Aunque para muchos es una verdad misteriosa, el tarot es un juego de cartas que se usa para la adivinación de sucesos pasados, presentes y futuros. Algunos le atribuyen un antiguo origen egipcio, pero las primeras versiones que conocemos datan del siglo XIV, cuando los primeros mazos —quizás procedentes de Oriente— aparecieron en reinos de la Península Ibérica.
La baraja más antigua, conservada en la Biblioteca de la Universidad de Yale, es conocida como “la baraja del Duque de Milán, Filippo María Visconti”; dicho mazo, el Tarot Raider White y el Tarot de Marsella son los tres más famosos. No obstante, existen cientos de versiones del Tarot, algunas de las cuales son coleccionables o fueron realizadas por personalidades como las pintoras Leonora Carrington y Remedios Varo, el escritor Alejandro Jodorowsky y la artista francesa Nicki de Saint Palle, que creó el tarot escultórico Il Giardino dei Tarocchi en la región italiana de la Toscana. Pero quizás el tarot más famoso de todos lo creó el genio surrealista español Salvador Dalí.
Un tarot con arte y lujo
Salvador Dalí (1904-1989), como muchos otros artistas, quedó admirado ante la historia del tarot, en la que se cruza el arte con el misticismo. Fue entre las décadas de 1970 y 1980 que el genio catalán diseñó este tarot de 78 cartas —22 arcanos mayores y 56 menores—, cuya primera edición salió al mercado en 1984, en una edición de arte limitada para coleccionistas, desde hace mucho tiempo agotada. Por fortuna, reproducciones del mismo han sido publicadas por diversas editoriales.
El origen de este tarot se remonta a 1970, cuando el productor hollywoodense Albert R. Broccoli le pidió a Dalí diseñar un juego para la película Vive y deja morir (1973) de la saga de James Bond, donde el agente 007 —interpretado por Roger Moore— cuenta con el apoyo de una tarotista llamada Solitaire, encarnada por la bella Jane Seymour. Al final, la baraja no fue usada en la película porque, se cuenta, el genio catalán pidió a Broccoli 7 millones de dólares por su trabajo; a pesar de esta contrariedad, la esposa del genio, Gala, lo motivó a continuar con la idea y a desarrollar poco a poco cada una de las 78 cartas.
Uno de los arcanos más llamativos ilustrados por Salvador Dalí es la figura de El Mago, cuya interpretación en términos generales se relaciona con el inicio de toda obra así como con la creatividad, la inteligencia yla confianza en uno mismo. En la imagen, aparece el propio Dalí en una de sus posturas clásicas, plena de dignidad y no exenta de ese halo de locura que siempre ostentó el artista; vestido con una camisa negra, está con los brazos cruzados y sentado frente a una mesa donde los cuatro elementos destacan un reloj derritiéndose —un elemento que alude a su famoso cuadro La persistencia de la memoria—; detrás de él, se observan arcos nervados de reminiscencia gótica.
Otro toque íntimo y personal que dio Dalí a su tarot es la imagen de La Emperatriz, carta que simboliza la belleza, la feminidad y el poder de la naturaleza, y está personificada por su esposa Gala, quien por cierto era una gran lectora de cartas. Se encuentra ataviada con una túnica blanca y, al fondo, se observa una bahía —quizá Cadaqués, pueblo que Dalí amaba.
En las cartas de los arcanos menores, como el Tres de Copas, el artista presenta el tema artístico recurrente de Las tres gracias, en este caso haciendo eco a la eterna danza del artista Giorgio da Gubbio. En otra carta, el Diez de espadas, Dalí tomó como referencia La muerte de Julio César, de Vincenzo Camuccini. En suma, cada una de las cartas de este tarot destaca por su belleza, su espíritu onírico y por un particular estilo de hacer collage. ¿Se te antoja conocerlo?