Soy espiritual… pero de clóset

Soy espiritual... pero de clóset
Carman Witman

Carman Witman

Mente y espíritu

¿La espiritualidad light es una moda en la actualidad o estamos entrando en tiempos tan difíciles que es indispensable contar con alguna forma de práctica espiritual como ayuda imprescindible? No soy un crítico hipster filosofando en un café vintage frente a mi Mac; ni un aburrido monje, medio laico y medio new age; tampoco un millennial que cree que asistir a rituales de ayahuasca es un asunto profundamente espiritual. No, señoritas y señores: he aquí un científico de corazón, célibe a ratos, devoto por temporadas y muy orgullosamente inteligente y escéptico. Buscador místico de la verdad, de Dios… pero en la vida diaria, no en Google.

Sí, soy espiritual, pero prudente. No me gusta exhibirme ni me interesa caer en fanatismos ridículos; pero tampoco quiero abandonar mis descubrimientos mágicos. Por ello, guardo mis creencias, apuntes espirituales, libros, momentos filosóficos profundos y hasta un pequeño altar… en mi clóset. Porque así es más fácil seguir buscando discretamente rituales, cursos, libros de desarrollo humano y demás ofertas espirituales que puedan ofrecerme una verdad profunda que me haga sentir menos desamparado ante mis mil preguntas existenciales.

Pero, por favor, no me juzgues. Tal vez tú también pienses que ya casi no existen católicos convencidos y que quienes huyen a otras opciones judeocristianas u orientales lo hacen por “miedo a perderse”, y no por sabiduría y fe real; además, cada día surgen decepcionantes noticias de las poco edificantes costumbres de los sacerdotes, quienes antes eran incuestionables. Quizá también coincidas en que la información en internet puede dañar, saturar y confundir la mente, nublando tu capacidad de mantener firmes tus creencias, y que tantos videos, posts y blogs sobre ciencia o corrientes espirituales —antes se sabía muy poco de otras religiones y ciencias; hoy se sabe tanto que todo está en duda, y eso genera más ansiedad que respuestas o paz— son una tentación, tanto para el más ateo como para el más fanático. Y por si esto fuera poco, artículos como éste nos hacen cuestionarnos aún más.

Ante este panorama, hoy el ser humano no puede simplemente resignarse a su religión local o heredada; tampoco seguir fácilmente una creencia alternativa sin ser cuestionado de manera salvaje por la ciencia, las amistades o la familia. De igual modo, no puede salir del “clóset espiritual” y vivir en devoción, sin dejar de ser consumista y rezar más por sus deseos que para agradecer por sus bendiciones. Además, primero necesita entender, pero no puede seleccionar fácilmente entre tantas ofertas espirituales. Y también quiere sentirse orientado y seguro, pero busca más en Google que en su corazón.

Por todo esto, confieso que entro y salgo del clóset espiritual según me conviene, para seguir mis inquietudes místicas pero sin dejar de vivir cómodamente en el sistema ni dejar de pertenecer a mi clan de científicos espirituales aficionados, también dudosos.

Es importante mencionar que variados estudios del comportamiento humano han arrojado que, en situaciones de soledad extrema, aislamiento y naufragios, el ser humano necesita experimentar una relación afectiva con un ser o con seres que considere supremos o más poderosos que él. Y las entrevistas a ateos fervientes, filósofos recalcitrantes y científicos blindados parecen mostrar una necesidad común: la de buscar un sentido de vida, que puede ser el de luchar por negar a Dios y convencer de ello a la mayor cantidad posible de desorientados para así reafirmar su manera de pensar y dar sentido a su vida —lo anterior dicho sin ánimo de ofender a los amantes de Nietzsche. Y es que un empeño tan grande por demostrar la inexistencia divina, ¿no es acaso un intento sublimado por encontrar sentido a su propia vida y, quizás, entender o aminorar su depresión?

Como sea, de lo anterior podemos inferir inevitablemente que:

  • Si crees en Dios, de manera continua te cuestionarás cómo es, si sí es o no es, y por qué es así.
  • Si no crees en Dios, a veces desearás poder creer o querrás tener una mente más dócil y simple que te deje sentir paz con un sencillo ritual, amuleto u oración.
  • Si a veces crees y a veces no, padecerás las dos anteriores.
  • Si por ahora nada te afecta en este sentido, tarde o temprano sufrirás alguna experiencia de vida que te orillará a alguno de los dos extremos.
  • Y si eres un autentico “iluminado”, tal vez nadie te entenderá cuando afirmes que no hay nada que entender y que no se hace nuestra voluntad.

A modo de conclusión de este embrollo “cómico-mágico-científico-espiritual”, podemos afirmar que:

  • Adonde vayas y aunque intentes esconderte, la duda te hará travesuras.
  • La duda es la gasolina de la mente humana, es nuestra pasión y prisión, y dudar nos lleva a curiosear.
  • La curiosidad más grande y excitante que encuentra nuestra mente es la espiritualidad; a veces por medio de pseudociencias dialécticas, otras por experiencias memorables y comprobables.
  • Cuestionar las causas profundas es característico del Homo sapiens —y disfrutar del proceso indagatorio es muy Homo google sapiens.
  • Tener la intención de salir del clóset espiritual es tentador, pero mantenerse firme y con convicciones duraderas es complejo.
  • Conviene salir del clóset, pero también ser prudente para comprobar qué es lo más congruente, sanador, liberador y útil para nuestra vida cotidiana.

Mi esperanza de que aún puedo creer en  algo me ayuda a vivir más ligero. Salir del clóset es cuestionar y probar experiencias espirituales con prudencia, pero también con entrega; pues ser escéptico es, en gran medida, un miedo y una protección a sentir, a perder el control y a salir del mundo conocido.

Quiero citar algo de sabiduría zen, pues también soy muy zen. Y es que el zen no es religión ni filosofía, sino una práctica meditativa y de autoconocimiento, que no amenaza nuestro apreciado escepticismo y puede abrir interesantes puertas a nuestro también anhelado misticismo:

“Cuando tu mente calla, la vida habla.”

“El sendero espiritual que puede ser nombrado no es el verdadero.”

“Sólo hace falta que te propongas algo
para que empiecen a surgir las complicaciones.”

“Cuando empiezan las preguntas, empiezan los problemas.”

“Cuando empiezan las palabras, empiezan las mentiras.”

“Dios no necesita que crean en él; los humanos, sí.”

Así que, estimado lector, ¿entras o sales del clóset? Ésa es la cuestión.

vitaelogia@hotmail.com

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