
I.
El vuelo de una libélula al ras del agua representa el acto de ir más allá de lo que está en la superficie y tocar aspectos más profundos de la vida.
Diciembre 2019
Este diciembre no hace tanto frío. Es una linda mañana de otoño tardío, hay bruma en el ambiente y los vidrios están empañados con el vaho de la mañana. El salón de clases está en silencio. Los exámenes ya están acomodados en orden alfabético y por número de lista. Los distribuiste de modo que cada fila tuviera un tipo diferente de prueba para que los estudiantes no tuvieran oportunidad de copiar. De todas maneras copiarán, pero sientes que ya hiciste tu parte: lo demás quedará en ellos.
A las siete de la mañana en punto, abres la puerta y permites que pasen. Les pides que dejen sus mochilas al frente, que guarden sus celulares y les dices que no van a necesitar nada porque en cada lugar hay lápiz, pluma y las hojas suficientes para el examen. Les recuerdas las reglas de honestidad académica, les deseas suerte y te sientas en el escritorio al frente del salón. Te pierdes en los entresijos que se construyen con los pensamientos. Nadie tiene esa habilidad que tú dominas de irse lejos y a la vez quedarse en el salón. Repasas todos los pendientes.
Diciembre es un mes de compromisos. Es tiempo de correr antes de la calma de los días previos a Navidad. Cenas, brindis, clausuras, informes y todo eso, además de calificar los exámenes de fin de semestre. Ya quieres salir de viaje, ya quieres irte de vacaciones, ya no quieres levantarte al diez para las cinco de la mañana, cuando todavía no ha amanecido, ni salir corriendo de casa para llegar a clase y toparte con gente dormida que deja claro que está ahí en presencia, pero no en esencia.
Ves a tus alumnos resolver el examen. Unos muerden la punta de la pluma, otros escriben apresurados y algunos más lanzan una mirada de anzuelo para pescar la respuesta correcta. Miras el reloj, ya pasó hora y media. No cabe duda: el tiempo es elástico. Mientras te perdías en una interminable serie de pendientes, el minutero se arrastró despacio —aunque tus alumnos deben de haber sentido que se fue rapidísimo y ya tienen que entregar el examen. Se despiden entre abrazos y deseos de feliz Navidad y un mejor año nuevo. Recoges tus cosas y miras la ventana: hay una libélula pegada en el vidrio.
II.
Algunos pueblos mesoamericanos creían que las polillas negras eran anunciantes del mal augurio, la mala suerte e incluso la muerte.
Enero 2020
Las vacaciones fueron perfectas y el inicio de año no pudo ser mejor. Descansaste. Sin embargo, al despertar envuelta por esas sábanas blancas, sientes que perdiste algo pero no encuentras palabras para nombrarlo. Es el primer día de clases y, como siempre, te levantas antes del amanecer y pasas horas arreglándote en el espejo para llegar a clases: cuidas el peinado, el maquillaje, la ropa y te cercioras de que tu imagen sea armónica y tu presentación, inmaculada.
Los alumnos van llegando al salón de clases, concentrados en las pantallas de sus teléfonos. Tienen la barbilla casi clavada en el pecho y la nariz metida en su celular. Los saludas, te presentas y ellos dicen sus nombres uno a uno. Después, vuelven al reino de lo virtual. Ya no te ponen atención. Están en otro lado, lejos.
Los miras. Son un grupo de jóvenes hermosos y fuertes, con rostros desdibujados y la mente ausente. Son el futuro. Son los que tienen todo por delante. De nuevo huyes de ahí, aunque sigues de cuerpo presente. Nadie se da cuenta de que, durante toda esa primera clase, una polilla negra ha estado pegada en el techo del aula. Tú tampoco dices nada.

III.
Las mariposas negras son lepidópteros nocturnos temidos por el hombre desde tiempos prehispánicos, debido a diversas supersticiones.
Marzo 2020
Hubo rumores, pero creíste que las cosas iban a ser diferentes. Te dijeron que se suspenderían las clases presenciales y que regresarían después de las vacaciones de Semana Santa. Creíste que tendrías tiempo de despedirte de tus alumnos y de darles instrucciones para avanzar en los temas antes de que volvieran para finalizar el semestre y presentar los exámenes finales.
No fue así. Ni adiós, ni instrucciones, ni entrenamiento. Fue un interruptus abrupto. Confinamiento. No volverás a verlos en el aula: en cambio, se encontrarán detrás de una pantalla. No puedes quitarte de la cabeza la mancha negra que dejó en el techo la mariposa que estuvo pegada al techo el primer día del semestre.
IV.
El vuelo ágil de la libélula y su capacidad de moverse en todas las direcciones destilan una sensación de poder y equilibrio.
Diciembre 2020
Ese diciembre hará frío. Será una mañana soleada de un otoño tardío. Tendrás la sensación de haber recuperado algo. En los corredores, se escuchará el bullicio previo al examen final. Abrirás la puerta del salón y todos entrarán en orden, dejarán sus mochilas al frente. Cada alumno verterá gel antibacterial y se frotará las manos. Es curioso, será un movimiento automático y consciente, una combinación difícil de entender. Te asegurarás de entregar cada examen en mano y de desear éxito.
No les podrás ver las caras: sus facciones se ocultarán detrás de caretas de plástico y una colección de cubrebocas, que son como sus signos de identidad: algunos son de colores, otros con una risa dibujada, dientes de vampiro o bocas pintadas; otros irán bordados, también habrá diseños de superhéroes y de cantantes de moda.

Los mirarás con tanto orgullo. Habrá sido un semestre duro. Los grupos se habrán sobrepuesto al miedo, hablarán menos, pero estarán presentes. Nadie sacará el teléfono en clase por una cierta fobia a la pantalla. Ese diciembre los observarás mientras resuelven su examen; estarás ahí, con ellos. Recorrerás el pasillo ancho entre filas para guardar la distancia. Te acostumbrarás a las caras distorsionadas detrás de la careta y por fin habrás hallado el modo para que los lentes no se te empañen. Al pasar hora y media, te sorprenderás de lo rápido que pasó el tiempo.
Recibirás los exámenes y desearás a cada uno de tus alumnos una feliz Navidad y un mejor año nuevo, les recordarás que el próximo semestre ya no tendrán que traer caretas y que quizá pronto podrán olvidarse del cubrebocas. Según informes oficiales, la vacuna empezará a aplicarse los primeros meses del año siguiente y, al terminar el siguiente semestre, probablemente todos habrán recibido su dosis.
Mirarás a la ventana. La volverás a ver: ahí estará una libélula pegada en el vidrio de la ventana.
