El escándalo ocurrido durante la más reciente entrega de los Premios Oscar, en la que el presentador Chris Rock fue abofeteado por el actor Will Smith —quien “defendió” a su esposa Jada Pinkett tras una broma de mal gusto— puso más de un debate sobre la mesa: que si lo que hizo estuvo bien o mal, que si representa la masculinidad tóxica, que si la alopecia es una enfermedad de la que no hay que burlarse o que si los Premios de la Academia ya resultan obsoletos.
Sin embargo, la pregunta que más resalta es: ¿tienen límites el humor y la comedia? Es decir: con tal de arrancar una carcajada, ¿es válido burlarse de situaciones delicadas para nuestra sociedad? La respuesta, como en todo lo que implica emociones humanas, no es sencilla ni se limita a un “Sí” o un “No”, pues las polémicas que involucran a comediantes han ocurrido en todo el mundo y en muchos momentos de la historia. México no es la excepción…
Uno de los momentos más memorables en la historia de la televisión mexicana lo protagonizó Manuel “el Loco” Valdés cuando, en tiempos del presidente José López Portillo, tuvo el mal tino de burlarse del Benemérito de las Américas con un chiste que decía: “¿Quién fue el presidente bombero? Pues Bomberito Juárez; ¿y quién lo ayudaba? Su esposa, Manguerita Maza de Juárez”.
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Recordemos que, en la década de 1980, mofarse de los héroes patrios era motivo de censura y escarmiento. Por eso, después de su chiste, al “Loco” le llamaron la atención desde la Secretaría de Gobernación y, de hecho, su programa salió del aire. Pero como los tiempos cambian, hoy en día circulan chistes y memes en los que el presidente oaxaqueño es tratado sin el más mínimo respeto.
Otro caso ocurrido en México, mucho más polémico y serio, tuvo lugar en 2012 cuando el payaso “Platanito” se burló de la tragedia en la guardería ABC, donde en un incendio fallecieron 49 niños. “Ahora ya no hay guardería, abrieron un changarrito que se llama Kentucky Fried Children”, dijo el payaso, por lo que incluso recibió amenazas de muerte; tiempo después, ya sin disfraz ni maquillaje, tuvo que salir a pedir una disculpa pública.
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El primer caso es un abierto ejemplo de censura; el segundo, de un evidente mal gusto ante una tragedia que involucra corrupción política y que es como una herida abierta en la mente de muchos mexicanos. Pero quizás algún patriota juzgaría el chiste de Juárez como un acto imperdonable, y otros dirían que la reacción de los internautas ante el chiste de “Platanito” fue desproporcionada. Como siempre, entramos en el delicado terreno de la subjetividad.
Algo similar sucedió en la década de 1980 en los Estados Unidos, tras la tragedia del transbordador espacial Challenger, que se desintegró poco después de despegar, causando la muerte de sus siete tripulantes. El suceso generó chistes de mal gusto como este:
—¿Sabes qué significa NASA?
—National Aeronautics and Space Administration.
—No. Need Another Seven Astronauts (Necesitamos otros siete astronautas).
¿Qué ocurriría hoy en día con esta broma, tan negra como el espacio exterior?
Comedia de colores
El llamado “humor negro” o la “comedia negra” no es nada nuevo, ni en la historia ni en la cultura. Quizá la diferencia es que antes era abiertamente vetado y despreciado, y ahora cualquiera puede hacer circular un chiste cruel, publicar un comentario o un meme grotescos en sus redes sociales o enviar un texto que se burla de un tema delicado a todos sus contactos en WhatsApp.
El tema del humor ha sido abordado seriamente desde varios enfoques, como el filosófico y el científico; en el primer caso, basta recordar a pensadores como Aristóteles, Henri Bergson o Friedrich Nietzsche, quien alguna vez escribió: “En el mundo, sólo el hombre sufre de una manera tan atroz que se ha visto obligado a inventar la risa”.
Desde el enfoque de la ciencia, podemos citar el libro del destacado científico cognitivo Scott Weems, titulado Ja: la ciencia de cuándo reímos y por qué, donde se afirma que el humor es la respuesta humana ante el conflicto y la confusión. Weems explica que lo que es necesario, quizás, es que un tema se “enfríe” en la opinión pública para poder hacer chistes al respecto.
Evoca que poco después de la tragedia del 11 de septiembre era impensable hacer chistes al respecto y casi cualquier alusión al tema era evitada. Al respecto enuncia: “La razón por la que hay tantos tipos de chistes de mal gusto obedece, en parte, a que nuestras mentes se enfrentan a emociones encontradas de muchas maneras. Por ejemplo, sentimos lástima por los discapacitados, pero también queremos que tengan sus derechos y tratarlos como se les debería tratar… igual que a todo el mundo. Y aunque nos aflijamos por las víctimas de los desastres naturales, al mismo tiempo nos sentimos manipulados por los medios de comunicación cuando nos dicen cómo hemos de sentirnos”.
El párrafo anterior se puede aplicar al escándalo entre Jada, Will y Chris. O quizás la respuesta idónea a una broma muy ofensiva es responder con más humor. Basta recordar a Aaron Paul y Bryan Cranston —protagonistas de la exitosa serie Breaking Bad—, quienes sugirieron a Chris Rock y Will Smith olvidar sus diferencias tomándose un mezcal; o bien, al presidente Ronald Reagan, quien después de su frustrado intento de asesinato le dijo a su esposa: “Cariño, se me olvidó agacharme”, y después le dijo a los médicos que lo atendían: “Espero y sean republicanos”, en referencia a su afiliación política.
¿Generación de concreto contra generación de cristal? ¿Mal gusto? ¿Mecanismo de defensa? ¿Exageración? ¿Falta de tacto? El debate permanece en pie, y valga la paradoja, es un tema bastante serio…