
¿En qué se parecen las ruinas de una villa romana y una fábrica de autos abandonada? Uno podría pensar que no en mucho, pues por la distancia temporal no encontramos siquiera espacios destinados a propósitos similares o hechos con los mismos materiales. A pesar de ello, ambas son estudiadas por arqueólogos, ya que así como se estudia la antigüedad se hace lo mismo con el pasado reciente.
Pero uno no necesita practicar la arqueología para explorar sitios abandonados: en el mundo abundan fotógrafos, exploradores urbanos y simples aficionados que gustan de observar edificios que, por un motivo u otro, la sociedad ha dejado atrás. Pero, ¿qué es lo que hace a estos lugares tan atractivos?

@ruinporn
No es difícil comprender la fascinación por las ruinas de la antigüedad, pues se trata de restos dejados por nuestros antepasados que nos permiten ver cómo era su cultura; cuando no hay textos de la época, lo que queda de sus ciudades se convierte en una ventana a ese pasado perdido. Sin embargo, el pasado no sólo es de interés para arqueólogos e historiadores: también hay una estética que atrapa la atención.
En la pintura podemos encontrar interés por las ruinas del pasado, por ejemplo, en los caprichos arquitectónicos de Giovanni Paolo Panini (1691-1765); dicho género pictórico fusionaba elementos reales e imaginarios en un paisaje, y se enfocó particularmente en las ruinas romanas. Más adelante, en el Romanticismo, abundaron pinturas con restos de edificios góticos; entre otros ejemplos, destaca Las ruinas de Eldena de Caspar David Friederich.

Giovanni Paolo Panini, Ruinas con la pirámide de Cayo Cestio, 1730.

Caspar David Friederich, Las ruinas de Eldena, 1825.
El majestuoso pasado caído es un tema recurrente en la historia del arte. El gusto por ello puede deberse, como escribió Jorque Manrique, a que “a nuestro parecer, todo tiempo pasado fue mejor”. Y si bien el pasado puede ser idealizado, resulta más complicado hacerlo cuando se conoce bien la época y las tragedias por las que un lugar terminó siendo abandonado.
Pero entonces, ¿cómo explicamos las fotografías de lugares abandonados del siglo pasado o de hace apenas veinte años que abundan en internet?
El gusto por las ruinas o ruin porn
Este fenómeno se llama “ruin porn” y en torno a él se ha formado una comunidad de fotógrafos y observadores que retratan y admiran edificios, asilos, fábricas, hospitales y todo tipo de construcciones abandonadas. Es una afición peculiar, aunque claramente no aislada ni poco común, y con motivaciones compartidas.
La primera —y de la que quizá se desprenden las demás— es la curiosidad. Contemplar sitios abandonados del pasado reciente hace que uno se pregunte cuál fue la historia de ese lugar: ¿a quién perteneció?, ¿por qué se dejó atrás?, ¿cómo era la vida ahí? Estas preguntas llevan a muchos a buscar maneras de entrar en estos sitios, fotografiar sus interiores —que nunca decepcionan a sus fanáticos— y documentar lo que hay dentro.
Otra motivación es, simplemente, que cada locación es única y nunca se sabe que habrá dentro. Lo que fue la sala de un asilo de ancianos puede estar cubierta de maleza y de plantas que reclaman el espacio, con periódicos de la época regados en el piso cubierto de polvo y de mosaicos que alguna vez estuvieron de moda.
Encontrar esos vestigios recientes no deja de ser un trabajo antropológico y nos recuerda que nada creado por el hombre permanece. En algunos casos la ironía es apabullante: la industria explota la naturaleza, pero cuando se abandonan las fábricas, Natura recupera sus dominios. Así, al asomarnos al pasado tenemos una visión de un futuro post apocalíptico… y sin nosotros.

@ruinporn

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No existen muchos estudios sobre los fenómenos psicológicos que hacen que experimentemos placer al ver estas fotografías. Uno de ellos, dirigido por Paul Rozin, de la Universidad de Pensilvania, reveló que a veces estamos contentos de estar tristes; esta idea se llama hedonic reversal o “reversión hedónica”, y tiene lugar cuando algo que debería disgustarnos o ponernos tristes nos agrada.[1]
Las imágenes de lugares abandonados a causa de una tragedia podrían resultar deprimentes, pero nos deslumbran y fascinan. A nivel cerebral, conmovernos es placentero: ante los restos de una catástrofe podemos reflexionar en torno a nuestras propias vidas con cierta profundidad, y esto es gratificante.
Más allá de los motivos psicológicos, hay un valor estético en las ruinas. Las obras de arte ya mencionadas son prueba de ello, pero también el concepto del “valor de las ruinas” acuñado por el arquitecto nazi Albert Speer, quien diseñó la villa olímpica para los juegos de Berlín 1936. Su idea era diseñar edificios que con el paso del tiempo decayeran de manera elegante, estética, como las ruinas romanas.

Olympisches Dorf, en Berlín (www.berlinamateurs.com)
Por los motivos que sean, si gustas de descubrir sitios abandonados, te invitamos a conocer el trabajo de Anna Mika y la galería del proyecto Abandoned America.

[1] Si deseas, puedes leer otras explicaciones científicas al fenómeno del ruin porn en este artículo en inglés.