Se dice que un veinte por ciento de la población sabe que percibe las cosas de forma diferente y las siente con más intensidad que los demás. No se trata de alguna patología ni de un trastorno mental, simplemente las personas con alta sensibilidad notan cosas que muchos otros no perciben, como las tonalidades cromáticas en el cielo o el microgesto en la cara del jefe durante una junta.
Durante la infancia, sobre todo, esto suele experimentarse con confusión y un sentimiento de ser raro; por eso, estas personas tienden a ser introvertidas y a tener dificultades para tomar decisiones, la crítica los hace sentir más vulnerables e, incluso, les afecta el exceso de ruido y de compañía.
La gran mayoría de las llamadas PAS —siglas de persona altamente sensible—, está enfocada en el mundo que les rodea, a veces demasiado. Todo lo que entra por la ventana de su percepción —lo que oyen, lo que huelen, lo que ven, lo que sienten— los mantiene fuera de su Yo y, en ocasiones, eso construye un sinfín de comparaciones entre ellos y los demás, lo cual termina siendo perjudicial para su autoestima.
Un rasgo adicional en las PAS es la búsqueda de la perfección, que es lógico si pensamos que están volcadas en los demás y que una de sus pesadillas es la crítica. A decir de Karina Zegers, autora del libro Personas altamente sensibles, esto funciona como una compensación a una autoestima que tiende a la baja debido a la incomodidad y la incomprensión ante lo que sucede, a las creencias sobre lo que significa “hacer bien las cosas” y a la sensación de ridículo cuando no tienen una respuesta correcta. Por tanto, es común que estas personas experimenten altos niveles de estrés, problemas en la piel y colon irritable, todo ello por la falta de gestión emocional, la sobrecarga de estímulos y la incapacidad de centrarse en ellos.
Los últimos estudios neuropsicológicos señalan que el hemisferio derecho de las PAS es más activo, pues es la zona relacionada con las emociones, los sentimientos y la creatividad. Durante una resonancia magnética, el área frontal y la amígdala cerebral se iluminan más porque están en un estado de alerta superior al promedio.
El lóbulo frontal —un centro para el procesamiento de la información social y una pieza clave en el circuito de la empatía— aparece hiperactivo, lo que implica que este grupo de personas es muy empático y tiene una capacidad superior para entender las emociones de los demás y de ofrecer una respuesta adecuada a sus necesidades; en términos médicos, estas características se denominan Sensibilidad de Procesamiento Sensorial (SPS).
Ser una persona altamente sensible pareciera tener más desventajas que ventajas, además de que exige tener un profundo conocimiento de sí mismo y la capacidad de establecer fronteras claras y constantes entre mi Yo y el de los demás. Para la psicóloga Elaine Aaron, pionera en la investigación de este tema, ser altamente sensible tiene un sentido evolutivo y presenta muchos dones: por ejemplo, el ser empático con las demás personas los lleva a ser personas muy educadas, puntuales y asertivas.
Además, por su tendencia a la timidez han aprendido a disfrutar de la soledad sin temerle e, incluso, se procuran esos momentos para realizar tareas que les causen placer. También, su sensibilidad los lleva a conmoverse con facilidad ante expresiones artísticas. Por tanto, a decir de la autora, la alta sensibilidad es vivir desde el corazón dada la capacidad para captar matices y sutilezas que a los demás les pasan inadvertidos. A menudo, los hipersensibles aportan a su trabajo y relaciones una buena dosis de visión y humanidad.
Para saber si tú o alguien es una PAS, Aaron propone una clasificación de cuatro pilares que deben estar presentes en conjunto:
- Difícilmente pueden remediar su tendencia a procesar toda la información recibida de una manera intensa y profunda, por lo que suelen reflexionar mucho y dar muchas vueltas para lograr una mayor comprensión.
- Pueden llegar a saturarse y sentirse sobreestimuladas cuando deben procesar mucha información sensorial y emocional a la vez. Esto se debe a un sistema neurosensorial más fino.
- Viven con mucha emocionalidad y se conmueven con facilidad ante situaciones y sensaciones. Su manera de experimentar la felicidad, la tristeza o la impotencia es muy intensa y va ligada a una fuerte empatía.
Tiene una elevada sensibilidad, no solo en sus sentidos —vista, tacto, oído, gusto, olfato, etc.—, sino ante sutilezas como pequeños cambios en el entorno o en el estado emocional de las personas.
Ser altamente sensible no está mal ni es algo que requiera ser arreglado. Sin embargo, exige un trabajo de preparación interna y la búsqueda de una vida más acorde a esta cualidad, así como aprender a bajar el ritmo y a poner límites para no vivir en un estrés permanente. Recuerda que, en un mundo donde la emocionalidad se trata de ocultar, ser sensible es un don.