“Es muy feo llegar a viejo”, aseguran muchos adultos mayores desde su experiencia como para aterrorizar a la juventud. La verdad es que, de algún modo, tienen razón: después de cierta edad, el cuerpo empieza a deteriorarse de forma acelerada, y el momento presente a menudo se compara con un pasado que parece infinitamente mejor. Esta versión de la vejez resulta desalentadora; sin embargo, hay maneras de alcanzar los ochenta años con integridad. Tal es el caso de la población de las llamadas “zonas azules”.
En noviembre de 2005, la revista National Geographic publicó un artículo de Dan Buetter titulado “Los secretos de una vida prolongada”, en el que se describen algunos hábitos de comunidades que se caracterizan por su alta esperanza de vida. La investigación derivó de los estudios demográficos de Michel Poulain y Gianni Pes, quienes determinaron que en Cerdeña, Italia, habitaba la mayor cantidad de centenarios en el mundo. Marcaron la ciudad con tinta azul en el mapa, dándole su nombre a estos lugares privilegiados.
El fenómeno de las zonas azules tiene poco que ver con la posición geográfica de las comunidades y más con los hábitos de éstas. Al hablar de centenarios en Cerdeña, vienen a la mente imágenes de una vida pastoral idílica, con costumbres completamente ajenas a las de la cotidianidad urbana. No obstante, basta con observar de cerca su estilo de vida para constatar que la diferencia radica en acciones realmente simples. Loma Linda, California, por ejemplo, es una zona azul que pone en perspectiva lo que se puede hacer en un contexto citadino para llegar a la vejez con buena salud.
El artículo de Buetter habla sobre algunos rasgos destacables de las comunidades que ha tomado como muestra. De Cerdeña, habla de honrar a la familia, compartir los deberes del hogar con la pareja y mantenerse activo. De Okinawa, Japón, el tener un motivo para levantarse cada mañana y comer vegetales. De los adventistas de Loma Linda, tomarse tiempo libre y celebrar la vida. En realidad, no se trata de hábitos complicados, pues son las mismas recomendaciones que uno recibe al ir al médico: comer sanamente, hacer ejercicio y disminuir el estrés.
En las zonas azules vivir de esta forma es fácil porque todo está dispuesto para que así sea. Las actividades económicas en estos lugares requieren bastante actividad física, por lo que no es necesario apartar tiempo del día para ejercitarse y la vida sedentaria no existe. Sus dietas son ricas en frutas, verduras y semillas, consumen poca carne roja y, por supuesto, las comidas procesadas no figuran en el menú. Además de tener las condiciones idóneas para la salud física, también las tienen para la salud emocional.
En Okinawa es una tradición que a partir de los cinco años de edad se busque un grupo de amistades con las que el niño crecerá compartiendo sus experiencias, reuniéndose periódicamente y disfrutando de su compañía. Los adventistas creen que deben hacer trabajo social en su comunidad, así que ponen al servicio de los demás sus talentos y fortalezas. Aquí cabe mencionar que el fomento de las relaciones personales reduce el estrés y los sentimientos de soledad, los cuales llegan a ser tan dañinos como el hábito de fumar.
En la mayoría de los entornos urbanos la decisión fácil rara vez es la más sana, ya que en muchas ocasiones nos parece más práctico pedir comida chatarra a domicilio que cocinar. Blue Zones Project es una organización que busca cambiar la manera en que se vive en las ciudades para que la opción saludable sea la más fácil de tomar, en aras de un estilo de vida saludable. Naples, Florida, es una ciudad de los Estados Unidos que se ha integrado al programa, cuyos habitantes han implementado acciones para emular el estilo de vida de las zonas azules: existen grupos de vecinos que se reúnen para ejercitarse, grupos religiosos que hacen caridad, escuelas que enseñan a los niños a comer de forma saludable…
Las zonas azules nos muestran los secretos de una vida larga: hacer ejercicio, comer sano y fortalecer las buenas relaciones personales. Sin embargo, no sólo se trata de tener longevidad; de nada vale vivir cien años, si el cuerpo y la mente se encuentran demasiado deteriorados como para disfrutar de la familia, los amigos y los intereses personales. Nadie está exento de una muerte repentina, pero todos tenemos la posibilidad de una vida plena.
Aunque los estudios revelan que el entorno es lo que propicia este estilo de vida, siempre hay algo que se puede hacer desde lo personal. Se necesitarían las fuerzas de un habitante del Olimpo para cambiar a una metrópoli de 20 millones de habitantes, pero basta con la voluntad de un mortal para añadirle prosperidad a su propia vida. Resulta más alentador hacer ejercicio a diario si se tiene un grupo de corredores esperándonos cada mañana, es más fácil aprender a cocinar sano con ayuda de la abuela o mamá, y darnos tiempo de compartir con los amigos puede tener más implicaciones para la salud de las que podemos imaginar. En pocas palabras, no hace falta mudarse al otro lado del mundo para encontrar bienestar y longevidad, basta con crear una zona azul personal.