Imagen: Nick Ut, Associated Press / pxhere.com
Permítanme presentarme, no pertenezco al mundo, al menos no al que ustedes conocen. Vengo de otro tiempo y otro espacio. Soy, ¿cómo dicen ustedes?… sí, extraterrestre. Las personas del lugar donde habito y yo tenemos largo tiempo estudiando diversas formas de vida, es fascinante ver los comportamientos más variados, las conductas más absurdas, los sentimientos más nobles e innobles que uno podría imaginar, esto claro con respecto a nuestras propias concepciones. Y es eso lo que me trae a comunicarme con ustedes, con alguien. No alcanzamos, o desde nuestra óptica no podemos entender a su… ¿especie?… ¿naturaleza?… no queremos ofender… dudamos de la existencia de una naturaleza humana, este cuestionamiento tiene sus bases en lo leído en varios autores; recordamos a una mujer, Simone de Beauvoir, me parece (una de sus mejores exponentes en el ramo de filosofía), quien dice “…nada de lo que sucede al hombre es natural puesto que su sola presencia pone en cuestión al mundo”. Perdón, regreso a mi punto, necesitamos, necesito a alguien quien pudiera aclararme diversos puntos de la conducta humana. Insisto, conocemos algo de ustedes y sé que pedirán algo a cambio, creo poder darles algo valioso, información sobre mi gente, puedo empezar conmigo y cuando sepa lo que pretendo podrán preguntar a voluntad. Soy un joven, si hiciera la conversión a su tiempo, tendría aproximadamente 18 años, vivo lejos de mis padres porque me he independizado, soy científico, casi todos lo somos, utilizo significados semejantes a los suyos para poder comunicarnos. Hablo una lengua extraña y compleja que por alguna razón es idéntica al español (y esa cita es de mi mundo, no de caricaturas amarillentas terrestres).
¿Estamos de acuerdo?, ¿podemos empezar? Mi gente y yo tenemos documentación sobre ustedes, hemos leído a Nikolaas Tinbergen, etólogo y pionero en el estudio del comportamiento animal, interesado en el análisis de los patrones de conducta en animales en cautiverio y en estado natural; estudió el aprendizaje de la conducta, el camuflaje animal, el instinto, el autismo y la agresividad de los seres humanos. Escribe: “Por una parte, el hombre es semejante a muchas especies de animales en que pelea contra su propia especie. Pero por otra parte, entre los millares de especies que pelean, es la única en que la lucha es destructora… El hombre es la única especie que asesina en masa, el único que no se adapta a su propia sociedad”.
Es ese nuestro cuestionamiento, los seres humanos matan, asesinan. Se eliminan unos a otros bajo circunstancias poco claras para nosotros. Disculpará el lector los saltos que hagamos en el tiempo, entienda que estamos lejos de ustedes y que la recopilación no ha sido sencilla.
En el periodo que llaman ustedes Edad Antigua, ciertos pueblos mataban en nombre de su gobierno, que en ese entonces era teocrático, luego, mataban en nombre de un ser supremo (a quien llaman dios y éste elegía directamente al gobernante). Parece que las leyes dictadas por estos personajes, que a fin de cuentas es uno solo, son incuestionables y es absurdo dudar de ellas porque no se cuestiona únicamente la ley, sino el orden del universo construido por esa sociedad. Es así que las personas no adheridas a esas normas no tienen cabida en ese grupo, son nocivas para él, podrían atentar contra todo el orden construido con años de esfuerzo, esas personas son criminales y podrían merecer la muerte.
En los documentos encontrados durante el Medievo nos maravilla la construcción de iglesias bellísimas como la de Nuestra Señora de París. Mientras se llevaba a cabo esta edificación, el pueblo y los trabajadores de dicho edificio disfrutaban su día libre de la siguiente manera: pasaban un sombrero en donde recopilaban una cierta cantidad de monedas, una parte era entregada al celador que había concedido vender a un prisionero, la otra era la paga del verdugo. La gente se alistaba para una verdadera verbena, llevaba viandas en canastas o en delantales, se empujaba para obtener los mejores “asientos”, los niños corrían para estar en primera fila y entonces, el espectáculo daba inicio. Salía el verdugo con el prisionero, comenzaba a torturarlo poco a poco; las técnicas eran sorprendentes, ya que pese a un sufrimiento extremo, la víctima seguía con vida. Ese era el acto principal, el vulgo se regocijaba y rugía feliz ante la agonía del preso, hasta que llegaba el clímax: el asesinato del prisionero, perdón, la muerte del prisionero.
Hasta ahí, por abreviar, irían al menos un par de cuestiones, la primera: ¿es mejor decir muerte que asesinato?, ¿por qué? ¿No ocurrió un asesinato ante la mirada extasiada de cientos de personas? El asesinato, el matar a una persona, ¿tiene justificación? ¿Es mayor la justificación cuando la persona transgrede leyes eternas, divinas, legales o morales? ¿Es justificable cuando la persona es mala?, y ¿cuando no lo es?
Tenemos infinidad de documentos que narran luchas entre religiones. Esa es otra cuestión inexplicable. ¿Se mata en nombre de dios? Encontramos un artículo de un escritor, José Saramago, quien en un ensayo titulado “El factor dios” menciona: “Siempre tendremos que morir de algo, pero ya se ha perdido la cuenta de los seres humanos muertos de las peores maneras que los humanos han sido capaces de inventar. Una de ellas, la más criminal, la más absurda, la que más ofende a la simple razón, es aquella que, desde el principio de los tiempos y de las civilizaciones, manda matar en nombre de Dios. Ya se ha dicho que las religiones, todas ellas, sin excepción, nunca han servido para aproximar y congraciar a los hombres; que, por el contrario, han sido y siguen siendo causa de sufrimientos inenarrables, de matanzas, de monstruosas violencias físicas y espirituales que constituyen uno de los más tenebrosos capítulos de la miserable historia humana”.
Encontramos infinidad de documentos donde se narran tremendos asesinatos a sangre fría, como dicen ustedes. Ante la mirada complaciente de su misma especie, los gobiernos y la moral en turno asesinan a revolucionarios, guerrilleros, activistas, secuestradores, indigentes; pueblos enteros linchan a personas culpables sólo de aparecer en el justo momento en que la ira desbordaba por los poros del Leviatán.
No estamos muy seguros, pero al parecer en el año 1945 de su era, estallaron dos bombas atómicas en un país llamado Japón, el daño fue incalculable tanto para el ecosistema como para su economía; digo que no estamos seguros porque de acuerdo a nuestros estudios ese país, Japón, aunque no se había rendido, estaba derrotado, ¿no es así? ¿Tenían que asesinar a millones de personas a corto, mediano y largo plazo? Créanme, en mi mundo conocemos esos materiales radiactivos y les tenemos respeto, también respetamos las formas de vida. Me desvío de nuevo; contamos con documentos actuales que señalan las invasiones a países en pro de la democracia, los derechos y la libertad. Nueva pregunta, cómo saben cuál es LA LIBERTAD, LA DEMOCRACIA… ¿Cuál es el parámetro para medir esas cosas que tanto aprecian?, lo único que nosotros vemos como extranjeros es la alteridad, el desprecio por el otro, como se plasma en las películas de George Romero, donde el fenómeno se presenta con los zombis, ellos son las víctimas, ejemplifican la alteridad. Una escena que nosotros asociamos con ese comportamiento está en la película El diario de los muertos vivientes, del director mencionado. La gente normal se dedica a cazar zombis; unos granjeros cuelgan del cabello a una mujer zombi, la asesinan practicando tiro al blanco, los hombres ríen y festejan cada vez que los miembros de la mujer explotan, luego los reparten por las praderas; o la escena en donde un anciano desesperado que escondía a su familia, ya muerta y convertida en zombi, es descubierto por un militar quien le dispara en el corazón para que despierte muerto, para que se despierte como zombi.
Tal vez a ustedes les parezca tonto nuestro cuestionamiento, pero, ¿por qué le dan tanto revuelo a los asesinos seriales?, ¿por qué les construyen leyendas y les tejen un traje negro de misterio, locura y malignidad? ¿Por qué justifican a la turba que lincha inocentes bajo el estatuto de justicia?, ¿por qué justifican las matanzas religiosas, políticas, étnicas, y culturales?, ¿por qué, como dijo Chaplin en su personaje de Monsieur Verdoux: “Asesinar a una persona hace de uno un canalla, asesinar a millones, un héroe. Las cantidades santifican”?
Nosotros quisiéramos entender por qué su mundo funciona así, quisiéramos compartir nuestra óptica y tal vez cambiar sus perspectivas, nosotros quisiéramos… fusionar… quisiéramos… nosotros… extraterrestres… ma… extra… ¡Dios mío!… Gracias. Creo que le debo una explicación al lector, todo fue un sueño, un horrible sueño, un loco sueño, quise trascribirlo apenas desperté para narrarlo tal cual y evitar que se hiciera realidad, pero ¡qué tontería, jamás se hará realidad! Yo, en efecto, soy un joven de 18 años, pero vivo con mis papás y soy estudiante de leyes, no científico. Por otra parte, creo fielmente en la organización del mundo y en que todas las cosas tienen un por qué y un para qué. Estoy seguro de que el porqué de este desvarío onírico fueron unos tremendos tacos. Nuestro sistema, nuestros valores son absolutos y por eso, los asesinos, los malos, los criminales, están presos o estarán presos. La justicia existe, si lo sabré yo, que me estoy preparando para ejercerla.