Meditaciones y yoga exóticos: ¿calma interior o deporte extremo?

Meditaciones y yoga exóticos: ¿calma interior o deporte extremo?
Julio Báez

Julio Báez

En algún punto entre la saturación digital, el burnout laboral y la desesperada necesidad de recuperar un momento de silencio, la oferta cultural de occidente ha hecho lo que mejor sabe hacer: mezclar la supuesta espiritualidad con una dosis de entretenimiento. Así nacieron, como si fueran fusión gastronómica, escuelas de yoga y meditaciones exóticas, tan sorprendentes e insólitas que a veces parecen más un deporte extremo que una práctica espiritual.

A continuación, te compartiré un divertido repaso de algunos tipos de meditación y yoga excéntricas que se han popularizado en este primer cuarto del siglo XXI. Te sorprenderá leer el tipo de experiencias y actividades por las que algunas personas están dispuestas a pagar sumas considerables. Empecemos…

Beer Yoga: mindfulness con espuma

El Beer Yoga nació en Alemania en 2015, un país donde la cerveza, más que una bebida es patrimonio nacional… y casi espiritual. Su creadora, la instructora Jhula, durante un festival tuvo la idea de que la gente hiciera malabares con tarros de cerveza mientras intentaba posturas de yoga; después, unió las piezas y pensó: ¿por qué no convertir este ritual en una experiencia meditativa colectiva?

Beer Yoga

Así surgió esta mezcla, que sería impensable para los maestros tradicionales del yoga védico: beber cerveza entre asanas. La idea es que la atención plena se enfoque en las sensaciones del líquido, su olor, su sabor y en la temperatura como un ejercicio de mindfulness sensorial. La verdad, sí se me antoja practicarlo…

Goat Yoga: posturas con saltos inesperados

Si existe una práctica que demuestra la capacidad humana para convertir cualquier cosa adorable en una actividad espiritual es el Goat Yoga y su versión miniatura: el Baby Goat Yoga. Esta original práctica tuvo su origen en Oregon, Estados Unidos, cuando entre 2016 y 2017 una granjera llamada Lainey Morse comenzó a organizar reuniones llamadas “Goat Happy Hour” para permitir que personas estresadas convivieran con sus cabras; el efecto relajante de tal encuentro fue tan evidente que un instructor de yoga le propuso combinar ambas cosas. El resultado sigue siendo algo extraño… pero no deja de ser interesante.

Hot Yoga: sudor como método de purificación

El Hot Yoga no es nuevo, pero su popularidad global reciente lo ha convertido en una de las prácticas más replicadas en estudios boutique. La versión más conocida, el Bikram Yoga, se desarrolló en la década de 1970 por Bikram Choudhury, un maestro yogui que estructuró una secuencia fija de 26 posturas y dos ejercicios de respiración dentro de una habitación a 40°C y con un 40% de humedad en el aire. El objetivo original era replicar las condiciones climáticas de la región de Calcuta, en la India, y así generar una purificación física mediante el sudor. Con el paso de las décadas, esta práctica ha engendrado nuevas corrientes que mantienen la premisa del calor, pero con un enfoque menos estricto que el original.

Yoga de la Risa: cuando la espiritualidad se carcajea

Mucho antes de que existiera el Goat Yoga, el médico indio Madan Kataria fundó en 1995 el movimiento global de la Risoterapia, también llamado Laughter Yoga. Su premisa era casi contracultural: reír a carcajadas, aun sin motivo, mejora la salud física, reduce el estrés y funciona como un detonante social que genera vínculos positivos. Esto se basa en el principio comprobado de que una risa voluntaria se transforma, inevitablemente, en risa auténtica gracias al contagio emocional. Así, los ciclos de respiración profunda, juego colectivo y liberación sonora funcionan como una forma alternativa de meditación activa. Aquí vemos una sesión en la prestigiosa Clínica Mayo:

Meditación con hielo: la moda fría del estoicismo moderno

Esto es algo así como la antítesis del Hot Yoga, pues consiste en sumergirse en una tina con agua y muchos hielos. Gracias a figuras como Wim Hof, estas terapias de exposición al frío extremo mezcladas con técnicas de respiración profunda se han convertido en una práctica que combina ciencia, tendencias de wellness y estoicismo pop. Esta clase de meditación surgió a partir de estudios científicos que vinculan el sistema nervioso autónomo con la regulación emocional y, más que excéntrica, parece estar diseñada para las redes sociales: la foto en la tina con hielo es prácticamente el diploma de reconocimiento de haber vivido la experiencia.

Meditación con hielo

Meditaciones mexicanas: del temazcal al yoga urbano híbrido

Además de adoptar tendencias globales, México ha aportado sus propias prácticas al mapa de las meditaciones alternativas. Ahí está, por ejemplo, el temazcal: esta práctica prehispánica de un baño de vapor bajo tierra se ha convertido en una experiencia que mezcla calor intenso, cantos rituales, hierbas aromáticas y meditación guiada en un espacio cerrado, para lograr una purificación física y espiritual; aunque es ancestral, su reinterpretación moderna coloca esta práctica actual en el mismo renglón del Hot Yoga y los baños sonoros.

Por otro lado, en la CDMX se han visto eventos experimentales como el Drag Queen Yoga, también llamado BOGA: clases performáticas donde instructores drag queen —es decir, hombres que se visten exagerando los roles de género femeninos con maquillaje, pelucas y vestuario extravagante— guían la sesión con humor y teatralidad. También sé del Yoga con Mezcal, una versión autóctona del Beer Yoga que utiliza destilados de agave artesanales para sesiones más simbólicas que recreativas.

Espiritualidad en la era del consumo

Estas meditaciones exóticas que podrían parecernos desfiguros, son más bien una muestra de la necesidad colectiva de conectar con algo que nos saque del piloto automático, que rompa la rutina, nos deje jugar mientras respiramos y nos permita aspirar a algún tipo de trascendencia. En un mundo saturado de estrés y pantallas, estas prácticas pueden tomarse como un recordatorio de que el bienestar no tiene por qué ser solemne: también puede ser raro, divertido, caótico y profundamente humano.

Y tal vez ahí está su encanto: en el acto simple de darnos permiso para sanar sin pretender perfección, reírnos de nosotros mismos y habitar nuestro propio cuerpo desde un lugar más honesto, libre y ligero. Así las cosas, te invito a que respiremos hondo… pero, eso sí, con estilo.

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