¿Ser feliz o hacer feliz?

¿Ser feliz o hacer feliz?
Fabiola Torres Adame

Fabiola Torres Adame

Andanzas

Pensaba que, siendo tan sencillo hacer felices a los demás, a veces buscamos cosas complejas o poco accesibles, cuando lo único que se requiere generalmente lo tenemos a mano: uno mismo. Basta ponerle un poquito de creatividad.

Ahora que, quizá cuando se nos complica, es porque no sentimos el verdadero deseo de hacer felices a los otros. Entonces, ¿resulta fácil hacer feliz a alguien porque me cae bien, porque esa persona a su vez me hace feliz, o porque le estoy agradecido(a) por algo? Siendo así, el verdadero reto consiste en hacer felices a quienes no nos provocan felicidad o bienestar, o a los desconocidos. Y volvemos a lo básico, ¿qué tiene de extraordinario amar a quien nos ama? Lo verdaderamente extraordinario sería amar a quien no nos ama. Asimismo, podríamos preguntarnos: ¿qué tiene de extraordinario hacer felices a quienes nos causan felicidad? Hacer felices a quienes no nos brindan ningún bienestar o a los desconocidos definitivamente requiere de un mayor esfuerzo y creatividadAhora bien, aunque pudiera parecer nada extraordinario, lo que parece fácil no lo es tanto, y comenzar por hacer felices a los que nos hacen felices ya es un gran avance.

Así, pensando, me di a la tarea de realizar un sondeo entre mis amigos y conocidos, a quienes hice una pregunta sencilla a través de Facebook: 

Qué prefieres: ¿ser feliz o hacer feliz?

Mi hipótesis era que la mayoría de las personas optaría por “hacer feliz”. De mi pequeña muestra de cuarenta amigos y conocidos, el 65% contestó que prefería “hacer feliz” porque eso les permitiría también “ser felices”. El 35% restante optó por la opción de “ser feliz”, porque para “hacer feliz” a otros primero debían serlo ellos mismos. Con este pequeño ejercicio, mi hipótesis se comprobó, pero eso no es lo relevante, sino que a la mayoría de los “encuestados” la pregunta los puso en un ligero predicamento, pues no sabían con certeza cuál opción tomar. Lo mismo me ocurrió.

Mi conclusión es que ambas formas conviven en un círculo virtuoso, así que es muy difícil, si no es que imposible, desasociarlas. Es decir, para hacer feliz a alguien debe existir al menos una pizca de felicidad dentro de uno mismo, y al hacer felices a los demás, nos sentimos felices también.

La vida nos invita a continuar esforzándonos por ser más felices y hacer más felices a los demás. Nos propone una gama de colores para dejar de transitar en blanco y negro en un ínfimo espacio: podemos salir de nuestro círculo y propagar felicidad.

Cierre artículo

Recibe noticias de este blog