Azoto la puerta detrás de mí. Mis papás me castigaron la laptop y mi celular, no quieren que me desvele viendo mis “monos chinos”. Me desvisto y aviento los jeans y la blusa negra al piso; si fuera el personaje de un anime, no usaría ropa tan aburrida; hasta mi pijama sería kawai y no una playera vieja de las elecciones de 2006.
Mi mamá abre la puerta y, todavía con voz de mando, me dice: “Ya acuéstate, Georgina”. Me meto a la cama y extiendo los brazos para enseñarle que ya estoy lista para dormir. “Y mañana no quiero quejas de que te quedaste dormida en clase. Buenas noches”. Me deja con la luz ya apagada.
Abrazo la almohada y me doy vuelta. Odio ir a la escuela. No hay una sola razón para que quiera estar ahí atenta ocho horas. No es como que se vaya a desatar una epidemia zombi o algo sobrenatural. Hasta en lo cotidiano, mis compañeros son aburridos: no hay ni una sola rivalidad ni un gran amor… nada. Todos ahí somos los más desabridos personajes de relleno. Las cosas interesantes sólo pasan en mis series o en mis mejores sueños.
¿Qué es eso? Siento que apenas me quedé dormida y ya es hora de despertar. Así no suena mi alarma. A tientas, alcanzo un reloj despertador que está sobre el buró. Yo no tengo uno así, éste es muy clásico, con sus campanitas a los lados. Y esta recámara tan ordenada en tonos pastel tampoco se parece en nada a la mía. Tal vez estoy soñando otra vez que soy Sakura, pero no veo a Kero por ninguna parte. Me levanto y en el espejo estoy yo, tal cual, pero mis ojos son tan grandes y mi boca tan pequeña. Mi nariz parece apenas un puntito. Soy yo, en anime, y siento que vivo.
Sobre la silla del escritorio está un uniforme. Me apresuro a ponérmelo. Es tan lindo con su moño y el saco; el de mi secundaria se me figura un mal sueño. Me encanta cómo me veo con las calcetas altas y la mini falda. Doy vueltas, ¡cuánto brilla mi pelo! Sólo sería mejor si fuera rosa o azul.
No puedo esperar a ver el resto de mi casa. Tal vez vivo con algunos seres mágicos o estoy metida en un enredo en el que debo compartir casa con algún chico guapo y misterioso. Quizás al bajar descubra mi trágica historia, a lo mejor soy huérfana y vivo con mi abuela o sólo con mi papá. Entro en la cocina, mamá lava los platos, el desayuno está servido.
—¿Mamá? —se da media vuelta y la veo tal y como estaba anoche en mi recámara.
—¿Y papá?
Mamá frunce el ceño, segura de que está a punto de decir una obviedad:
—Ya se fue a trabajar.
—Oh, claro. Ya me voy, se me hace tarde. —todavía tengo a mis dos padres, una familia normal, pero ¿qué clase de primer capítulo de anime sería si no voy corriendo tarde a la escuela? Me apresuro a ponerme los zapatos en la entrada.
—Pero es temprano… —no alcanzo a escuchar todo lo que dice mi mamá, salgo corriendo.
Me muevo instintivamente, como si mis pasos supieran de antemano adónde voy. Los pétalos de los cerezos bailotean en el aire como plumas, los rayos de sol que se filtran entre las ramas de los árboles hacen todo más espectacular. Lo único que mejoraría esto sería que… ¡Un tigre blanco con alas negras viene hacia mí! En mi mochila debe de haber algún objeto mágico para salvarme, pero ya está tan cerca… Una chica de cabello rubio y traje aerodinámico se interpone. Ni siquiera me dirige la palabra, intercambia una mirada con la bestia. De pronto, el tigre vuela y ella lo persigue. Continúan su pelea por los cielos y yo apenas veo unos destellos perseguirse y golpearse.
Bueno, no soy parte de una historia mágica… todavía. Mi iniciación podría suceder en este trayecto a la escuela.
Continúo mi camino confiando en esta especie de memoria precargada. En la avenida veo cómo una chica despistada va a cruzar cuando todavía no es tiempo, pero un chico muy guapo la salva de ser atropellada. A la vuelta de la esquina, una chica de cabello verde le insiste a su amigo dragón que se esconda en su mochila, pues nadie debe verlo. En el parque, unos chicos se enfrentan en un duelo de cartas mientras que una chica con un parche en el ojo se mece en un columpio de manera tétrica. Mis me pies indican que no pertenezco a nada de eso.
Llego a una avenida repleta de escuelas. Una parece un palacio, pero a esa entran chicos con trajes como de príncipes y chicas con vestidos parecidos a los de las quinceañeras. Hay un colegio para niños genio, tal vez ése sea el mío… pero no, los uniformes no corresponden. También está el que es para chicos con habilidades artísticas, pero mis pies no me dejan pasar de la reja; no es lo mío. Paso un edificio cubierto de espejos al que entran personas vestidas casi como Power Rangers, una escuela de karate, una naval, una de puros chicos, una de puras chicas y, finalmente, una que se ve normal. Los alumnos llevan el mismo uniforme que yo.
Suspiro. Supongo que mi historia no es temática, ni mágica ni demasiado extravagante…
—¿Ya supiste? —escucho a los demás murmurando a mi alrededor.
—Hay una chica nueva.
—Dicen que es tan hermosa que hasta Takeshi ya está hablando de ella.
—¡Qué envidia! Takeshi nunca se fija en nadie.
Seguramente Takeshi es un chico frío y genial, que sólo se enamoraría de la chica indicada. O podría ser el tierno y dulce que es bueno en todo, pero que está tan enfocado en la escuela que no presta atención a sus admiradoras, aunque existe alguien que tiene su corazón… La chica nueva. Y ella, la que no pertenece, la inocente que comienza en un nuevo entorno… ¿Seré yo? Sin poderes mágicos ni talentos especiales, sin cabello de color, no creo serlo… A menos que me pueda sentar junto a la ventana; ése es el lugar para mí, una chica nueva, soñadora y lista para una gran historia de amor.
Abro la puerta del salón, la banca del fondo junto a la ventana está vacía, es mía, es mi lugar. La hermosa chica nueva soy yo. Me acerco, mis pasos no me detienen, me retumba el corazón, por fin mi vida será como la he soñado. Estoy a punto de tomar la silla cuando una mano se posa sobre la mía.
—¡Lo siento mucho! —una chica se reverencia frente mí, tiene un hermoso cabello violeta, largo y ondulado.
—No sabía que era tu lugar, soy nueva aquí. —alza el rostro, es la chica nueva de la que todos hablaban. Le cedo el lugar.
Ocupo una banca del medio. Aquí soy realmente un personaje secundario. En la vida real, por lo menos era la otaku.