El avance tecnológico y de las telecomunicaciones ha transformado radicalmente la forma en que experimentamos el mundo y nos desarrollamos en él, ya que hoy contamos con dispositivos electrónicos y herramientas digitales con las que hace un siglo apenas se podría haber soñado. Por supuesto, esto es emocionante y ha contribuido a la mejora de nuestra vida, pero también ha alterado nuestro ritmo diario, las jornadas laborales y el estrés asociado a éstas, el cual es tan alto que se ha vuelto difícil de manejar para una parte de la población.
Aunque es cierto que hay variaciones según el desarrollo socioeconómico de cada país, es innegable el estrés provocado por el ritmo de vida actual. Cuando se aborda el tema de sus fuentes, se suelen mencionar las preocupaciones financieras, los problemas laborales y las guerras en la región o país donde uno vive; sin embargo, interactuar en una sociedad y un mercado globalizados también implica añadir otra fuente de estrés considerable: la constante presencia digital y las herramientas de comunicación que utilizamos a diario. A esto se le llama tecnoestrés.
Es común oír que vivimos en la era digital o del internet y esto es bastante acertado, ya que usamos tales tecnologías de la comunicación casi en cada momento de nuestras vidas: al trabajar, estudiar, comprar, usar servicios, comunicarnos con otros, aprender habilidades, buscar una dirección, leer artículos como este o como mero entretenimiento. Estamos tan conectados que puede resultar difícil marcar la línea entre nuestras interacciones digitales y los momentos personales, lo cual se ha agravado con el uso intensivo de las redes sociales y otros medios digitales traídos por la pandemia, el cual parece haber llegado para quedarse.
Estar al pendiente de correos, checar mensajes y verificar constantemente nuestras redes puede interferir en nuestra concentración y en las actividades que realizamos. Además, todo ello contribuye al multitasking y deriva en tecnoestrés, que afecta nuestro estado emocional, la calidad del sueño y, a la larga, nuestra salud. Esto no es nuevo: en 2013 un estudio descubrió que el uso de smartphones afecta los patrones de sueño debido al brillo de la pantalla, de modo que una exposición a esta luz de tan sólo dos horas al día es capaz de disminuir la producción de melatonina —la hormona encargada de regular nuestro sueño— hasta en un 23%.[1]
El multitasking, la alteración de los patrones de sueño, la hiperconectividad y la incapacidad para desconectarse del mundo digital se han convertido en causas de estrés constante para quienes abusan de las tecnologías de la información, lo que deriva en extenuación emocional. Vivimos en una época donde podemos enterarnos en tiempo real de lo que sucede en el otro lado del mundo y tenemos disponible, de forma inmediata, más información que nunca. Pero el “miedo a perdernos de algo” —FOMO en la jerga de internet, por las siglas de fear of missing out—, nos lleva a vivir en un estado de hipervigilancia y cada vez que nos conectamos a la red saturamos nuestro cerebro de información.
Es importante tomar acciones para combatir el tecnoestrés e impedir que afecte nuestra salud física y emocional, así como la calidad de nuestras relaciones. Larry Rosen, psicólogo y experto en tecnología, recomienda tomar descansos de las redes sociales y del uso de dispositivos electrónicos, tan prolongados como sea necesario y adaptados a las posibilidades de cada persona.
El descanso consiste en apagar dispositivos electrónicos, desconectarse de internet y enfocarse, relajarse, meditar o estar mental y emocionalmente en el momento presente; esta práctica contribuye a experimentar mayor satisfacción al realizar actividades, lo cual disminuye los niveles de tecnoestrés. Si no es posible “desenchufarse” del todo, realiza una depuración de tus aplicaciones borrando las que ya no usas, las que te quitan demasiado tiempo o las que te enojan o deprimen.
Un criterio similar puede aplicarse con las personas o las cuentas con las que se interactúa en internet. Un espacio digital emocionalmente sano implica dejar de seguir cuentas y borrar perfiles en redes sociales, eliminar suscripciones a listas de correo, eliminar archivos en el celular o la computadora y, por supuesto, moderar el tiempo que pasas conectado y programar periodos de descanso para evitar la saturación sensorial que implica la era digital.
Para algunas personas basta con desactivar notificaciones para reducir el estrés, pero otras necesitarán usar apps que limiten el tiempo y el acceso a ciertas páginas para evitar las distracciones. Algunos ejemplos son la extensión Screentime de Chrome y las aplicaciones Focus Booster y Marinara Timer, que favorecen la concentración al emplear la Técnica Pomodoro para administrar tiempos de trabajo y descansos, obtener gráficos y modificar rutinas.
Medir el tiempo que pierdes al distraerte en internet y ajustar tus rutinas en el mundo digital te permitirá obtener el mayor beneficio de los avances tecnológicos sin comprometer tu salud mental y física. Toma breaks de las pantallas tantas veces como lo necesites, para que éstas sean una herramienta en tu productividad y un apoyo a la vida personal, y no una fuente de estrés y emociones negativas.
[1] B. Wood et. al., “Light level and duration of exposure determine the impact of self-luminous tablets on melatonin suppression.” Applied Ergonomics. 2013