Thriller legal: novelas para leer durante un juicio

Thriller legal: novelas para leer durante un juicio
Bernardo Monroy

Bernardo Monroy

Miscelánea

La historia la hemos visto o leído infinidad de veces: a la mitad de un caso que parecía de rutina, un abogado relativamente joven descubre que el acusado es inocente; más por ética que por beneficio económico, decide defender su inocencia pero, al hacerlo, sin proponérselo destapa una turbia conspiración vinculada al grupo criminal de tu preferencia —la mafia, los narcos o un poderoso asesino en serie— y las cosas se ponen peliagudas…

Es así que el joven abogado sufre amenazas e intentos de asesinato, y ve en peligro la vida y la integridad de sus seres queridos. Mientras se desarrolla la intriga, el juicio avanza con jueces, fiscales y testigos de por medio; finalmente, los pillos son expuestos y llevados ante la justicia, el abogado sale airoso y convertido en una celebridad, y será una persona feliz y tranquila… al menos, hasta la segunda parte de la historia.

La trama anterior describe perfectamente un género literario que, desde la década de 1990, se ha ganado un lugar privilegiado en librerías, salas de cine y, más recientemente, en los servicios de streaming. Se trata del thriller legal: narraciones en las que se mezclan elementos de suspenso del thriller con el derecho penal, los juicios y la abogacía, por lo que al emocionarse con balazos, golpizas y conspiraciones a medida que pasan las páginas, uno de paso aprende sobre leyes, juzgados y procedimientos penales.

Mezcla elementos de suspenso del thriller con el derecho penal, los juicios y la abogacía

Pero, ¿cuál es el origen y la historia de dicho género, que hoy en día está más vivo que nunca gracias a las teleseries? Veamos el origen de este matrimonio entre la literatura y el derecho, cuyo hijo por fortuna no requiere que se le asigne una pensión alimenticia…

Presunción de inocencia

A lo largo del tiempo, los abogados han sido personajes recurrentes en la literatura estadounidense. El caso más popular es el de Atticus Finch, protagonista de Matar a un ruiseñor, escrita por Harper Lee en 1960: además de ser una de las mejores novelas en lengua inglesa del siglo XX, plantea temas universales como la justicia, el racismo o el amor a un padre. Atticus, que es la personificación de la tolerancia y el arquetipo del hombre de leyes con ética inquebrantable, defiende a un afroamericano ante la acusación de haber violado a la hija de un habitante del pueblo de Maycomb, Alabama.

Aunque la trama de Matar a un ruiseñor se desarrolla en el ámbito de lo legal y los juicios penales, no entra en el género del thriller legal, pues no tiene elementos de misterio o policiacos, y más bien se enmarca dentro de la literatura costumbrista.

"Matar a un ruiseñor", escrita por Harper Lee en 1960

John Grisham, el autor más popular del thriller legal, resume el género de manera muy concreta: “Arrojas a una persona a la corte, la involucras en una conspiración y la sacas de ahí”. Pero el asunto no es tan simple, pues se debe mantener la tensión a lo largo de los capítulos y el autor ha de saber de leyes y de procedimientos, así como tener oficio de escritor… y un poco de abogado, para estabilizar la trama como si se tratara de la balanza de la justicia.

En la literatura inglesa, aunque también hay varios antecedentes con abogados en obras literarias, es hasta finales del siglo XIX cuando Wilkie Collins —amigo cercano de Charles Dickens y exitoso novelista de su tiempo— comenzó a construir y publicar tramas que involucran elementos legales, en parte debido a que estudió derecho pero nunca lo ejerció; su obra más destacada en este sentido es La dama de blanco (1859).

Wilkie Collins: "La dama de blanco" (1859)

Durante los primeros años del siglo XX, varios autores escribieron y publicaron historias de abogados y misterios, pero no fue sino hasta la década de 1930 que apareció el más famoso de ellos, con un personaje que definiría un antes y después en el género: hablamos de Erle Stanley Gardner, creador de las famosas aventuras de Perry Mason.

Gardner no era un autor pretencioso, de esos que buscan la inspiración y parecen sufrir con cada párrafo que redactan: por el contrario, era abogado de día y de noche escribía novelas para pagar las cuentas. Por su parte, Perry Mason es el personaje típico de una novela de misterio, semejante a Sherlock Holmes: cree firmemente en la impartición de justicia y acepta casos muy difíciles por la curiosidad o el reto intelectual que implican. Recientemente, HBO resucitó al personaje en una serie que lleva su nombre, la cual recrea de forma sensacional la década de 1930.

Apelación

El género del thriller legal siguió creciendo y en la última década del siglo XX salió a la luz uno de sus autores cumbre: John Grisham, quien de joven fue testigo del espantoso caso de una niña de 12 años que fue abusada sexualmente. Grisham imaginó qué habría ocurrido si el padre de la víctima hubiera asesinado a los victimarios; fruto de esa especulación surgió su primera novela, Tiempo de matar (1989). A la gran acogida de esa obra seguirían otros éxitos de ventas, como La firma (1991), El informe Pelícano (1992), El cliente (1993) o Cámara de gas (1994), que durante la última década del siglo XX permanecieron en las listas de los libros más vendidos de The New York Times, además de ser adaptados en exitosas películas hollywoodenses.

John Grisham

Así, la década de 1990 fue la “época de oro” del thriller legal, que incluso se llegó a mezclar con el género de terror en El abogado del diablo —escrita por Andrew Neiderman y convertida en la clásica cinta protagonizada por Al Pacino y Keanu Reeves—  y con el género de memoria autobiográfica en Los hijos de la calle, de Lorenzo Carcaterra, también llevada a la pantalla grande con Brad Pitt y Dustin Hoffman, con todo y que la fiscalía de Nueva York y el sistema de reformatorios negaron muchos de los hechos narrados en la novela.

Sentencia

En esta década de 2020, el thriller legal goza de excelente salud con millones de espectadores en el cine y las pantallas caseras, donde las teleseries han acaparado el género como nunca antes: los mejores ejemplos son, quizá, How to Get Away with Murder y Better Call Saul, aunque en este caso el protagonista no es precisamente un hombre de leyes con ética y principios.

"Better call Saul"

Otro gran ejemploes Lincoln Lawyer, que se basa en las novelas de Michael Connelly —quien tiene formación profesional como periodista y no en Derecho, y no obstante crea excelentes tramas—; el género incluso ha llegado a Corea del Sur con la magnífica Tribunal de menores, que sigue los pasos de una estricta juez y su vínculo con delincuentes juveniles.

Sobre literatura y derecho siempre habrá mucho qué aprender, y el thriller legal permite ahondar un poco en ambas ramas del conocimiento. El ya citado Grisham lo explica mejor cuando afirma: “No me siento estúpido, sino simplemente inadecuado; después de tres años de estudiar Derecho, soy muy consciente de lo poco que sé”.

Recibe noticias de este blog