¿Es una moda, o una especie de epidemia, el que ciertas personas desarrollen trastornos, alergias, actitudes hostiles o exageradas, reacciones neuróticas o sobreactuadas? ¿Existe alguna conexión entre la forma de pensar, el estilo de vida y los padecimientos psicológicos o trastornos mentales?
Para contestarlo, hagamos un breve viaje por el mundo de la mente. En términos sencillos, podríamos afirmar que la mente es un fenómeno creativo, que toma su materia prima e información de las experiencias anteriores, del entorno y, en gran parte, de todo aquello que ocurre en las relaciones interpersonales; en otras palabras, de cómo interpreta lo que le sucede.
Existen personas que han elegido una forma de pensar más tolerante o conservadora, y otras más impulsiva, reactiva o anárquica. Estas formas se pueden modificar, pero hacerlo depende de un intenso trabajo de reprogramación mental, de un entorno favorable y de relaciones interpersonales que fomenten, nutran e incluso ayuden a mantener este trabajo.
Los ataques de pánico, así como los episodios de ansiedad, son claramente el resultado de la forma de pensar y del modo en que somos adictos a reaccionar a lo que nos ocurre en la vida. Por ejemplo, una persona adicta al enojo podrá preferir esta emoción antes que ninguna otra para abordar un conflicto; otra, adicta a la preocupación, lo hará creando miedos e incluso paranoias.
Luego entonces, las personas con antecedentes reactivos conductuales exagerados, paralizantes, de alta expresividad o represividad, durante los primeros años de vida pueden tener reacciones exageradas como gritar ante una mariposa nocturna, estresarse y sudar en un metro que no avanza por un minuto, o tener vértigo, temblores y vomito tras un leve sismo en un segundo piso. Pero, con el paso del tiempo, desarrollan reacciones intensas y genuinas que pueden expresarse en forma de parálisis, confusión mental extrema o bloqueo, impulsos suicidas, agresividad o actitudes infantiles “de escondite” y de búsqueda frenética de protección en algún sitio con un adulto paternalista.
En la medida que se le tolere y sobreproteja a un niño, más correrá el riesgo de generar estos trastornos cuando sea adulto. Es un hecho muy claro que los niños que fueron educados para asumir retos, caer y levantarse solos, tener tareas reales en casa, lavar sus propias pequeñas heridas ocurridas durante el juego y terminar sin desperdicio su comida, resultan ser más audaces, valientes y serenos ante la frustración, las circunstancias de posible peligro y los conflictos cotidianos que aquellos que fueron consentidos y sobreprotegidos por su familia.
Con base en lo anterior, podemos concluir que: los ataques de pánico y episodios de ansiedad están íntimamente relacionados con la forma de pensar, las maneras adictivas de reaccionar, contextos familiares de sobreprotección y la falta de enseñanzas y de lecciones de reacción serena y creativa ante las frustraciones, riesgos y peligros comunes de la vida.
Si tú o un ser querido padece estos desagradables ataques o episodios, las siguientes opciones pueden ser de ayuda para controlarlos y trascenderlos:
- Aprende formalmente un método de meditación y practícalo con disciplina durante al menos un año.
- Asiste a clases de danza o expresión corporal semanalmente. También puedes inscribirte a unas clases de artes marciales que incluyan filosofía oriental y que no sean competitivas.
- Aprende un método formal de manejo de la respiración.
- Evita radicalmente escuchar o platicar sobre eventos traumáticos.
Toma alguna psicoterapia alternativa que te haga participar activamente en tu autocontrol, sin hurgar en tu pasado.
Si deseas aclarar alguno de estos puntos o información más específica, escribe a: fuegovidapaz@hotmail.com