Perfeccionismo y esfuerzo saludable, ¿son lo mismo?

Perfeccionismo y esfuerzo saludable, ¿son lo mismo?

Montserrat Aguilar

Mente y espíritu

¿Te has detenido a pensar qué necesitas para ser feliz? Si lo has hecho, quizás en tu lista estarán objetos y circunstancias como una pareja estable, una familia sólida, un empleo satisfactorio y bien pagado, un auto nuevo, poder viajar, tener salud y seguridad financiera. Pero si, en cambio, la pregunta fuera qué necesitas para tener éxito, de seguro las respuestas serían más específicas: ser dueño de tu propia empresa, el jefe de tu área o el mejor en tu puesto; acumular fama, riqueza e influencia, o hasta tener muchos seguidores en las redes sociales.

Como puedes ver, cuando hablamos del éxito la asociación inmediata nos remite al ámbito laboral, profesional y financiero, y lo que vemos en las redes sociales puede hacernos pensar que nuestra vida debe ser de cierto modo para considerar que hemos alcanzado el éxito; así, tal vez nos sintamos presionados a cumplir dichos estándares, sin cuestionarnos si realmente nos llevarán a sentirnos satisfechos y a tener una vida plena. Esta presión por ser productivos y encajar en el “molde de éxito” hace que exijamos demasiado de nosotros mismos y de los demás.

El perfeccionismo es una palabra asociada a “las personas de éxito” que se enfocan en cada mínimo detalle y están pendientes de todo. Una imagen mental al respecto consiste en alguien con control casi absoluto sobre sí mismo y su entorno. Esto no suena mal en el papel, pero al llevarlo a la realidad, implica un elevado nivel de estrés, pues la persona se encuentra en un constante estado de alerta que causa un desgaste físico y psicológico, y deriva en enfermedades que pueden ser mortales.

El perfeccionismo implica un elevado nivel de estrés

El doctor Kenneth Rice —quien dirige un centro de estudio del estrés, el trauma y la resiliencia en la Universidad Estatal de Georgia y es especialista en el tema— afirma que no todos los rasgos asociados al perfeccionismo son negativos, en especial si tienen como prioridad el bienestar del individuo a partir de los resultados obtenidos. Bajo esta premisa, el psicólogo considera que hay dos tipos de perfeccionismo: el adaptativo y el “maladaptativo”.

El perfeccionismo adaptativo se presenta en personas con altos estándares y atención a los detalles, pero que no ponen en riesgo su salud o bienestar al intentar alcanzar sus metas; además, cuando no logran los resultados esperados, cuentan con herramientas y la disposición para identificar áreas de oportunidad y mejorar, en lugar de concentrarse en lo que salió mal, culparse a sí mismos o a otros y estresarse por circunstancias sobre las que no tienen control o remedio, que es justamente lo que distingue a un perfeccionista “maladaptativo”.

No obstante, no todos los expertos en conducta humana coinciden con Ken Rice. Por ejemplo, Paul L. Hewitt, de la Universidad de Columbia Británica, sostiene que no existe tal cosa como un “perfeccionista adaptativo” pues, según él, los rasgos perfeccionistas aumentan el riesgo de padecer enfermedades mentales, como  la anorexia y la depresión, además de que incrementan significativamente el nivel de estrés en el individuo y, a la larga, el riesgo de cometer suicidio.

En cualquiera de los casos, el acompañamiento psicológico permite a la persona perfeccionista obtener herramientas que le ayuden a diferenciar entre el esfuerzo saludable y la espiral descendente del perfeccionismo, que conduce al deterioro mental. De entrada, el esfuerzo saludable no compromete la integridad de la persona a corto o largo plazo, y aunque implica motivación y determinación para alcanzar los objetivos, se caracteriza por presentar la flexibilidad suficiente para hacer cambios debidos a adversidades o imprevistos que, como todos sabemos, son inevitables.

El esfuerzo saludable no compromete la integridad de la persona

Algunos consejos para trabajar en el logro de nuestras metas con un enfoque de esfuerzo saludable, y no con perfeccionismo, son:

  • Reconoce tu esfuerzo. Felicítate tanto por lo que has hecho como por lo que aún tienes que hacer. Regálate palabras de aliento, pues estas son parte de la motivación que todos necesitamos para seguir avanzando. 
  • Sé flexible. Es imposible no cometer errores; pero, en lugar de maltratarte, aprende de ellos y emplea ese conocimiento para ajustar las metas que quizá son demasiado ambiciosas por otras que sean más alcanzables.
  • Ten prioridades. No puedes hacerlo todo, mucho menos al mismo tiempo. Elige las metas más importantes para ti y enfoca tu energía en ellas.
  • Reflexiona. Las críticas y exigencias, internas y externas, existen en todos los procesos que llevan a una meta. Identifica cuáles tienen elementos de aprendizaje o te acercan a tus metas, y cuáles sólo te desaniman. 

Tanto el éxito como la felicidad son subjetivos: lo que hace feliz a una persona no necesariamente hará dichosa a otra, al menos no en el mismo nivel. Ser conscientes de esta subjetividad es el primer paso para establecer metas y estándares realistas que funcionen dentro de nuestro plan de vida.

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