El Museo del Hermitage: todo el lujo de la Rusia de los zares

El Museo del Hermitage: todo el lujo de la Rusia de los zares
Carla María Durán Ugalde

Carla María Durán Ugalde

Inspiración

París tiene el Museo del Louvre; Madrid, el Museo del Prado. Y San Petersburgo tiene el Museo Estatal del Hermitage, el más grande del mundo en cuanto a extensión territorial, pues el conjunto de sus edificios ocupa una superficie de más de 200 mil metros cuadrados. Además, en su colección figuran esculturas romanas del siglo I a.C., magníficas pinturas como El retorno del hijo pródigo de Rembrandt, artefactos únicos y otras obras de gran importancia para la historia del arte. Pero, ¿cómo se formó dicha colección? ¿Qué clase de riqueza y de poder se ejercieron para congregar estas obras y, siglos después, ofrecerlas al mundo como un gran tesoro?

La respuesta está en los zares de Rusia. Como muchos museos en el mundo, los edificios del Hermitage originalmente eran palacios imperiales: el edificio más prominente del conjunto es nada menos que el Palacio de Invierno, la residencia oficial de la familia Románov, que fue construida entre 1754 y 1762 por el arquitecto Bartolommeo Francesco Rastrelli y ordenada por la emperatriz Elizabeth Petrova.

Los edificios del Hermitage originalmente eran palacios imperiales

El proyecto original era de estilo barroco, el cual aún es visible en algunas partes; sin embargo, la emperatriz falleció antes de que se concluyera el recinto. Fue Catalina II “la Grande” quien, en el otoño de 1763, se encargó de redirigir el proyecto hacia la estética del momento: el neoclasicismo. Este estilo regiría la decoración de las grandes salas del Palacio, como la magnífica sala del trono.

De hecho, Catalina “la Grande” es un personaje clave en la historia del Museo del Hermitage, pues después de derrocar a su esposo Pedro III el 28 de junio de 1726, fue coronada en Moscú y se trasladó a San Petersburgo, donde se instaló en el Palacio de Invierno y comenzó la tradición — que duraría hasta el último zar, Nicolás II— de que el gobernante del Imperio Ruso viviera en dicho recinto.

"Sagrada familia con san José imberbe", de Rafael Sanzio (ca. 1506)

Catalina II tenía el propósito de demostrar que era una monarca fuerte y respetable, así como una mujer de letras y de artes, atributos que en su tiempo también eran importantes indicadores de poder. Así, se encargó ella misma de supervisar la culminación del Palacio de Invierno y también mandó construir el resto del complejo del Hermitage. En 1764, aprobó el proyecto del arquitecto Yuri Velten para construir el Pequeño Hermitage, un palacio de dos pisos en el que la emperatriz sería la anfitriona de fiestas privadas, el cual tendría una fachada neoclásica pero con algunos elementos barrocos para armonizar con el Palacio de Invierno.

Unos años después, entre 1771 y 1787, Catalina ordenó la construcción del Gran Hermitage —palabra que se refiere a una ermita o al lugar del un ermitaño—, un recinto para albergar colecciones de arte y una biblioteca. En 1783 se añadió un teatro y, de ese modo, además de fungir como residencia el complejo se convirtió, justamente, en una especie de “ermita” dedicada a la alta cultura.

La colección comenzó a cobrar vida en 1764, cuando la zarina adquirió su primer lote de 225 obras de arte, principalmente pintura holandesa y flamenca, de calidad bastante variada. La compra fue un acto político: en principio, la colección estaba pensada para el rey Federico II de Prusia, pero éste no pudo comprarla por la crisis económica que atravesaba su reino; al hacer la adquisición, Catalina II demostraba que, a pesar de la Guerra de Siete años, la economía rusa se mantenía fuerte. De hecho, se considera que 1764 es el año oficial de la fundación del museo, que se conmemora cada año el 7 de diciembre, fecha de nacimiento de Catalina.

El Pequeño Salón del Trono en el Palacio de Invierno, hoy parte del Museo del Hermitage

Después de esa transacción, la zarina desarrolló un apetito voraz por la compra de arte: en 1772 adquirió la colección del Barón Pierre Crozart; en 1779, la de Sir Robert Walpole; en 1781 la del Conde Baudoin y, finalmente, en 1787 se hizo de la de John Lyde Browne. Todas esas obras —mayormente esculturas y pinturas del renacimiento italiano y de los mayores exponentes del barroco— hicieron crecer la colección del Hermitage, pero Catalina también adquirió arte por otros medios.

Un ejemplo de lo anterior fue cuando el príncipe Potemkin le regaló a la zarina el Reloj de Pavorreal, un impresionante autómata creado por James Cox que es una de las pocas piezas del artista que han llegado a nuestros días completamente originales y funcionales; de hecho, hasta la fecha se expone en el museo y los días miércoles se le puede ver en funcionamiento.

Después de Catalina “la Grande”, los siguientes zares que vivieron en el Palacio de Invierno procuraron ampliar la colección de arte. El Palacio llegó a sufrir incendios, invasiones y hasta infestaciones de ratones; pero en todos los casos se protegió la colección como parte del tesoro del Imperio. Fue hasta la caída del zar Nicolás II, tras la Revolución Rusa de 1917, que se discutió a quién pertenecía la colección del Hermitage: ¿a la familia real o al pueblo? Al final, el estado soviético reclamó la propiedad y fundó el museo como una institución pública.

En la lucha por un crecimiento industrial más acelerado, de 1930 a 1934 Rusia llegó a vender a otros países unas 2 mil 800 pinturas del Hermitage. Pero, durante la Segunda Guerra Mundial, se añadieron a la colección nuevas obras que fueron robadas o confiscadas de museos y colecciones privadas nazis. Hoy, cualquier persona que visite San Petersburgo y pueda pagar la módica cantidad de 500 rublos puede emprender un viaje por la historia del arte y la historia de Rusia, dentro del Hermitage. Su colección contiene piezas que son muestra de todos los periodos artísticos de la historia y el recinto que lo contiene expresa en su arquitectura el antiguo esplendor de los zares, quienes con su riqueza y poderío lograron reunir un patrimonio cultural invaluable para la humanidad. Si quieres dar un vistazo virtual a este impresionante acervo, haz clic aquí.

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