El valiente puede no vivir para siempre,
pero el cauteloso no vive en absoluto.
Que su apariencia no te engañe: aunque el manual de estilo de un buen magnate aconsejaría llevar trajes a la medida y zapatos de corte prusiano, detrás de este hombre de media melena, barba más bien descuidada y un aspecto desenfadado se esconden más de cuatrocientas empresas. Pocos creerían que es uno de los hombres más ricos de Inglaterra.
Sir Richard Branson nació en Londres en 1950, y es un empresario fuera de toda norma, cuyo éxito parece basarse en su talento innato para romper los moldes. Es dueño y fundador del imperio Virgin Group, un conglomerado con fama mundial que lo ha convertido en el cuarto hombre más rico del Reino Unido: su fortuna se estima en unos cuatro mil millones de euros. Además, este británico es un filántropo que cada año dona grandes sumas de dinero a proyectos sin fines de lucro, y también un hombre de acción: ha impuesto varios récords mundiales navegando en su velero o sobrevolando el mundo a bordo de un globo. Al parecer, asumir riesgos es para él un estilo de vida.
“Estudié sólo lo que me gustaba y nunca presté atención a lo que no me parecía interesante; mi madre me apoyó, ella también fue emprendedora”, dijo Branson en una entrevista. Y su vida da fe de esa filosofía: a los dieciséis años abandonó los estudios y fundó su primera empresa, la revista Student, para la cual logró entrevistar a varias celebridades de finales de los años sesenta y, además, anunció discos populares en su páginas; la revista fue un éxito rotundo. Cinco años después, en 1971, ponía los cimientos de su emporio abriendo una pequeña tienda en Oxford Street, en la que vendía discos importados: ésa sería la semilla de las célebres tiendas Virgin records, hoy conocidas como Virgin Megastores.
Con el dinero obtenido en su primera tienda, Branson se asoció con Nik Powell y juntos fundaron el sello discográfico Virgin Records. El estudio de grabación se ubicaba en una hermosa casa de campo al norte de Oxford. El primer éxito del sello fue el álbum Tubular Bells (1973), de Mike Oldfield, que se convertiría en un éxito mundial de ventas cuando el cineasta William Friedkin lo seleccionó para musicalizar su cinta El exorcista, del mismo año. Tras ese buen inicio, Virgin Records fue el sello de bandas controversiales —The Sex Pistols—, vanguardistas —Faust y Can— y populares —Culture Club. En 1992, Branson vendió su sello a EMI por quinientos millones de libras. Hoy día, entre sus cientos de empresas se cuentan una línea aérea, una compañía de telefonía celular, una línea ferroviaria e incluso una marca de refresco y una de vodka.
Ser emprendedor consiste en convertir
lo que te emociona de la vida en tu capital.
Richard Branson se declara un inconformista, y sostiene que esta característica era un defecto que le causó infinidad de problemas; pero, también, que debe a ello cada una de sus aventuras, las cuales —con peor o mejor fortuna— lo han convertido en un empresario que inspira a muchos otros emprendedores en el mundo. Su sueño más osado, según ha declarado, es enviar turistas al espacio exterior mediante su empresa Virgin Galactic, que ya está operando. Pero, inquieto como es, aún tiene bajo la manga varias sorpresas. Por ejemplo, hasta hace poco había anunciado que intentaría alcanzar los puntos más profundos de los cinco océanos mundiales a bordo de un minisubmarino monoplaza creado por Virgin Oceanic —otra de las empresas del grupo—, una hazaña que nadie ha intentado antes.
Dueño de un alma aventurera, un espíritu libre, una conducta extravagante y un gran idealismo, sir Richard Branson se ha convertido en un icono del éxito empresarial. Y acerca de sus planes para el futuro, él mismo nos dice que “La vida es sólo una, el planeta inmenso y lo que aún falta por descubrir es infinito; el tiempo que tenemos es breve, así que siempre animo a mi gente a tomar riesgos”.