Siempre he pensado que todos coleccionamos algo: cosas, experiencias e incluso historias. Por eso, a temprana edad comencé a investigar qué motiva a las personas a coleccionar y esto me permitió distinguir entre los que reúnen y organizan, y los que sufren de una compulsión. Quienes realmente coleccionan en general son sistemáticos y organizados: las estampillas se resguardan en libros, las joyas son exhibidas o guardadas como tesoros en lugares seguros, y los libros raros o antiguos se colocan en bibliotecas y vitrinas. Esta clase de coleccionistas ve en sus piezas una parte de su identidad, un concepto que quieren expresar o algo por lo que sienten un profundo amor y admiración: la belleza, la rareza o el pasado.
El segundo grupo, el de los “coleccionistas” compulsivos, puede tener muchos motivos para reunir objetos, pero el más frecuente es un trastorno de acumulación compulsiva. Aquí, el acopio de cosas responde a una pulsión del individuo y a menudo su único móvil es la idea de poseer el objeto o la incapacidad de deshacerse de él, así que no se preocupa por su organización o cuidado. Este trastorno está vinculado con heridas emocionales y a una profunda insatisfacción y tristeza, con frecuencia debida a la misma condición, pues con tantos objetos a su alrededor los acumuladores se ven incapacitados para llevar una vida normal o socializar de forma adecuada.
Hace poco se volvió viral una tendencia en internet que comparaba los estilos de vida de las generaciones Boomer, X, Millennial y Z. En las imágenes era evidente que las dos primeras acumulaban más objetos —tazas, cuadros o figuras de cerámica— mientras que las nuevas generaciones optan por estilos más minimalistas, pero también coleccionan funkos, peluches, tarjetas de personajes de ficción, libros o memorabilia de algún artista o franquicia famosa. Esto confirma que la pulsión por coleccionar sigue presente, incluso entre los más jóvenes.
Uno de los objetivos de coleccionar, además del valor emocional o económico que invertimos en ello, es la idea de preservar el objeto y mantenerlo seguro. Como ya se dijo, para algunas personas sus colecciones son una materialización de sus gustos, su visión del mundo o su personalidad; pero hay algunas tan extravagantes y desconcertantes que lo único que podemos deducir de sus dueños es que les encanta lo poco convencional.
Un ejemplo de esto es la colección de cabezas reducidas, huesos de fetos y otros objetos extraños de Paul Booth. Este artista del tatuaje, claramente atraído por el lado oscuro, comenzó a adquirir esta exótica “decoración macabra” en sus viajes, cuando visitaba tiendas de antigüedades y de rarezas.
En la misma línea se encuentra el taxidermista Calvin Von Crush, quien vive en Connecticut y se dedica a reunir anomalías médicas, como el cuerpo de un becerro de dos cabezas que preservó. Puedes darte una vuelta por su mórbida colección en la cuenta de Instagram @theoccultcollector.
Incluso dentro de las colecciones inusuales, algunas son excepcionales por el tipo de objetos que reúnen. Por ejemplo, Graham Barker lleva más de tres décadas coleccionando pelusa de ombligo… de su propio vientre. El australiano entró al libro de los Récords Guinness por la colección más grande de pelusa de ombligo, la cual guarda en frascos de cristal para observarla y preservarla. En una entrevista concedida al periódico sensacionalista Daily Mail, Barker contó la razón de su inusitada colección: “Me di cuenta de que en mi ombligo siempre había pelusa y me pregunté cuánta podría producir una persona; llegué a la conclusión de que la única forma de saberlo era coleccionarla y analizarla”. Asqueroso quizá, pero nadie puede decir que no es original.
Por otro lado, hace décadas era común que madres y abuelas conservaran dientes “de leche”, partes del cordón umbilical o, más comúnmente, cabellos de sus hijos, en especial después del primer corte. Aunque hoy esta costumbre es menos frecuente, hay casos extremos como el de John Reznikoff, quien se dedica a reunir mechones de pelo de celebridades como Edgar Allan Poe, Albert Einstein, Ernesto “Che” Guevara, Marilyn Monroe, Ludwig van Beethoven y Michael Jackson. Su antología pilosa ha llamado tanto la atención que otros coleccionistas le han comprado algunas de sus piezas, a veces para realizar joyería con ellas.
Otras colecciones extraordinarias incluyen huesos o partes corporales de animales o humanos, momias, fetos, arte realizado por asesinos seriales, fotografías de supuestos fantasmas o de catástrofes, ropa que perteneció a famosos, muñecas de diversas clases —antiguas, de cerámica, inflables, etc.— y elementos que, se cree, están o estuvieron poseídos por alguna entidad de otro plano, como la del Museo Warren de lo Oculto formado por los exorcistas Lorraine y Ed Warren, que cerró al público tras la muerte de ella en 2019.
Si tuvieras oportunidad de coleccionar lo que quisieras y el dinero, la ubicación geográfica o las prohibiciones legales no fueran una limitante, ¿qué sería?…