Imagina a una niña que juega con un globo, hasta que le estalla; pero, en lugar de llorar, sólo se anuda el globo a la muñeca y lo convierte en una hermosa pulsera. En ese momento, ella está usando su creatividad para cambiar una situación desagradable a su favor: está cambiando su mundo. De igual modo, algunas ideas, por su creatividad y ejecución, logran transformar al mundo entero.
La razón por la que los niños aún pueden ser creativos, mientras que los adultos seguimos pensando en soluciones viejas a los problemas, es porque nosotros nos acostumbramos a pensar “dentro de la caja”: años de condicionamiento nos llenaron la cabeza con reglas que sofocan la creatividad, la imaginación se desvanece y nos convertimos en meras bolsas de órganos, huesos y agua que caminan a sus trabajos y se quejan por tener que hacerlo.
La creatividad es la madre de las nuevas ideas. Es la chispa que conduce al desarrollo de técnicas que revolucionan nuestros procesos internos y externos, y con los que generamos algo innovador. Los avances en la ciencia y en la tecnología se deben al genio creativo de algunas personas que nos heredan, no sólo avances, sino también caminos para generar mundos nuevos.
La tecnología no es sólo un botón: en realidad es cualquier herramienta que te permite expresar un mensaje o ejecutar una labor de forma más eficiente, lo cual te hace comprender mejor cómo funciona la realidad, tú incluido, desde la invención del arco y la flecha hasta la del gran colisionador de hadrones.
La creatividad y la tecnología son una apasionada pareja ancestral. Los frutos que ha generado su intimidad son incalculables. Lo que ha cambiado entre ellos a lo largo del tiempo son los términos y condiciones de sus encuentros. Hay unos que acaban trascendiendo más que otros, se convierten en episodios especiales en el arte y la ciencia, e influyen en nuestra comprensión de la realidad.
Como ejemplos, en el mundo de las letras —y en estas fechas del medio siglo del primer alunizaje— está el arte de Julio Verne: en la conquista del espacio, sus visionarias ideas se hicieron realidad y su imaginación acabó transformando al mundo. En la transición entre arte y ciencia estarían sin duda Leonardo Da Vinci, Christiaan Huygens y a los pensadores griegos de la Antigüedad. Todos ellos fueron encuentros en los que la chispa del ingenio encendió la pasión entre la creatividad y la tecnología, y legaron algo nuevo al mundo.
La tecnología es el universo de las herramientas que nos hemos inventado y que continuamos extendiendo. Lo que une la creatividad con nuestra tecnología es la pasión intensa que nos define: la curiosidad. Ese es el motor de todo, el cuestionamiento y el ingenio para resolver y expresar algo de forma novedosa, elocuente y honesta.
En esta relación entre la creatividad y la tecnología existen varias fases como la inspiración, la práctica, la expresión de una idea o la solución de un problema. Todos los nodos entre ellas se conectan armónicamente y forman una red de elocuencia. De hecho, idear las formas en las que la tecnología te ayuda a aumentar tu creatividad es un desarrollo creativo en sí mismo.
Cuando está mal enfocada, en los entornos educativos o en los lugares de trabajo, la tecnología puede ser un distractor; pero convenientemente enfocada tiene el potencial para ayudarnos a pensar de nuevas formas y hacernos encontrar ideas originales. Es imperante reenfocar nuestras prácticas cotidianas en dirección a este ángulo.
Performance de arte, Chino City Museum of Art (Nagano).
Foto © Romain Etienne.
Hoy vivimos una etapa tecnológica superlativa, en la que aplicaciones creativas te exhortan a producir tus ideas aportándote medios que te ayudan a hacerlo; su principal beneficio es brindar semillas de ideas a punto de germinar. Algunas de las aplicaciones más influyentes quizá son las fotográficas, pues proveen todo tipo de elementos narrativos.
Sin embargo, hay que exhortar la creación y el intercambio de historias, juegos y animaciones, de software de manipulación de imagen y de diseño 3D; programas para grabar y editar imagen, sonido, video y texto; plataformas para compartir conocimiento sobre educación y que alienten el trabajo colaborativo sin importar la ubicación o el dispositivo, así como la creación de pizarrones virtuales para visualizar ideas y compartirlas como imágenes. Compartir es lo que importa.
Por todo lo anterior, queda claro que la tecnología sólo aporta los medios: las ideas las pone tu creatividad. Aquí van algunas propuestas interesantes para aprovechar la afortunada combinación entre ambas:
Usa las distracciones correctas. Las autoridades académicas y profesionales a menudo se quejan de que la tecnología se convierte en un elemento distractor en sus espacios. Pero cuando se trata de ser creativo, la divagación sin rumbo puede convertirse en algo favorable al dar pie a ingredientes esenciales de la creatividad: el descubrimiento fortuito y la casualidad.
Intenta estar abierto a lo nuevo. Es la disposición más ventajosa de la mente; sin ella puedes perderlo todo, hasta tu criterio.
Difumina la línea entre el trabajo y el juego. Con curiosidad, todo aprendizaje se vuelve divertido. La mejor forma de aprender es disfrutando el proceso.
Usa la tecnología para establecer restricciones. Cuando nos enfrentamos a demasiadas opciones o vemos algo en términos de posibilidades ilimitadas, nos abrumamos y terminamos pensando menos creativamente. A veces necesitamos ciertos límites para producir algo realmente innovador.
Usa la tecnología para hacer preguntas. Aprovecha que está contigo casi todo el tiempo y úsala como tu herramienta principal para averiguar, investigar y explorar el mundo y fortalecer tu sentido crítico.
Diviértete. La tecnología y la creatividad son las herramientas y el motor para cambiar al mundo. Podemos empezar por vivirlo como niños e imaginarlo todo de modo diferente. Podemos ser pequeños con respecto al universo, pero somos lo que le da sentido a todo.