.
Así, podemos concluir lo siguiente: las lecciones de vida no son para acariciar tu ego, sino para evolucionar y activar tu cerebro; ser sabio no es tener frases elocuentes y declamarlas en el momento clave, sino abordar tus propias crisis con astucia, creatividad y disciplina; dar consejos a otros es una forma de nutrir tu ego y autoengañarte, pero no de ayudarte a ti mismo; tener una especie de superpoder para evitar conflictos y vivir una vida ideal no es ser sabio, sino fantasear y no aceptar la naturaleza de la vida; una lección de vida es la que te toca, te sacude y te muestra tu fragilidad e ingenuidad crudamente y sin avisarte, y la sabiduría es lo que te hace respirar otra vez, levantarte como puedas y mostrar la fuerza que no habías usado antes de tener esa lección de vida.
No importa entonces por qué te paso, sino para qué te paso. Esa es la pregunta clave que te quiero invitar a responder: ¿Para qué me pasó lo que me pasó? Piénsalo profundamente durante todo el día y, antes de dormir, escribe cinco respuestas. Hazlo hoy, vale la pena.
