El mejor camino para salir es siempre a través.
Robert Frost
La mente humana es, sin duda, uno de los asuntos más complejos que hay. Por eso existe la psicoterapia, cuyo propósito es —a grandes rasgos— ayudar a la persona a tratar y resolver conflictos y síntomas relacionados con las emociones y la salud mental a partir de la verbalización.
A través de esta dinámica, la psicoterapia —también conocida como “terapia de conversación”— refuerza el proceso personal de comprensión y regulación de los pensamientos y sentimientos, para enfrentar mejor los desafíos diarios y ser conscientes de lo que implica la vida pasada, presente y futura.
Para lograr resultados positivos, el paciente deberá primero aceptar la necesidad del cambio y estar dispuesto a seguir un tratamiento acorde a sus necesidades y aconsejado por un especialista. Por ello, deberá encontrar un terapeuta y una terapia que le inspire confianza —un factor indispensable para abordar temas personales e íntimos como la baja autoestima, la depresión, la adicción y el dolor.
Existen más de cincuenta tipos de enfoques terapéuticos, y esa variedad complica la elección de uno en particular. Por ello, a continuación te cuento un poco acerca de tres de los tipos de terapia psicológica que con mayor frecuencia podrás encontrar al realizar una búsqueda.
1. Terapia cognitivo conductual
Esta terapia es la más utilizada cuando se trata de asuntos relacionados con trastornos de ansiedad. Diversos estudios han demostrado su eficacia en el tratamiento de padecimientos como los ataques de pánico, las fobias y la ansiedad social, por mencionar sólo algunos. Su enfoque también es popular entre la gente que busca superar hábitos como fumar, apostar y comer o beber en exceso.
La cognitivo conductual (TCC) es una terapia con expectativa de resultados a corto plazo, y se enfoca en el vínculo que forman nuestros pensamientos y nuestras acciones. Su objetivo es ayudar al paciente a reestructurar sus patrones de pensamiento contraproducentes, los cuales claramente resultan en conductas improductivas o poco favorables.
Durante las sesiones, la persona en tratamiento trabaja junto con su terapeuta para identificar conjeturas nocivas y pensamientos dañinos persistentes en sus procesos mentales, y así aprende a responder a ellos de formas más provechosas. La TCC está diseñada para ayudar a detectar esos pensamientos y sustituirlos por ideas alternativas, lo cual implica una elección más consciente y libre en torno a la percepción de una situación.
Siempre que exista el compromiso de seguimiento de ambas partes, los cambios positivos en el pensamiento resultarán en cambios positivos en la conducta.
2. Terapia dialéctico conductual
Desarrollada en origen para tratar a personas que sufren trastorno límite de la personalidad —también llamado borderline—, la terapia dialéctica conductual (TDC) se usa hoy para tratar diversos trastornos psicológicos, en especial aquellos relacionados con emociones negativas intensas o en apariencia incontrolables; del mismo modo, se emplea en aquellas personas que presentan inclinación a dañarse a sí mismas o a alguien más.
Este tratamiento es, de algún modo, un tipo de terapia cognitivo conductual, pues su objetivo es ayudar a la gente a desarrollar habilidades útiles para regular sus emociones, manejar de una forma más conveniente el estrés, mejorar sus relaciones con los demás y consigo mismos, y afrontar la vida con una mayor consciencia y responsabilidad.
Una de las diferencias entre la TCC y la TDC es que esta última intenta ayudar a la persona en cuestión a comprender y asimilar sus experiencias personales de una forma más benéfica, y en el proceso la invita a aceptarse a sí misma con todos sus desafíos y errores.
Las sesiones de este tratamiento pueden ser individuales o grupales; en ambos casos, están dirigidas por un especialista y en ellas los participantes aprenden a identificar sus emociones y practican habilidades para adoptar una conducta más atenta y más consciente de los procesos internos en el momento presente.
3. Terapia humanística experiencial
Esta terapia, en lugar de enfocarse en los comportamientos que conforman un determinado perfil psicológico, parte de la naturaleza individual de cada persona participante —a la cual concibe como el conjunto íntegro de sus comportamientos y aptitudes—, y la consideracapaz de explorarse a sí misma y de encontrar en su interior las bases de su propio crecimiento.
Este tratamiento suele ser eficaz porque ayuda al participante a concentrarse en los sentimientos y experiencias de su momento presente, y no en las causas que, según su percepción, provocan esos sentimientos. Con la ayuda de su terapeuta, el paciente explora escenarios mentales mediante herramientas como juegos de rol y recreaciones guiadas, cuyo objetivo es despertar emociones en situaciones diversas, motivándolo a tomar conciencia de ellas a medida que ocurren y, así, ayudarle a adoptar una perspectiva mental diferente.
La terapia humanística parte de la idea de que las personas son capaces de decidir por sí mismas los aspectos psicológicos que es necesario explorar en su interior. Este tratamiento es conocido como “terapia no directiva”, puesto que la labor del terapeuta no es conducir al participante hacia una dirección o resultado en concreto, sino analizar de modo relajado la identidad, los sentimientos, las experiencias y emociones de la persona en una atmósfera de soporte, confianza, respeto y libre de juicio.
Es natural la confusión, la incertidumbre y la duda al afrontar los problemas que la vida nos pone enfrente. Los espacios de reflexión, tanto personales como con un profesional, pueden marcar una considerable diferencia en la vida de una persona. Con base en tu experiencia personal, ¿encuentras útil la terapia psicológica?