Es fascinante cómo algunas ideas de la ciencia ficción o la fantasía que se antojan extravagantes resultan estar más apegadas a la realidad científica de lo que la gente común esperaba. La materia oscura es un ejemplo de lo anterior.
El nombre mismo hace pensar en “el lado oscuro de la Fuerza” de La guerra de las galaxias o en la “energía” que los brujos manipulan en los libros de Carlos Castaneda. Pero la idea de la materia oscura no es reciente ni tiene nada de fantástica, y aunque sus características y el modo en que establecimos su existencia podrían parecer extravagantes, es un principio científicamente avalado.
Empecemos por lo más sorprendente para una persona con poco contacto con el quehacer científico: sin ser la primera vez que esto ocurre en la historia de la ciencia contemporánea, no existen evidencias directas de la existencia de la materia oscura. Pongamos un ejemplo para comprender este concepto: una persona gana mil pesos y gasta dos mil a la semana, ¿cómo podrías explicar esa situación?
La lógica nos haría desechar a priori la noción de que es posible gastar más de lo que se percibe. Nos parecerá más factible el crédito formal con una institución bancaria, o informal, con familiares o amigos. Yendo más allá, pensaremos en otras formas de financiamiento —como haber vendido o empeñado uno o varios bienes— y, después, quizá en negocios turbios o alguna otra forma de enriquecimiento ilícito.
Pero como en el universo no hay préstamos ni “giros negros”, la idea de que en el cosmos hay más materia de la que teníamos conocimiento suena disparatada. Sin embargo, si se calcula el volumen total de la materia en el universo, “no salen las cuentas”, pues las simulaciones muestran que, tras el Big Bang, las galaxias se desplazarían en todas direcciones y no como lo hacen, puesto que su masa es insuficiente para generar suficiente atracción gravitatoria entre ellas.
Así llegó la idea de que, aunque no es perceptible visual ni radiológicamente, la materia oscura consta de partículas de naturaleza totalmente distinta a la de la materia convencional, y la única manera de detectarla ha sido a través de sus efectos gravitacionales en la observación de grupos de constelaciones, en la radiación de fondo o en la localización de las masas en las colisiones entre galaxias.
Más sorprendente resulta que no es poca la “cantidad” de materia oscura que se ha estimado con estos cálculos, que fueron posibles gracias a supercomputadoras con una velocidad de procesamiento más allá del alcance humano. Si quieres jugar a las adivinanzas, te pregunto: ¿qué porcentaje del universo es de materia oscura? ¿Un cinco, diez o veinte por ciento quizás? Pues no: los científicos estiman que nuestro universo consta de 15% de materia ordinaria y 85% de materia oscura.
Ahora, si deseas ir más lejos, piensa que de la materia oscura se deriva la energía oscura y, cuando ésta entra en la ecuación, las proporciones son más alucinantes: la materia ordinaria es tan sólo 5% del universo, la materia oscura forma un 27% y el 68% restante lo conforma la energía oscura.
Esto quiere decir que todos vivimos dentro del 5%, ignorando felizmente el 95% de materia y energía oscuras del universo. Una teoría que busca integrar a la materia y la energía oscuras prefiere hablar de un fluido oscuro, que explicaría la existencia de ambas como aspectos distintos de la misma realidad.
Es importante decir que esta hipótesis nada tiene que ver con la antimateria, la cual se produce en escalas diminutas en aceleradores de partículas, en el choque entre rayos cósmicos y en ciertos tipos de desintegración de partículas, y corresponde a antipartículas que corresponden con partículas conocidas. Aquí hablamos de una criatura totalmente distinta: una como el Gollum de Tolkien, “tan oscura como la oscuridad”.
También hay que señalar que algunos astrofísicos están trabajando en hipótesis que dejan fuera de la ecuación a la materia, la energía o fluido oscuros, modificando las teorías de la relatividad o considerando que la gravedad puede no responder a las mismas leyes cuando se le observa en escalas cuánticas. Pero, al parecer, la opinión más generalizada entre los expertos es que, a fin de cuentas, debe existir al menos alguna proporción de materia oscura en el universo.
Finalmente, tal vez te preguntes a qué viene tanto entusiasmo por algo que puede ser monumental pero que, hasta ahora, ni siquiera sabemos si en realidad existe, no nos ha servido de mucho y hemos podido vivir perfectamente sin ello. A lo que podemos contestar que, si bien es cierto que no sabemos si es posible interactuar con la materia o la energía oscuras, el simple hecho de pensar en una realidad oculta que estaba frente a nuestros ojos resulta fascinante.
Imagina descubrir, después de muchos años en tu propia casa, una puerta secreta que conduce a una enorme sección que no conocías. ¿No te gustaría explorarla, encontrar y compartir lo que estuvo ahí todo el tiempo y sin tú saberlo? Y claro, esperemos que cualquier avance científico derivado de esto sea para el beneficio de la humanidad, la biosfera y el universo en su totalidad.