Imagina una criatura nocturna que en apariencia es humana, pero puede convertirse en bruma o en ave, y cuya dieta consiste exclusivamente en sangre de humanos recién nacidos… ¿Qué clase de monstruo viene a tu mente? Muy probablemente estarás pensando en Drácula, el vampiro; sin embargo, él no es el único de su tipo, pues en el folclor de algunos pueblos existen criaturas similares a estos seres chupasangre. Las tlahuelpuchi, originarias de Tlaxcala, son algunas de ellas.
Aunque el parecido de las tlahuelpuchi con los vampiros es evidente, esto no significa que sean una versión tropicalizada de ellos; más bien, su leyenda encarna el temor que todo el mundo siente hacia los seres que se alimentan de nuestra fuerza vital. Dentro de las tradiciones americanas, las tlahuelpuchi son difíciles de clasificar, pues lo mismo se les llama brujas que se les considera una especie de nahualas, ya que poseen características que encajan en ambas categorías.
En general, la información que se tiene acerca de las tlahuelpuchi proviene de la tradición oral: se han recogido relatos de estas criaturas en distintas partes del territorio mexicano, sobre todo de entre los pueblos nahuas de Tlaxcala. Es principalmente ahí donde, hasta la fecha, se les denomina de esta manera y se cuentan historias de horror en torno a ellas.
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Las tlahuelpuchi, según algunos relatos, son mujeres que desde su nacimiento han tenido poderes que van desde un don para la magia, que viene acompañado de rasgos terroríficos para los humanos, hasta una maldición. Esto último es una herencia de tiempos de la Colonia, pues en lugar de tratarlas como entes mágicos se ejerce un juicio moral en contra de sus poderes; incluso hay quienes sostienen que eran nahualas que sucumbieron a la magia negra y por ello fueron castigadas. A todo ello se añadió la creencia cristianizada de que disfrutan de alimentarse de niños, especialmente si aún no han sido bautizados.
A pesar de ser innatos, los poderes de las tlahuelpuchi no se revelan sino hasta que alcanzan la pubertad, pues con la primera menstruación se ven asediadas por la sed de sangre de recién nacidos. Aun así, durante el día logran pasar por mujeres comunes y corrientes, pero por la noche recurren a sus poderes y salen de cacería. Supuestamente, las familias de las tlahuelpuchi saben de la presencia de estas brujas en sus casas, pero no las delatan con el resto del pueblo porque su traición haría que descargaran su ira contra ellos; en cambio, si mantienen el secreto, la tlahuelpuchi nunca atacará a un miembro de su propia familia.
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Se cree que, como pasa con las nahualas, las tlahuelpuchi pueden convertirse en animales. Algunos dicen que se transforman en aves de rapiña o guajolotes, otros añaden que en gatos o insectos y que, incluso, pueden tomar la forma de una bruma luminosa o de bolas de fuego. De hecho, esta característica es la que les da su nombre, pues en náhuatl tlahuelpuchi quiere decir “sahumador luminoso”.
En sus cacerías, la tlahuelpuchi busca casas donde haya niños recién nacidos, las vigila convertida en animal para no levantar sospechas y espera a la madrugada para escabullirse a su interior convertida en bruma. Una vez dentro, lanza un hechizo sobre los moradores para que no puedan despertar mientras ella se alimenta del bebé; algunos afirman que gusta de tomarlos por los pies y de chupar la sangre directamente de la mollera —de ahí la expresión “se lo chupó la bruja”. Si los padres despiertan antes de que la tlahuelpuchi haya terminado de alimentarse del niño, descubrirán moretones en distintas partes de su cuerpo.
Es difícil explicar de dónde vienen los poderes de la tlahuelpuchi: como sucede a menudo en cuestiones del folclor, lo mágico aparece porque sí: algunas fuentes aseguran que sus facultades no son transferibles ni hereditarias, pero que si matas a una la maldición alcanzará a la siguiente generación de tu familia. A pesar de esta advertencia, en relatos orales se habla de linchamientos realizados por los pobladores a mujeres acusadas de ser una de estas criaturas.
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Otro aspecto interesante son los métodos para ahuyentar a las tlahuelpuchi: tijeras de metal —a veces, colocadas en forma de cruz—, monedas y cajitas con alfileres bajo las cunas son remedios usuales cuando se sospecha que una de ellas anda al acecho. Lo mismo se recurre a cruces y espejos en las cabeceras de las camas, a baldes de agua junto a la puerta o al siempre eficaz collar de ajos para evitar que la tlahuelpuchi huela al niño.
Más allá del debate sobre si forma parte de la realidad o de la ficción, resulta fascinante cómo esta criatura surgida del folclor ayuda a explicar lo inexplicable. En su libro Brujería chupasangre: un estudio epistemológico de lo supernatural antropomórfico en la Tlaxcala rural (1960), Hugo Nutini recopiló más de cuarenta y siete descripciones de primera mano y concluyó que las tlahuelpuchi fungen un papel importante para explicar las muertes de cuna y por asfixia de los recién nacidos.
Entonces, al igual que muchas de las tradiciones orales y los mitos de la humanidad, las tlahuelpuchi también tienen una función social. El resto queda como enigma o como preguntas sin resolver: si son brujas, vampiras o nahualas; si están malditas o si son lo que son porque sí, resulta irrelevante ante el hecho de que, siendo ellas inexplicables, por lo menos resuelven y dan sentido a lo irremediable.