¿Por qué procrastinamos?

¿Por qué procrastinamos?
Michelle Medrez

Michelle Medrez

Inspiración

Seguramente sabes muy bien qué es la procrastinación. ¿Recuerdas esas ocasiones en las que te has encontrado posponiendo las cosas cuando sabes que no deberías, cuando tu voz interna te dice “¡Deberías estar trabajando!”, mientras deslizas tu dedo en el historial de Facebook, o cuando pasas la tarde viendo tutoriales en YouTube sobre alguna actividad que nunca vas a realizar?

Pero no solo procrastinamos en lo relativo a fechas límite y trabajo por hacer. La procrastinación también afecta otras áreas importantes de nuestra vida, como cuando aplazamos terminar una relación, hacer un compromiso serio, cambiar de carrera, regresar a la escuela; todas ellas decisiones que pueden tardar años en cristalizarse. Al final, nos criticamos a nosotros mismos y nos laceramos por el tiempo perdido, mientras la oportunidad se nos escapa de las manos.

Y bien, ¿por qué no sirve que simplemente nos digamos “¡hazlo ya!”? Un estudio [1]  realizado por científicos de la Universidad de Colorado, y publicado en Psychological Science, sugiere que la procrastinación es, en cierta medida, genética. Podría haber una tendencia hereditaria a procrastinar, relacionada, a nivel genético, con el comportamiento impulsivo. Para colmo, el estudio menciona una teoría sobre la procrastinación según la cual el aplazamiento está íntimamente ligado a la impulsividad; en efecto, al procrastinar, se retrasan irracionalmente las acciones que ayudan a lograr objetivos importantes, mientras que la impulsividad puede entenderse como un “ceder a las tentaciones” a menudo a expensas de avanzar, precisamente, en esos objetivos importantes. Según esta teoría, pues, a más impulsividad, más procrastinación.

El asunto pareciera ser entonces aprender a resistir nuestros impulsos; aprender, quizá, a elegir la disciplina sobre el placer. Pero aún no sabemos por qué procrastinamos. He aquí algunas posibles respuestas:

1. La tarea no es urgente

Una tarea que debemos terminar en dos meses, ahorrar para el retiro, cancelar un servicio antes de que nos cobren el próximo mes, son actividades que usualmente se nos pierden en el tiempo. La razón es simple. Tendemos a prestar atención a lo más inmediato. El estudio antes mencionado también hace hincapié en que, desde una perspectiva evolutiva, la impulsividad era un rasgo útil para los primeros seres humanos —cazadores-recolectores— que necesitaban satisfacer sus necesidades básicas de supervivencia rápidamente.

Antes de la agricultura, y antes de que nos volviéramos sedentarios, probablemente era innecesario, y quizá impráctico, dedicar tiempo a crear planes a largo plazo para el futuro lejano. Desde esta perspectiva evolutiva, evolucionamos precisamente para poder procrastinar.

2. No quieres realizar ese trabajo

Un viernes a las cinco de la tarde probablemente quieres hacer todo menos tus deberes. Y eso sin mencionar aquellas cosas que nunca tenemos ganas de hacer, como checar nuestros trámites fiscales o hablar al servicio de atención telefónica. Pero también hay ocasiones en las que prefieres hacer algo que consideras más importante, o más prioritario que lo que, en principio, deberías considerar como más apremiante. Posponer la tarea en cuestión haciendo otra, puede ser un modo de “procrastinación productiva”. Cualquiera que alguna vez haya organizado todos los cajones de su escritorio, o terminado tareas antes de la fecha entrega, sabe de actividades que nos hacen sentir más productivos que estar sentados en una junta.

Desde luego, también es probable que, en algunos casos, la razón para no hacer algo sea que simplemente que no queremos hacerlo en ese momento. Y es verdad que algunas tareas precisan de nuestra buena disposición para ser llevadas a buen término.

3. No tener claridad en el siguiente paso

Esta causa de procrastinación tiene que ver más con evitar emociones negativas. A nadie le gusta sentirse incompetente o confundido, ¿no es mucho más satisfactorio tirarnos en nuestro cómodo sofá y terminar la serie de Netflix? Pero no hay que temer al fracaso. Siempre podemos tomarnos un tiempo para prepararnos antes de comenzar una tarea difícil. Entre más claro tengamos el panorama, más fácil nos será tomar acción.

4. Trabajas mejor bajo presión

Aunque es difícil de creer si no somos de este tipo de personas, seguramente tuvimos algún compañero que, en el último minuto, hacía la tarea asignada desde la semana anterior, o una compañera que empezaba a estudiar para el examen apenas unas horas antes. Si eres de los que trabajan mejor bajo presión, recuerda que no todo puede realizarse en un periodo corto. Es importante, entonces, que reconozcas tus capacidades, pero también que estés consciente de la carga de trabajo y de la dificultad implicadas en la tarea a realizar.

Es normal sentirse abrumado y necesitar un break de vez en cuando. Pero si quieres dejar de procrastinar, puedes iniciar por ver el panorama general y preguntarte qué es lo que te hace no comenzar a hacer las cosas que quieres hacer. Al final, sólo tú sabes por qué procrastinas.

Ahora sí. Después de esta breve pausa, ¡a retomar lo que tenías en mente!

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[1] Puedes consultarlo aquí, o aquí.

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