
Todas las verdades son fáciles de entender una vez que se descubren;
el punto es descubrirlas.
Galileo Galilei
Las teorías de conspiración son el cáncer intelectual de nuestros tiempos. Pero también es un hecho que la historia llamada “oficial” no es necesariamente cierta, aun cuando millones crean que sí lo es. A menudo el pensamiento racional nos permite darnos cuenta de revelaciones oscuras, secretos políticos, tácticas gubernamentales y de maniobras truculentas con un “doble fondo” en momentos clave de nuestra historia; sin embargo, en esos momentos debemos hacer uso de nuestras facultades críticas, tal como dice una frase atribuida a Aristóteles: “Es la marca de una mente educada poder albergar un pensamiento sin aceptarlo”.
Hay dos problemas concretos causados por las teorías conspirativas: uno, que están en todas partes y pueden ser adoptadas por cualquiera, sin importar su inteligencia o grado académico; dos, que cabe la posibilidad de que, en efecto, todo nuestro conocimiento sobre la historia o la política mundial haya sido manipulado y reescrito por la élite en el poder que lo controla todo —lo cual no sería extraño en la distópica y orwelliana realidad que vivimos actualmente.
Si éste fuera el caso, quién sabe cuántas verdades falsas o construidas formarían parte de nuestra realidad. Por eso, a continuación te presento tres teorías de conspiración que, al menos parcialmente o en forma de presagio, resultaron ser ciertas…
MK Ultra

En medio de la neblina de miedo, confusión y paranoia que rodeó a la Guerra Fría a mediados del siglo XX, el gobierno estadounidense buscaba a toda costa estar al tanto de cualquier avance bélico y tecnológico por parte de la Unión Soviética. Por eso, según testimonios de testigos, la Agencia Central de Inteligencia (CIA) habría estado investigando los efectos en el cerebro de drogas alucinógenas, como el LSD, en el marco de un conjunto de estudios sobre modificación del comportamiento llamado “Proyecto MK Ultra”.
Dentro de dicho proyecto, entre 1950 y 1973 miles de pacientes terminales y adictos estadounidenses habrían sido, sin su conocimiento o consentimiento, “conejillos de indias” en experimentos con psicoactivos en hospitales, prisiones y universidades que sirvieron como campos de pruebas. Y lo increíble es que parte de esta información se confirmó en documentos liberados por la CIA en 1977.
Pero la información dada a conocer en los años setenta es sólo la punta de un enorme iceberg, sumergido para siempre en el enigma, pues se sabe que en 1973 el entonces director de la CIA, Richard Helms, destruyó una enorme cantidad de documentos relacionados con el mencionado “Proyecto MK Ultra”, de modo que su alcance completo jamás será conocido.
El ovni de Roswell

En 1947, la Fuerza Aérea del Ejército de los Estados Unidos declaró que el objeto volador no identificado que se estrelló en el desierto a las afueras de Roswell, Nuevo México, no era una nave alienígena —como se rumoraba—, sino un globo meteorológico. Pero a lo largo de la segunda mitad del siglo XX el interés en el supuesto accidente fue en aumento y al final resultó que, en efecto, había habido un encubrimiento de los hechos.
Lo que se había estrellado en Roswell no era un globo meteorológico… pero ciertamente tampoco una nave espacial. Al parecer se trataba de un globo perteneciente a un proyecto conocido como “Mogul”, cuya función era transportar instrumentos de detección acústica a la estratosfera con el fin de espiar el desarrollo de armas nucleares soviéticas.
El encubrimiento se destapó en la década de 1990, cuando se presionó al Pentágono para desclasificar la documentación de Roswell, y la conclusión fue que muy probablemente el objeto hallado en el sitio era uno de los globos “Mogul” lanzados en junio de 1947, que no había podido ser recuperado.
La milicia de los Estados Unidos quería evitar que sus actividades de espionaje tecnológico salieran a la luz, de modo que la versión de la supuesta colisión de una nave espacial tripulada les resultó una opción más conveniente. Por supuesto, muchos siguen creyendo que la verdad permanece oculta…
Rastreo satelital

A mediados de la década de 1990, el médico Philip O’Halloran publicó, en su propio fanzine conspirativo llamado Relevance, un artículo sobre supuestos biochips que, implantados debajo de la piel, emitían ondas de radio de baja frecuencia capaces de viajar largas distancias —incluso hasta la altitud de un satélite— y que proporcionaban la ubicación exacta de la persona rastreada.
Desde luego, no pasó mucho tiempo antes de que profesionales de la salud mental descartaran lo que O’Halloran propuso; incluso uno de ellos dijo en un artículo publicado en un diario neoyorquino que cualquiera que mencionara dicha teoría debería ser tratado como alguien con un “severo trastorno paranoico”.
Poco después, en 1998, Kevin Warwick, profesor de cibernética de la Universidad de Reading, recibió un implante de chip que, según un artículo de la época publicado en el diario británico The Independent, “emitía una señal de identificación única que una computadora puede reconocer para operar varios dispositivos electrónicos, como luces de habitaciones, cerraduras de puertas o ascensores”.
Y si bien esto aún estaba lejos de lo que proponía O’Halloran, la famosa revista cultural The Atlantic de Boston informó en 2018 sobre un grupo de personas que trabajaban en la fabricación de chips con GPS integrado que podían ser implantados para rastrear a familiares con demencia.
En los días que vivimos y con la tecnología de rastreo siendo utilizada para cortar cadenas de contagio, resulta perturbador imaginar un futuro no muy lejano —o quizás un presente muy real— en el que los gobiernos y corporaciones puedan rastrear vía satélite a grupos o personas por motivos privados o políticos, una inquietante idea que hace tan sólo un par de décadas fue descartada por considerarse “paranoica”.
Y… ¿cuál es tu postura con respecto a las teorías conspirativas?
