Pueblos fantasma del mundo: territorios donde el tiempo se detuvo

Pueblos fantasma del mundo: territorios donde el tiempo se detuvo
Julio Báez

Julio Báez

Los pueblos fantasma no son una rareza del pasado ni escenarios del Viejo Oeste. Por el contrario, estos existen, se multiplican y se reubican dentro del mundo actual —a veces a solo unos kilómetros de grandes ciudades—, recordándonos que el progreso es caprichoso y que la vida urbana, por más sólida que parezca, también puede evaporarse.

Pero ¿qué es un pueblo fantasma? Más que una población abandonada, es un sitio que quedó suspendido en una especie de paréntesis histórico: un lugar que por alguna razón fue abandonado y donde la vida se detuvo, pero la arquitectura quedó en pie, con el silencio adueñándose del paisaje y convirtiendo los edificios en espectros del pasado. Veamos algunos ejemplos.

Ordos Kangbashi, China: construida para el futuro que nunca llegó

Si un país ha perfeccionado el arte de construir ciudades antes de tener habitantes, ese es China. Ordos Kangbashi, una ciudad planificada para acoger a más de un millón de personas en la región de Mongolia, se convirtió rápidamente en un símbolo del desarrollo desbordado: con sus museos futuristas, largas avenidas, esculturas colosales y complejos habitacionales impecables, estaba destinada a ser un estandarte urbano del siglo XXI.

Ordos Kangbashi, China

Pero el boom inmobiliario que la impulsó fue también su perdición. La combinación de sobreinversión, especulación y falta de empleo real provocó que casi nadie se mudara. Durante años, Kangbashi fue apodada “la mejor ciudad, donde no vive nadie” y hoy luce estadios sin público, apartamentos vacíos y trafitaxis inmóviles, convirtiéndise en una ciudad utópica sin ciudadanos.

Kolmanskop, Namibia: diamantes, dunas y casas tragadas por el desierto

En el extremo opuesto, con una geografía áspera, sin futurismo ni ambiciones megalómanas, está Kolmanskop, un clásico del imaginario de los pueblos fantasma modernos. Fue fundado en 1908, cuando un trabajador ferroviario encontró un diamante en el desierto del Namib. Dicho hallazgo provocó una fiebre extractiva que llevó a los alemanes a fundar un asentamiento minero con casas habitación, hospital, salón de baile, fábrica de hielo, boliche y hasta un tranvía.

Kolmanskop, Namibia

El sueño duró poco. Para 1954 las minas se habían agotado y Kolmanskop quedó abandonada. Con los años, las dunas comenzaron a reclamar los espacios vacíos: casas enteras quedaron sepultadas por la arena, generando un paisaje surrealista. Hoy es un destino fotográfico famoso, en especial para quienes aman los escenarios postapocalípticos; su estética, formada por habitaciones inundadas de arena dorada y techos derrumbados, es un recordatorio de que la naturaleza siempre termina cobrando intereses sobre lo que le quitamos.

Centralia, Estados Unidos: el pueblo que arde bajo tierra

En Pensilvania existe un pueblo donde el infierno no es una metáfora, sino un incendio real que lleva más de 60 años activo. Centralia fue un pueblo minero típico del noreste estadounidense, pero en 1962 el fuego de un basurero se filtró por accidente a las minas de carbón subterráneas y desde entonces continúa ardiendo, liberando gases tóxicos y provocando hundimientos impredecibles.

Centralia, Estados Unidos

En la década de 1980, el gobierno decidió evacuar a la mayoría de sus habitantes. Las casas fueron demolidas, las calles cerradas y el código postal eliminado. Hoy solo viven unas cuantas personas que se negaron a marcharse, aferrándose a un pueblo donde el suelo literalmente respira humo.

Hashima, Japón: la isla-prisión del carbón

A 15 kilómetros de Nagasaki, se erige Hashima —también llamada Gunkanjima o “Isla Buque de Guerra”—, uno de los lugares abandonados más célebres del planeta. Construida para explotar vetas de carbón submarinas, fue una ciudad vertical antes de que estas fueran populares. Durante la Segunda Guerra Mundial se reclutaron coreanos y chinos para realizar trabajos forzados en condiciones inhumanas, lo cual añadió un capítulo oscuro a la historia de la isla.

Hashima, Japón

Cuando el petróleo sustituyó al carbón como fuente energética, la actividad se extinguió y Hashima fue abandonada en 1974. Hoy es un inquietante sitio turístico, rodeado de muros rotos y pasillos colapsados, que incluso fue escenario de una película de James Bond, Skyfall (2012).

Real de Catorce, México: resurrección, turismo y minería

México tiene varios pueblos fantasma, pero uno de los más emblemáticos y visualmente hipnóticos es Real de Catorce, en San Luis Potosí. Fundado a finales del siglo XVIII cuando cundía la fiebre de la plata, llegó a alojar a más de 20 mil personas. Sin embargo, cuando las vetas se agotaron hacia finales del siglo XIX, el pueblo comenzó a vaciarse hasta convertirse prácticamente en una reliquia abandonada.

Real de Catorce, México

Pero lo interesante de Real de Catorce no es su decadencia, sino su renacimiento: A finales del siglo XX, el pueblo comenzó a atraer a viajeros, fotógrafos, buscadores espirituales y amantes de lo místico. Sus calles empedradas, su túnel Ogarrio y su ubicación en la sierra lo transformaron en un popular destino turístico, pasando de ser un pueblo fantasma a un “pueblo resucitado”: un ejemplo claro de cómo el abandono puede convertirse en motor cultural y económico.

El fenómeno de los pueblos fantasma revela rasgos de la civilización moderna como el fracaso urbano por la velocidad de crecimiento de las sociedades. También son como archivos que hacen el papel de espacios de imaginación colectiva o de museos sin curadores, donde pueden surgir historias distópicas, exploraciones visuales y narrativas históricas de gran importancia.

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