Toulouse-Lautrec: arte, dolor y placer

Toulouse-Lautrec: arte, dolor y placer

Henri de Toulouse-Lautrec: “La Goulue arrivant au Moulin Rouge (accompagnée de deux femmes)”, 1892 (detalle).

Cecilia Durán Mena

Cecilia Durán Mena

Creatividad

El dolor ha formado parte de la vida de una gran cantidad de virtuosos y, de hecho, en ocasiones fue el elemento detonante de la creación artística. Aunque el sufrimiento físico ha afectado profundamente la obra de muchos artistas, pocos se vieron tan influenciados por una enfermedad como Henri de Toulouse-Lautrec.

Es verdad que alrededor de la vida de algunos de los grandes artistas se han tejido muchos mitos y leyendas para explicar su capacidad creativa: por ejemplo, se decía que El Greco tenía problemas en la vista y por eso sus figuras son tan alargadas —lo cual, en última instancia, es falso—; sin embargo, para Henri Marie Raymond de Toulouse-Lautrec-Monfa —o, simplemente, Toulouse-Lautrec— el dolor y la enfermedad fueron un elemento crucial en su vida.

Henri nació el 24 de noviembre de 1864 en el centro de Albi, en Francia, y fue el primogénito de una de las familias aristocráticas de mayor relieve en aquel país. Sus padres, el conde Alphonse Charles de Toulouse-Lautrec-Monfa y Adèle Zoë Tapié de Céleyran, eran primos hermanos —en aquella época eran frecuentes los matrimonios entre familiares para preservar el patrimonio en la familia.

Debido a la consanguinidad, el pintor heredó dos alelos mutados del gen CTSK y nació con una extraña enfermedad llamada picnodistosis o PKD, una displasia ósea de herencia autosómica recesiva. En otras palabras, Toulouse-Lautrec padeció un trastorno que lo hizo ser un hombre de talla baja, miembros cortos, fragilidad ósea, suturas craneales abiertas y genitales hipertrofiados.

Así, el pintor alcanzó poco más de metro y medio de estatura, pero su tórax y abdomen tenían las dimensiones esperadas para un francés adulto promedio. La cabeza era desproporcionadamente grande comparada con el tamaño del tórax y su aspecto motivó a Thadée Natanson a decir: “El tronco, que era el de un hombre de estatura normal, parecía haber aplastado con su peso y el de la gran cabeza las cortas piernas que apuntaban por debajo”.

Henri de Toulouse-Lautrec.

Desde pequeño, su enfermedad le impidió llevar una vida como la de otros niños. Los trastornos esqueléticos le impidieron andar en bicicleta, un pasatiempo común entre los miembros de su familia, por lo que mientras los dempas paseaban y se divertían, Henri se dedicó a la pintura. Desde entonces, la vergüenza que le causaba su físico influyó constantemente en sus esfuerzos artísticos.

A pesar de que la enfermedad por sí sola no puso en peligro su vida, las fracturas y las complicaciones lo orillaron a una cotidianidad dolorosa. Las fracturas en los miembros inferiores, la mandíbula y las clavículas eran padecimientos punzantes. Las complicaciones de estas fracturas, la osteomielitis y las roturas vasculares, potencialmente mortales, lo postraron en una situación de dolor permanente.

A los 14 años, sufrió una caída mientras jugaba en la casa familiar y, a pesar de que el accidente no fue grave, terminó con una fractura en el fémur izquierdo. Un año más tarde, en similares circunstancias, se fracturó el fémur derecho. Estas fracturas contribuyeron a acortar aún más su estatura, que ya era baja para su edad. Durante los dos años posteriores a sus fracturas, permaneció sentado en una silla de ruedas y se dedicó a pintar.

Con el apoyo de su tío, el conde Charles de Toulouse-Lautrec, Henri ingresó al taller del retratista León Bonnat y se mudó al barrio parisino de Montmartre, donde se daban cita artistas, filósofos, intelectuales y bohemios de la época. Cuando su tutor encontró otro empleo, Henri tomó como maestro a Fernand Cormon; en esos días fue que conoció a quienes serían sus amigos el resto de su vida: Émile Bernard, Edgar Degas y Vincent Van Gogh.

Toulouse-Lautrec frecuentó la vida nocturna de Pigalle y conoció de primera mano las costumbres de aquel París libertino. Uno de sus sitios predilectos fue el célebre cabaret Moulin Rouge; cuando éste abrió, Henri recibió el encargo de una serie de carteles que fueron su primer trabajo pagado y lo convirtieron en el padre del cartel moderno. También fue asiduo al Salon de la Rue des Moulins, al Moulin de la Galette, a Le Chat Noir y al Folies Bergère.

Toulouse-Lautrec: "Baile en el Moulain Rouge".

Baile en el Moulain Rouge.

Toulouse-Lautrec: "En el Moulin Rouge".

En el Moulin Rouge.

En ese mundo, Henri estaba en su elemento y pintó todo lo relacionado con él, incluyendo la prostitución, que constituyó uno de los temas principales en su obra. En sus cuadros de los bajos fondos de París retrataba a burgueses, actores, bailarinas y prostitutas, como Yvette Gilbert, Jane Weber “La Goulue” y Jane Avril, de las cuales se hizo amigo y con las que tuvo sus primeras experiencias sexuales —de hecho una de ellas, Rosa La Rouge, fue quien le contagió la sífilis que lo asolaría durante sus últimos años.

A Toulouse-Lautrec le interesaban ciertos instantes para ponerlos en el lienzo. Pintaba la vida cotidiana, a las mujeres mientras se cambiaban, cuando acababan cada servicio o cuando esperaban una inspección médica. Le gustaba retratar a las personas cuando no se sentían observadas. Siendo un aristócrata de apariencia grotesca que no encajaba en su sociedad, entre la decadencia y las clases bajas se sentía en su elemento, pero fue allí donde comenzó a hundirse en el alcohol.

Toulouse-Lautrec: "La inspección médica".

La inspección médica.

En 1897, como consecuencia de su alcoholismo, sufrió su primer episodio de delirium tremens. Fueron los años en los que disparó su revólver hacia unas arañas con las que alucinaba. Toulouse-Lautrec murió a los 37 años a causa de una hemorragia intracerebral, cuyo origen probablemente fue la sífilis.

El neoimpresionismo de la segunda mitad del siglo XIX tuvo en Henri uno de sus más importantes exponentes, que además de su trayectoria pictórica también fue el primer caso registrado de picnodisostosis. Toulouse-Lautrec fue un artista atormentado por un dolor crónico y constante, pero que aprendió a vivir al margen de lo que le dictaba la sociedad para experimentar y plasmar en su arte lo mismo el dolor que momentos de placer, fiesta, decadencia y bohemia.

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