
Los libros contienen historias que nos pueden hacer olvidarnos del mundo, ya sea porque tienen una ambientación bien lograda, una temática que nos atrapa o unos personajes tan reales que son capaces de inquietarnos, divertirnos o conmovernos hasta las lágrimas. Algunos de ellos han sido tan bien construidos que trascienden las páginas e, incluso si no hemos leído los libros, conocemos aunque sea de manera superficial su papel en las historias.
Hay personajes tan icónicos que basta con mencionar sus nombres para que acudan a nuestra mente sus rasgos, características psicológicas y sus acciones; están tan consolidados en el imaginario colectivo de la cultura occidental —aunque no exclusivamente— que inclusive han servido para nombrar algunos síndromes y trastornos psicológicos. En el artículo de hoy nos centraremos en los síndromes, definidos por la Real Academia Española como: “un conjunto de síntomas característicos de una enfermedad o un estado determinado.”
Uno de los síndromes más famosos es el de Alicia en el país de las maravillas, nombrado así por la obra homónima de Lewis Carroll, el cual implica que quien lo padece experimenta alteraciones sensoperceptivas en el tamaño de su propio cuerpo y también en los objetos que lo rodean, tal como le sucede a Alicia al beber y comer en algunas escenas en el País de las Maravillas. Estas alucinaciones se pueden presentar antes o después de una migraña, la cual está fuertemente asociada a este síndrome. Quienes han padecido sus síntomas, también relatan que se altera su percepción del tiempo, lo que abona a que esta experiencia resulte aterradora.

En un artículo publicado en el Colombian Journal of Anesthesiology (2018), Leonardo Palacios-Sánchez y sus colaboradores describen las condiciones y los factores asociados a este síndrome, entre los que destacan el uso de fármacos y sustancias psicoactivas, condiciones psiquiátricas, enfermedades del sistema nervioso y también la presencia de enfermedades infecciosas. Aunque se desconoce la causa exacta que lo produce, se ha observado que se presenta con mayor frecuencia en personas menores de 18 años.
Un síndrome del que se habló bastante hace un par de años es el de Rebeca, ya que en 2020 se realizó una nueva adaptación de esta famosa obra de Daphne du Maurier. Aunque no se incluye en los manuales de diagnóstico oficiales, es un término que se emplea para agrupar los siguientes síntomas: sentir celos desmedidos hacia una o varias parejas previas de la pareja actual, fabricar escenarios mentales recurrentes que deterioran la salud mental y física de quien lo padece, deterioro de las relaciones sociales, familiares y románticas de esta persona como consecuencia de sus acciones, y malestar constante provocado por los celos. En la historia escrita por Daphne du Maurier, un hombre que enviudó rehace su vida con una nueva pareja, la cual se siente sofocada por la aparente presencia de la fallecida esposa —Rebeca— y se somete a una comparativa enfermiza con el pasado, con lo cual alimenta los celos que convierten su vida y la de su pareja en una pesadilla.

Otro síndrome bastante famoso es el de Madame Bovary, llamado también bovarismo. Este personaje aparece en la obra homónima de Gustave Flaubert, cuyos rasgos emblemáticos son los síntomas empleados para describir esta condición: una profunda insatisfacción con su vida actual en todos los ámbitos, acompañada de desesperanza y de una sensación de falta de control sobre el propio destino. Podemos observar estas características en varias protagonistas de otras historias escritas durante el siglo XX y XXI, especialmente en obras feministas que tienen como tema principal la denuncia de la falta de igualdad y de equidad entre hombres y mujeres. Otros síntomas del síndrome de Bovary son las expectativas imposibles en las relaciones afectivas de pareja y la persecución incesante de una pasión idealizada, sin importar que esto conlleve a situaciones de peligro o a comportamientos autodestructivos. A lo anterior se suma el miedo desmedido al abandono de quien se considera es la pareja perfecta.

Otros ejemplos de síndromes nombrados como personajes literarios son el de Dorian Gray, Otelo y Rapunzel. Cada uno de ellos recoge síntomas tan variados como: la obsesión con uno mismo y la búsqueda de la “perfección” a toda costa, los pensamientos insidiosos de engaño e infidelidad que terminan mermando la salud mental y física de quien los experimenta, arrancar el cabello —propio o ajeno— y comérselo, respectivamente. Sin duda, son síndromes que deben tomarse en serio, ya que requieren de tratamiento psicológico. La utilidad de estos nombres es que, por asociación cultural, los pacientes y la población en general puedan comprender lo que les ocurre a quienes los padecen.
