
Ira, miedo, tristeza, rencor, desprecio, envidia, celos, deseo, frustración… Todos, en mayor o menor medida, hemos sentido estas emociones, las cuales se califican de “negativas” y de las que se dice que “envenenan el alma”. Pero lo cierto es que ese lado oscuro forma parte de nosotros y ha sido aprovechado por creadores de muchas épocas para explorar y exponer los aspectos más profundos, ocultos y hasta reprimidos de la naturaleza humana.
En la literatura y el arte, la lucha entre el bien y el mal —simbolizados por la luz y la oscuridad— ha sido un enorme motivo de inspiración: por un lado, están los héroes, que encarnan a la bondad, la justicia y al lado luminoso del género humano; por el otro, están los villanos y antagonistas —empezando por Lucifer, el adversario de Dios—, que simbolizan las bajas pasiones y la negatividad de la especie. Pero, desde hace siglos, algunas narrativas han roto con el estereotipo del “bueno” y del “malo” para crear personajes interesantes, profundos e imperfectos. Y es que en esa imperfección está su finura y, a la vez, habita el lado oscuro: ahí es donde coexisten el miedo, la codicia, el odio, el rencor y todos los defectos humanos que, paradójicamente, nos hacen sentir empatía por un personaje o identificarnos en él. ¿Es eso malo? ¡En lo absoluto! Lo malo sería negar que esas emociones existen y forman parte de cualquier persona, aunque a veces sean tan intensas que terminan tiñendo de negro el alma de quien las posee.

Vienen a mi mente dos historias interesantes sobre el lado oscuro: El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, de Robert Louis Stevenson, y La mitad siniestra, de Stephen King, ambas protagonizadas por un personaje con un lado oscuro tan perverso y abominable que incluso se toma por otra persona. Estas historias son sinceras porque sus creadores se conectaron con su propia sombra, pues tanto Stevenson como King hablaban desde la oscuridad de su alcoholismo y sus obras les sirvieron para mirar de frente ese lado sin luz y a ese ser monstruoso en que se convertían cuando bebían más de la cuenta.

También está William Blake: un poeta y filósofo rebelde, defensor de la libertad, que desafió al poder y criticó a la autoridad en su obra usando símbolos y alegorías del conflicto entre el bien y el mal, y sufría visiones extáticas que después llevó a su obra gráfica y a sus poemas. Edgar Allan Poe, por su parte, exploró los abismos del terror y del misterio, animado en parte por su afición al alcohol y por los efectos que éste tenía en su ya de por sí deteriorada psique.
Los poetas malditos —Paul Verlaine, Arthur Rimbaud, Stéphane Mallarmé y otros— visitaron con frecuencia esa oscuridad para crear sus obras: aislados del mundo por su genialidad, sufrieron carencias y el rechazo de la sociedad, y se entregaron a sus tendencias autodestructivas. En ese orden de ideas, algunos consideran al escritor Charles Bukowski como el último de esta especie, pues desde su exceso ilustró el lado sucio de la sociedad estadounidense, contrastándolo con la idea del sueño americano ideal, próspero e igualitario.
En Brasil, el escritor Rubem Fonseca inició el llamado “realismo feroz”: un estilo literario que expone el lado oscuro de Latinoamérica que el Boom se negaba a mirar; sus ambientes citadinos y su lenguaje violento retratan la realidad de los barrios marginales que conoció cuando trabajó como policía, lo que le da manga ancha para abordar sin censura temas cuestionables y densos como el crimen, la prostitución, la corrupción, los vicios y la desigualdad social. Por último, recordemos a un personaje de la cultura pop del siglo XX: Anakin Skywalker, quien a la postre se convertiría en el siniestro Darth Vader en la saga de Star Wars. De niño, este personaje no hizo caso a la advertencia de su maestro y se dejó arrastrar por el miedo, que como sabemos es “el camino al Lado Oscuro” pues conduce a la ira, ésta al odio y éste, al sufrimiento de otros.

Ahora bien, ¿qué se necesita para conectar con tu lado oscuro y empezar a crear desde ahí? Sin duda, no hace falta que tengas una adicción o que cometas un crimen para tocar esa oscuridad que hay en ti: basta con que mires sinceramente al espejo y reconozcas tus emociones destructivas, carencias y defectos, no para criticarlos o para juzgarte, sino para aceptarlos como algo intrínseco a tu persona.
Tocar y asumir nuestra oscuridad nos permite mantenerla bajo llave, y aceptar nuestra naturaleza imperfecta es un gran punto de partida para crear algo bello que toque el alma humana. Cuando estés inmerso en un proceso creativo, si quieres ser sincero con tu proyecto es necesario que devuelvas la mirada a esos ojos de fuego que te miran desde el otro lado de la reja. ¿Por qué? Porque las emociones, sean positivas o negativas, son lo que nos conecta como seres humanos.
El lado oscuro está en el mundo también: lo vemos a diario en las noticias en forma de guerra, violencia, crímenes y destrucción. Pero yo creo que la mejor manera de combatirlo es a través del arte, pero sólo si se hace con sinceridad y valor. Conectar con ese lado de nuestro corazón nos permite también reírnos de nosotros mismos, no tomarnos tan en serio y hacer algo honesto con nuestras creaciones. Y no nos olvidemos de que también estamos hechos de luz, de paz, de amor y de empatía: con ellos podemos mirar con un poco de cariño a ese monstruo que vive dentro de nosotros para que, cuando tarde o temprano emerja, su presencia deje de ser espantosa y se convierta en la chispa de inspiración que necesitamos.
