Durante más de un siglo, este lugar que flota en medio del Pacífico mexicano tuvo sus puertas bien cerradas, pues fue una prisión de máxima seguridad por la que pasaron varios de los criminales más peligrosos de su época. Hoy, en cambio, se abre a una etapa diferente como complejo turístico lleno de naturaleza, aventura, experiencias únicas y contrastes históricos. Esta es la fascinante historia de las Islas Marías, antes sede de uno de los centros penitenciarios más temidos de México, hoy reserva natural y centro de investigación ambiental.
Este archipiélago consta de cuatro islas y se localiza a 112 kilómetros de la costa del estado de Nayarit, al que pertenece administrativamente. El nombre se debe a que tres de las cuatro islas se llaman María: de norte a sur, hallamos primero la Isla San Juanito, seguida de las islas María Madre —la más extensa, con sus poco más de 145 kilómetros cuadrados, y la única que ha sido habitada—, María Magdalena y María Cleofas, que están despobladas.
Las islas fueron descubiertas en 1532 por los conquistadores españoles, que las llamaron “Islas de la Concepción”, nombre que en algún momento del siglo XVII cambió a “Islas de las Marías”. Viendo el abandono del que eran objeto, contrabandistas y piratas aprovecharon para hacerlas su base de operaciones, situación que se mantuvo hasta la época del México independiente, cuando el gobierno finalmente expulsó a dichos criminales del lugar.
En 1857, el militar José López Uraga fue beneficiado con un contrato para explotar las islas, pero al ponerse a las órdenes del Imperio fue considerado traidor a la Patria y perdió la propiedad. A pesar de ello, en 1878 recuperó sus derechos y al año siguiente le vendió las islas a Manuel Carpena, un vecino de Tepic, Nayarit, quien pagó por ellas un precio de 45 mil pesos. Al fallecer Carpena, su viuda las puso a la venta y las islas fueron adquiridas en 1905 por el gobierno de Porfirio Díaz, quien las declaró colonia penitenciaria.
Así da inicio la primera etapa de la historia carcelaria de las Islas Marías, al convertirse en Colonia Penal. Los primeros reos en llegar tenían condenas cortas por delitos leves; luego llegaron presos políticos, en particular comunistas y cristeros arrestados por violar la Ley de Tolerancia de Cultos decretada por el presidente Elías Calles, la cual dio pie a la Guerra Cristera (1926-29).
Quizás el preso político más famoso que estuvo en las Islas Marías fue el escritor, filósofo, revolucionario y activista José Revueltas, quien fue remitido al penal en dos ocasiones: en 1932, a la edad de 16 años, cuando cumplió una condena de seis meses por ser comunista; y en 1934, al ser encerrado durante ocho meses por haber participado en una manifestación de sinarquistas.
Durante esa etapa se cometieron los peores abusos, pues los soldados a cargo no se ocupaban de la rehabilitación de los prisioneros; en cambio, sólo les exigían cumplir con despiadados trabajos forzados, evitaban las fugas y castigaban duramente a los transgresores; por esa razón, “ir a las Islas Marías” era el peor castigo posible para un criminal. Fue hasta 1971 cuando los trabajos forzados fueron legalmente prohibidos por el entonces presidente, Luis Echeverría Álvarez.
En ese año empieza una segunda etapa, la de la Colonia Penal Federal, la cual marcó un notable cambio ya que el ejército abandonó el lugar y la Secretaría de Gobernación se hizo cargo de la rehabilitación, lo cual se tradujo en un trato más humano para los presos. Así, las Islas Marías se convirtieron en una “cárcel sin rejas” en la que las familias de los reos podían acompañarlos a purgar su condena; por esa razón, los prisioneros eran seleccionados y se evitaba el ingreso de psicópatas y criminales sexuales.
En 2010, la prisión se reestructuró como un Complejo Penitenciario, con cinco Centros de Readaptación Social según el perfil del interno, lo cual dio inicio a la tercera etapa. Con el tiempo, el complejo tuvo problemas de abastecimiento y seguridad debido a la sobrepoblación. Los altos costos de mantenimiento, las dificultades para la investigación científica y, como puntilla, el catastrófico paso del huracán Willa en octubre de 2018, precipitaron el cierre del penal. Así, en marzo de 2019, por decreto presidencial las Islas Marías dejaron de ser cárcel.
Hoy, el famoso archipiélago es un área natural protegida y declarada Reserva de la Biósfera por la UNESCO en 2010, debido la gran variedad de especies que viven en ella y para preservar su barrera de coral, que provee de grandes cantidades de oxígeno a la atmósfera. Y por si fuera poco, el 16 de diciembre de 2022 el presidente Andrés Manuel López Obrador inauguró las Islas Marías como un complejo turístico abierto a todo el mundo.
La naturaleza de las Islas Marías en Instagram.
Visitar las Islas Marías es una aventura que dura tres días. Para llegar puedes tomar un ferry que sale de Mazatlán, Sinaloa, y tarda cuatro horas y media en llegar, o elegir el que sale desde San Blas, Nayarit, que toma dos horas y media aproximadamente. Una vez ahí, el viajero tiene a la mano experiencias y actividades al aire libre como caminatas por senderos que llegan a hermosos miradores y te permiten disfrutar de la belleza de la flora y la fauna del lugar.
Durante su estancia, los turistas pueden dormir en las antiguas celdas que hoy, por supuesto, son habitaciones cómodas y con tecnología moderna. También pueden visitar el Museo del Sitio, la biblioteca y otros atractivos de la colonia de Puerto Balleto, así como asistir a un taller de arte mexicano en el que artesanos comparten el proceso de creación y elaboración de sus productos.
En contraste con su pasado, cuando se les conocía como el “Infierno del Pacífico”, las Islas Marías hoy merecen una buena escapada para conocerlas a profundidad y disfrutarlas como uno de los sitios más impresionantes y de mayor belleza natural en el mundo.