
Lo vemos venir, si no es que sucedió ya. Nada más llega el olor a a pan de muerto y es como si nos dejáramos ir en un tobogán: reuniones familiares y sociales, preposadas, fiestas en el trabajo, posadas, cenas y de pronto ya estamos comiendo las doce uvas, partiendo la rosca y embutiéndonos los tamales. Pero muchas veces nuestra salud mental padece más esta temporada de lo que la disfruta, debido a la presión social, los compromisos que se sienten obligados y el estrés de “tener que regalar” y gastar, sumados al cansancio por el esfuerzo de todo el año —y, de pilón, la depresión estacional del invierno.
En un artículo de para Psychology Today, la psiquiatra Jennifer Guttman se refiere a un peso adicional que quizá sea más perceptible en la sociedad estadounidense, pero que tampoco es raro en la mexicana: la obligación de estar feliz en las fiestas de fin de año, una imagen que nos vende la publicidad con escenas de familias perfectas que se aman, reparten decenas de regalos para todos y armónicamente disfrutan de una cena juntos. Se supone que “es un día de estar contentos”, como dice el villancico, pero muchos no la pasan bien esta temporada. Y si así es todos los años, ¿podría hacerse algo?

La especialista ofrece cinco consejos para cuidar tu bienestar emocional y salud mental durante el fin de año, un tiempo particularmente sensible por los recuerdos que encierra y sus implicaciones sociales. La idea central es no tratar de complacer las expectativas de otros, enfocarte en pasar las fechas sin exabruptos y así recargar energías para el siguiente ciclo.
Pon límites
Sin ser groseros, siempre es sano tener claro qué estás dispuesto a hacer voluntariamente y de buen modo, y dónde está la línea que delimita el “esto ya no”. Así, no asumas tareas o gastos con los que no te sientes cómodo; por ejemplo, el desayuno familiar en un restaurante que te parece insultantemente caro, en el que pides café y pan, y acabas dividiendo la cuenta con los que se tomaron tres mimosas. Pon límites mentales a estas obligaciones que siempre das por hecho y este año no te dejes presionar, chantajear o manipular por nadie.

Haz lo que tú necesites hacer
Tal vez lo que realmente desearías hacer este año —en lugar de complacer a tu pareja o a tus hijos yendo todo el día al centro comercial— es pasarte la mañana del domingo en pijama desenredando las luces, disponiendo el musgo y las piezas del nacimiento y poniendo el arbolito. O quizás este año, como una excepción, vas a dejar que sea otro el que invierta días, energías y pesos en comprar, hervir, desmenuzar, mechar, rellenar, cocinar y hornear el bacalao, el pavo o la pierna. No se trata de convertirte en el grinch del año o de caer en el aislamiento y el egoísmo; la idea es hallar un equilibrio entre cumplir con lo social y alimentar tu propio espíritu.
Consiéntete y cuida de ti
En lugar de enfocarte en las necesidades de otros y en complacer a la familia, al cónyuge, a los amigos o a los hijos todo el tiempo, asigna momentos del día para cuidar de ti mismo: haz ejercicio, lee un libro, escucha música —intenta poner tu álbum favorito y escucharlo de principio a fin, sin interrupciones— o prepárate un té y contempla la puesta del sol. En estas fiestas sé generoso con los demás, pero a ti regálate lo más valioso que tienes: tu atención y tu tiempo.

Toma distancia
Salir al tránsito de la época, la cantidad de gente en las calles, los escándalos en las tiendas, las numerosas ocasiones sociales y el ambiente de fiesta que se vive pueden llegar a saturarnos mentalmente. Cuando eso te suceda, toma distancia, date un tiempo a solas y un espacio para ti misma. Si puedes, practica el yoga o el mindfulness con frecuencia, con el objetivo de liberar tensión y enfocarte en el presente en la temporada de los fantasmas de las navidades pasadas y futuras, cuya visita muchas veces no resulta grata.
Pide ayuda o delega
Me pasa siempre: por esa idea familiar que a muchos nos inculcaron del “perfecto anfitrión”, cada año me someto a verdaderas carreras de velocidad y pruebas de resistencia que implican ir, comprar, limpiar, cocinar, hornear, lavar, otra vez limpiar, bañarse, asear la casa, recibir gente, atenderla, dar los regalos que apuradamente compré el día anterior y, cuando las visitas se van al caer la noche, terminar hecho un guiñapo, frustrado por no haber disfrutado propiamente del calor humano y la convivencia que se espera de las fechas.
No seas como yo y aplica el principio de “si puedo pedir ayuda o alguien más puede hacerlo por mí, así se hará”; en otras palabras, este año ya no intentes hacerlo todo tú y pide ayuda, ordena comida ya hecha —ahorras tiempo y energías, y ayudas a una emprendedora ama de casa— y distribuye con justicia gastos y tareas que normalmente asumes por ti mismo. Es muy probable que encuentres resistencia, empezando por tu propia culpa y la duda de si “estás siendo una mala persona”, o que sientas la presión de tus círculos; persiste en tu empeño y evita sobrecargarte. Verás que llegas en mejores condiciones físicas y anímicas a pedalear en la empinada cuesta de enero.
