El arte de tropezar con estilo: los fracasos más exitosos de la historia

El arte de tropezar con estilo: los fracasos más exitosos de la historia
Julio Báez

Julio Báez

Fracasar es un deporte extremo que todos, alguna vez, practicamos sin querer. Lo hacemos sin uniforme, sin casco y, desde luego, sin manual de instrucciones; así, el tropiezo y la caída llegan cuando estamos enfocados en lograr lo que siempre soñamos, a veces recordándonos que quizá no somos tan brillantes como la abuela nos decía. Pero hay una diferencia fundamental: mientras unos tropiezan y solo quedan en ridículo, otros convierten su caída en un éxito atronador y digno de aplausos. Veamos algunos ejemplos del arte de “fracasar con estilo”.

Cuando perder es el verdadero inicio

Revisemos un clásico: el de Walt Disney. Antes de que Mickey Mouse fuera el ratón más famoso del planeta, Disney fue despedido de un periódico porque, según su jefe, “le faltaba imaginación”. Sí, el mismo hombre que inventó personajes icónicos, castillos, princesas y mundos mágicos, fue considerado un creativo sin chispa. Lo echaron, pero siguió dibujando; fracasó creando varios estudios de animación que acabaron quebrando, pero insistió hasta fundar lo que hoy es el emporio Disney. La enseñanza aquí es clara: si alguien te dice que no tienes talento, toma nota… y luego dibújalo como el villano de tu próxima película.

Walt Disney

Fracasar a lo grande para ganar más

Otro caso digno de aplauso y risas es el de Steve Jobs, el creador de Apple. En la década de 1980, fundó la empresa en su garaje y la llevó a la cima… pero luego sus socios le dieron las gracias y lo expulsaron de su propia compañía. Una vez fuera del paraíso de la manzanita, en lugar de llorar, Jobs fundó NeXT y compró Pixar, una compañía que poco después revolucionaría la animación con Toy Story. Más tarde, Apple estaba tan perdida que tuvieron que pedirle que regresara; así, el fracaso lo lanzó al estrellato y con estilo: de rechazado a visionario. ¿Moraleja? A veces te tienen que expulsar de tu propio trono para recordarte que no naciste para sillón… sino para dirigir un imperio.

Fracasar sin dejar de entrenar

Hablando del basquetbolista Michael Jordan, que fue casi un semidiós deportivo, ¿sabías que fue rechazado por el equipo de baloncesto de su escuela? Como lo lees: el chico que más tarde se convertiría en una leyenda y en ídolo global no era lo suficientemente bueno como para jugar con adolescentes de su edad. Pero Jordan no solo se levantó: convirtió ese rechazo en su combustible, practicó, entrenó y volvió con tanta fuerza que redefinió lo que significa volar en una cancha. El aprendizaje es: si alguien te saca de un juego, quizá lo único que necesites sea más tiempo de entrenamiento… y un buen par de tenis con tu nombre.

Michael Jordan

Fracasos musicales que se volvieron himnos

En la música, el fracaso también tiene su lado épico. The Beatles, la banda de rock más influyente del siglo XX, fue rechazada por varias disqueras antes de despegar. El famoso sello Decca Records, por ejemplo, les dijo que “la música de guitarras estaba en declive”; un comentario un poco precipitado, pero así fue: la banda que llenó estadios, que ha vendido más de 600 millones de discos y que cambió la historia de la música, en su momento fue considerad “obsoleta”. Lo mismo pasó con Madonna, que en sus inicios fue rechazada en múltiples audiciones porque no encajaba en el molde; años después vinieron éxitos del tamaño de “Like A Virgin” y “Material Girl”, y hoy sigue llenando foros y reinventándose cada vez. Entonces, si alguien te cierra las puertas… patéalas hasta que se abran.

Cuando fracasar es parte del despegue: Elon Musk

Si alguien sabe fracasar en grande y sin vergüenza, es Elon Musk. Antes de ser el millonario que envía cohetes al espacio y autos eléctricos a las calles —y que hace cuestionables saludos—, Musk acumuló tropiezos que parecían de película cómica. Su primera compañía de mapas en línea, Zip2, estuvo a punto de quebrar antes de que pudiera venderla a Compaq; luego fundó X.com, un banco digital adelantado a su época que fue tan mal gestionado que no prosperó. Con Tesla las cosas tampoco fueron una historia feliz: su Roadster estuvo lleno de retrasos, problemas técnicos y costos que casi quiebran a la compañía —de hecho, por algún tiempo Musk tuvo que pedir dinero prestado para pagar nóminas—, y en el lado de los cohetes espaciales, los primeros tres lanzamientos de SpaceX terminaron en explosiones tan desastrosas que muchos inversionistas se echaron para atrás… hasta que el cuarto intento funcionó y todo cambió.

Elon Musk

La moraleja de Musk es clara: si vas a fracasar, hazlo de forma tan contundente que nadie pueda ignorarte. Al final, cada tropiezo suyo no solo fue una lección, sino también un peldaño que lo acercó más al éxito.

El glamour del tropiezo

El fracaso con estilo no solo abarca grandes nombres: también hay proyectos que parecían ridículos y se convirtieron en joyas. El Post-it, por ejemplo, nació de un experimento fallido de Spencer Silver, un químico que intentaba inventar un pegamento súper fuerte pero terminó creando uno débil y removible; sin embargo, eso que parecía inútil se volvió indispensable en oficinas, escuelas… y hasta en la cocina. Así que la próxima vez que algo no funcione como esperabas, revisa bien: quizá inventaste la siguiente revolución de papelería.

***

Al final, fracasar con estilo es un recordatorio de que la vida no se trata de caer o no caer, sino de la forma en que te levantas… y de que puedas reírte de ti mismo y del suceso. Y es que si Walt Disney, Steve Jobs, The Beatles y Elon Musk pudieron convertir sus tropiezos en leyendas, ¿por qué nosotros no? Entonces, la próxima vez que la vida te dé un portazo o termines en el suelo, sonríe, levántate y exclama: “¡Gracias, público! Nos vemos en la próxima función”; porque en este circo llamado vida, el fracaso bien actuado también merece aplausos.

Recibe noticias de este blog