
En México, los capitalinos tenemos la enorme bendición de tener a la mano una sala de conciertos que tiene fama de ser la mejor de América Latina: la Sala Nezahualcóyotl, en Ciudad Universitaria. Su secreto, al parecer, está en los paneles de madera que flotan suspendidos sobre el escenario y tienen la función de redirigir el sonido de la orquesta hacia las butacas. Pero, en el resto del mundo, ¿cuáles son las mejores salas de concierto para escuchar música clásica?
Desde luego, hablar de “lo mejor” implica casi siempre un punto de vista subjetivo. Pero en este caso, el factor clave es la reverberación o la permanencia del sonido después de que aquello que lo emite ha dejado de vibrar. Según especialistas en acústica, la reverberación es deseable para el disfrute de la música ya que realza el sonido directo y añade plenitud, calidez y cohesión a la pieza; así, el tiempo de reverberación se ha convertido en un parámetro acústico para evaluar una sala de conciertos: muy corto, hace que la sala se considere “muerta”; demasiado largo, entorpece la escucha de voces y melodías.
Dependiendo del tipo de música a ejecutarse, el tiempo de reverberación ideal va de un segundo para las piezas con partes habladas o cantadas, hasta los dos o tres segundos que son los preferidos para disfrutar de una orquesta sinfónica o filarmónica interpretando piezas clásicas. Con todo esto en mente, estas son las tres salas de conciertos con la mejor reverberación del mundo.
Royal Albert Hall; Londres, Inglaterra
Empezó a construirse en 1867, seis años después de la muerte del consorte de la reina Victoria de Inglaterra, el Príncipe Alberto, en cuyo honor esta sala de conciertos circular fue inaugurada el 29 de marzo de 1871. Casi desde ese día se habían realizado esfuerzos para reducir el eco que reverberaba en todo el auditorio, con poco éxito; pero en 1968, luego de una investigación acústica de la sala, se suspendieron sobre la arena 135 “platillos voladores” rellenos de lana de fibra mineral para difundir las reverberaciones. La reconfiguración se completó a finales de 2001, con lo cual pasó al olvido la mala acústica de la sala, que aunque sigue siendo reverberante es ideal para la música con órgano y coros.

Concertgebouw; Ámsterdam, Países Bajos
El Concertgebouw fue diseñado por Adolf Leonard van Gendt y construido en Ámsterdam para servir como sede de la Orquesta Real del Concertgebouw. Su construcción duró de 1883 a 1886, el edificio tiene un estilo neoclásico y forma de “caja de zapatos”, el cual era un diseño intuitivo para las salas de concierto en aquella época. A pesar de que Van Gendt no tuvo ningún asesoramiento acústico, el sonido resultó ser excelente, pues los balcones laterales generan reflexiones óptimas en términos de dirección y decadencia.
En el diseño original, Van Gendt había diseñado un techo plano, pero después se dio cuenta de que esto sería perjudicial para la acústica; por eso, al final optó por un techo con casetes de pared. Incluso hoy en día, el Concertgebouw es reconocido por tener una de las mejores acústicas del mundo.

Berliner Philarmonie; Berlín, Alemania
Una de las orquestas más prestigiosas del planeta, desde luego, debe tener como sede un edificio soberbio en términos de acústica. Y en este sitio, a diferencia de las salas tradicionales, la Filarmónica de Berlín se coloca en el centro del espacio, rodeada por el público —incluso hay asientos detrás de la orquesta desde los que se puede ver el rostro del director.
Esta fue una de las primeras salas de conciertos en adoptar la configuración “estilo viñedo”, obra del arquitecto Hans Scharoun, quien quiso tener “la música en el centro”. Cuando se inauguró en 1963, el techo con forma de tienda fue motivo de burlas y recibió el apodo de “Circo Karajani”, en honor al entonces director principal, Herbert von Karajan. Con el paso de los años y una arquitectura inigualable tanto en el exterior como en el interior, la sede de la Filarmónica de Berlín se convirtió en una de las mejores salas de conciertos del mundo.

